La relación del hombre con la Santísima Trinidad



Puerto Iguazú (Misiones) (AICA): El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, presidió la solemne festividad de la Santísima Trinidad, en la que afirmó que el aspecto esencial del misterio trinitario es el amor que engendra, se da y se comunica. El prelado explicó que el hombre, para entrar en relación con los “tres”, debe creer en Cristo Salvador, en el Padre que lo envió y en el Espíritu Santo que inspira en su corazón el amor del Padre y del Hijo.

El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Raúl Martorell, presidió la solemne festividad de la Santísima Trinidad, en la que afirmó que el aspecto esencial del misterio trinitario es el amor que engendra, se da y se comunica.

“El Padre engendra desde su eternidad al Verbo, en el cual se expresa todo Él comunicándole toda su divinidad; el Padre y el Hijo se dan y se poseen mutuamente en un acto de amor infinito, en una comunión perfecta y sustancial que es el Espíritu Santo”, explicó.


“Pero el amor de Dios no se queda encerrado en el seno de la Trinidad, sino que se da, se comunica a nosotros, desde la obra de la creación y hasta en las acciones más íntimas del hombre y de la Iglesia. Porque sin Él nada podemos hacer”, agregó el obispo.


Monseñor Martorell invitó a reconocer la relación de las tres personas divinas en sus relaciones con el hombre: “Dios Padre que lo justifica restableciéndolo en su gracia, el Hijo se encarna y muere en la cruz para obtenerle ese don y el Espíritu Santo viene a derramar en su corazón el amor de la Trinidad. Y tengamos siempre en cuenta que el amor adquiere el matiz maravilloso de la Misericordia como respuesta a la súplica de la Iglesia y del hombre”.


El obispo explicó que el hombre, para entrar en relación con los “tres”, debe creer en Cristo Salvador, en el Padre que lo envió y en el Espíritu Santo que inspira en su corazón el amor del Padre y del Hijo.


“La inmensa Trinidad vive en el corazón del hombre y lo hace actuar como hijo de Dios y hermano de todos los hombres que moran en la tierra”, manifestó el obispo. “Por eso no hay distinción entre los hombres y mujeres frente al amor de Dios Trino, así como tampoco hay distinción entre los hombres hermanados por la vida de la Trinidad en sus corazones. Los cristianos -por la vida de la Trinidad en nuestros corazones- estamos destinados para la herencia del Cielo, para la luz, la paz y la alegría del encuentro definitivo con el Señor en el Reino de los Cielos”, concluyó.+


Texto completo de la homilía



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