Francisco: “La misericordia de Dios va más allá de la ley”



Ciudad del Vaticano (AICA): Este domingo, durante el rezo del Ángelus, el papa Francisco dijo a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro que “la misericordia de Dios no tiene límites”. Esta mañana, durante la homilía de la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, reiteró la grandeza de la misericordia divina a la que definió como “una gran luz de amor y de ternura, es la caricia de Dios sobre las heridas de nuestros pecados”.

Este domingo, durante el rezo del Ángelus, el papa Francisco dijo a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro que “la misericordia de Dios no tiene límites”. Esta mañana, durante la homilía de la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, reiteró la grandeza de la misericordia divina a la que definió como “una gran luz de amor y de ternura, es la caricia de Dios sobre las heridas de nuestros pecados”.

El Evangelio del día es el relato de la adúltera perdonada por Jesús cuando iba a ser lapidada. “El relato, dijo el Santo Padre comenzando su homilía, es bien conocido: los fariseos y los escribas traen a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan qué hacer, ya que la ley de Moisés preveía la lapidación, al ser considerado un pecado gravísimo.


"El matrimonio –dijo el Pontífice- es el símbolo y es también una realidad humana de la relación fiel entre Dios y su Pueblo. Y cuando se arruina el matrimonio con un adulterio, se ensucia esta relación entre Dios y el pueblo". Pero los escribas y fariseos hacen esta pregunta para tener un motivo para acusarlo: "Si Jesús hubiera dicho 'Sí, sí, adelante con la lapidación', le habrían dicho a la gente: ¿Pero éste es su maestro tan bueno? ¡Miren qué cosa hizo con esta pobre mujer!' Y si Jesús hubiera dicho: '¡No, pobrecita! ¡Perdónenla!', habrían dicho '¡no cumple la ley!'… A ellos no les importaba la mujer; no les importaban los adúlteros, quizá alguno de ellos era adúltero… ¡No importaba! ¡Sólo importaba tender una trampa a Jesús!" De ahí la respuesta del Señor: "¡Quien de ustedes esté sin pecado, tire la primera piedra contra ella!”.


El Evangelio, con una "cierta ironía", dice que los acusadores "se fueron, uno a uno, comenzando por los más ancianos. Se ve -señaló el Papa- que éstos en el banco del cielo tenían una buena cuenta corriente contra ellos". Y Jesús se queda solo con la mujer, como un confesor, diciéndole: "Mujer, ¿Dónde están? ¿Nadie te ha condenado? ¿Dónde están? Estamos solos, tú y yo. Tú ante Dios, sin las acusaciones, sin las habladurías. ¡Tú y Dios! ¿Nadie te condenó?".


La mujer responde: "¡Nadie, Señor!", pero no dice: "¡Fue una falsa acusación! ¡Yo no cometí adulterio!", "reconoce su pecado". Y Jesús afirma: "¡Yo tampoco te condeno! Ve, ve y de ahora en adelante no peques más, para no pasar por un momento tan feo como este; para no pasar tanta vergüenza; para no ofender a Dios, para no ensuciar la hermosa relación entre Dios y su pueblo". "¡Jesús perdona! -afirma Francisco-. Pero aquí se trata de algo más que del perdón":


"Jesús supera la ley y va más allá. No le dice: '¡El adulterio no es pecado!' ¡No lo dice! Pero no la condena con la ley. Y este es el misterio de la misericordia. Este es el misterio de la misericordia de Jesús".


"La misericordia -señaló el Santo Padre- es algo difícil de entender":


"'Pero, padre, ¿la misericordia borra los pecados?' 'No, ¡lo que borra los pecados es el perdón de Dios!'. La misericordia es la forma como Dios perdona. Porque Jesús podía decir: 'Yo te perdono. ¡Vete!', como le dijo a aquel paralítico que lo bajaron desde el techo: '¡Tus pecados te son perdonados!' Aquí dice: '¡Vete en paz!'. Jesús va más allá. Le aconseja de no volver a pecar.


Aquí se ve la actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de sus enemigos; defiende al pecador de una condena justa. También nosotros, cuántos de nosotros, tal vez deberíamos ir al infierno, ¿Cuántos de nosotros? Y esa condena es justa y Él perdona más allá. ¿Cómo? Con esta misericordia".


"La misericordia -subrayó el Pontífice- va más allá y transforma la vida de una persona de tal manera que el pecado sea dejado de lado. Es como el cielo":


"Nosotros miramos al cielo, tantas estrellas, tantas estrellas; pero cuando llega el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios no perdona con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está involucrado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no la humilla, no le dice 'Qué hiciste, ¡dime! ¿Y cuándo lo hiciste? ¿Y cómo lo hiciste? ¿Y con quién lo hiciste?' ¡No! 'Vamos, vamos y de ahora en adelante ¡no peques más!'. Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús. ¡Perdonarnos, acariciándonos!"+



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