“Corre por nuestra cuenta llenar el 2015 de buenas obras”




Corrientes (AICA): “Se ha abierto el capítulo de nuestra historia con una numeración que se interna en el tercer milenio: 2015. Está en blanco. Corre por nuestra cuenta llenar sus páginas de buenas obras o borronearlas sin piedad con nuestros crímenes e injusticias. Dios calificará nuestra personal composición. Se piensa poco en hacer un buen trabajo y, es de temer que muchos, se presentan ante Dios con sus malas e descalificantes historias personales”, propuso el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.

“En pocos días concluye el tiempo de Navidad. Es conveniente apurar la síntesis que Juan construye, con sabiduría, para la Iglesia y para el mundo. Consiste en el reconocimiento sincero de la presencia de Dios entre nosotros, en el Misterio de su Hijo encarnado. Así aprendemos a ver - por la fe - lo invisible y a entender el lenguaje misterioso del Dios que nos ama”, aseguró el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.

En su sugerencia para la homilía del segundo domingo después de Navidad, el prelado reflexionó sobre el evangelio del apóstol San Juan, quien era llamado el evangelista teólogo, porque “formula una apretada síntesis de la Verdad que contempla, ya centenario, designando al Señor Jesús ‘Palabra’ y, de inmediato, reconociendo explícitamente su divinidad: ‘Y la palabra era Dios’”.


El prelado insistió en afirmar que “Se ha abierto el capítulo de nuestra historia con una numeración que se interna en el tercer milenio: 2015. Está en blanco. Corre por nuestra cuenta llenar sus páginas de buenas obras o borronearlas sin piedad con nuestros crímenes e injusticias. Dios calificará nuestra personal composición. Se piensa poco en hacer un buen trabajo y, es de temer que muchos, se presentan ante Dios con sus malas e descalificantes historias personales”.


Texto de la sugerencia


1.- El más joven y más anciano de los Apóstoles. El Apóstol Juan, el más joven, es modelo de fidelidad. Se lo ve vigoroso, emprendedor, muy cercano en la amistad a su Maestro, con un amor noble y fuerte que no tolera la cobardía ni se amedrenta ante el peligro. Acompaña a las santas mujeres, sin los resabios del machismo que domina la cultura de su tiempo. Sobre todo está junto a la Santa Madre de Jesús. Juan no pone límites a su amor al Señor y Maestro. De esa manera lo sigue hasta el extremo de la Cruz. Se convierte en el heredero del principal tesoro de Jesús: la Virgen Madre. El santo tiempo de Navidad está ilustrado por su palabra y su testimonio de teólogo y contemplativo. El texto proclamado por la Iglesia, en su liturgia, posee una densidad que caracteriza al Apóstol. Es el prólogo del Evangelio relatado por él mismo. Debiéramos desmenuzar cada versículo y experimentar la saludable impresión de que todo se ha dicho en el primero de ellos: "Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios". ( Juan 1, 1) Es llamado el evangelista "teólogo" porque, sorteando el análisis, formula una apretada síntesis de la Verdad que contempla, ya centenario, designando al Señor Jesús "Palabra" y, de inmediato, reconociendo explícitamente su divinidad: "y la Palabra era Dios".

2.- El sentido de Dios. Nos encontramos en un vertice histórico de extremo riesgo. Se ha perdido el sentido de Dios. Algunas manifestaciones de la vida moderna constituyen la negación del Dios que está antes, durante y después de nuestra vida terrenal. No tiene explicación racional nuestra existencia descartando a Dios de ella. Todo producto inteligente, reclama, como causa, una Inteligencia creadora y ordenadora. La vida que desborda el Universo no tiene explicación sin esa causa. Nuestra vida inteligente escapa a toda lógica sin Dios. Juan, como sus condiscípulos Apóstoles, intuye la Verdad que ha dejado su invisibilidad para hacerse carnalmente visible en el seno virginal de María. Lo hemos celebrado, una vez más, la pasada noche de Navidad. Me he sorprendido al escuchar un comentario periodístico en el que la Verdad anunciada por Juan aparecía, menos que diluida, en un silencio escalofriante. Es triste ver reemplazar, en el lenguaje inocente de los más pequeños, al Niño Dios, "recostado en un pesebre", por un voluminoso y rozagante Papá Noél. De esa manera se niega, irresponsablemente, el hecho histórico de la auténtica Navidad y su significado.


3.- El valor actual de la ancianidad. El Apóstol Juan, testigo acreditado de la Resurrección, vuelve a recordar al mundo que Dios lo ama, hasta darle a su Unigénito. La Iglesia es heredera de los Apóstoles y hace resonar hoy la Buena Nueva de que es cierto lo que ellos profesaron como Verdad Revelada. La última voz es la del más joven que rubrica su ministerio como el más anciano. Sus escritos poseen la densidad de la sabiduría en su plena manifestación. El Papa Francisco no cesa de remarcar que la Iglesia y la sociedad deben aprovechar el don inapreciable de la ancianidad. La incapacidad de presentar una síntesis, como la formulada por Juan, tiene relación directa con la pretensión perjudicial de empezar de nuevo, como si la historia no tuviera pasado, presente y futuro. Esto ocurre en el ámbito de la política, también de la Iglesia, causando una sucesión de rupturas, que impide el legítimo progreso. Por ello, nos encontramos inexplicablemente varados en el camino. Si siempre estamos comenzando, negando la validez de los aciertos del pasado y no asumiendo los errores y limitaciones del presente, nos hacemos responsables de una desorientación que afecta a toda la sociedad.


4.- 2015 está en blanco. En pocos dias concluye el tiempo de Navidad. Es conveniente apurar la síntesis que Juan construye, con sabiduría, para la Iglesia y para el mundo. Consiste en el reconocimiento sincero de la presencia de Dios entre nosotros, en el Misterio de su Hijo encarnado. Así aprendemos a ver - por la fe - lo invisible y a entender el lenguaje misterioso del Dios que nos ama. Se ha abierto el capítulo de nuestra historia con una numeración que se interna en el tercer milenio: 2015. Está en blanco. Corre por nuestra cuenta llenar sus páginas de buenas obras o borronearlas sin piedad con nuestros crímenes e injusticias. Dios calificará nuestra personal composición. Se piensa poco en hacer un buen trabajo y, es de temer que muchos, se presentan ante Dios con sus malas e descalificantes historias personales.



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