Mons. Castagna: “El Bautismo y la perfección de la condición humana”.

Mons. Castagna: “El Bautismo y la perfección de la condición humana”.

Corrientes (AICA): En su sugerencia para la homilía de la fiesta de la Santísima Trinidad, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “bautizar, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu, es llevar a la persona humana a la perfección que le corresponde” y destacó que “en nuestro pueblo, existe un sentido de la fe, suscitada por la evangelización, que encuentra en el Bautismo su máxima expresión”. “La solicitud del Bautismo para los hijos no es fruto de un hábito tradicional heredado y sin sentido, sino del deseo de orientar al ser tan amado a la perfección de su condición humana”, sostuvo.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que “la fe en el misterio trinitario produce una apertura del corazón que pone en camino de santidad al creyente. Dios hace a los santos. Dios Uno y Trino concluye la obra excelente de la creación en el santo, imagen y transparencia suya. Por Jesucristo lo redime y santifica”.

“Bautizar, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu, es llevar a la persona humana a la perfección que le corresponde”, explicó en su sugerencia para la homilía del domingo dedicado a la Santísima Trinidad, y destacó: “En nuestro pueblo, existe un sentido de la fe, suscitada por la evangelización, que encuentra en el Bautismo su máxima expresión”.

“La solicitud del Bautismo para los hijos no es fruto de un hábito tradicional heredado y sin sentido, sino del deseo de orientar al ser tan amado a la perfección de su condición humana. Para nuestro pueblo, cristiano por el Bautismo y mariano por su tierna sumisión a la Virgen Madre de Cristo, no estar bautizado es no haber cumplido el ciclo completo de su condición humana”, subrayó.

Monseñor Castagna indicó que “el Bautismo de los hijos es más motivo de celebración festiva que el nacimiento biológico” y, tras preguntarse si es un error, respondió: “No, es una expresión creyente para formular la verdad que está más allá y trasciende lo científicamente verificable. Los intelectuales más destacados, por su sabiduría, reconocen humildemente sus límites. La fe permite superar las incapacidades naturales y convertir al creyente en conocedor o poseedor de toda la Verdad, tal como la revela Jesús: ‘Yo soy la Verdad’”.

Texto de la sugerencia

1.- La misión apostólica logra su fin en el Bautismo. Jesús resucitado, en diálogo con los suyos, revela el Misterio de la Santísima Trinidad. Lo hace en el marco del envío misionero. El empeño ministerial de los Apóstoles concluye en el Bautismo y otorga al sacramento inicial la fórmula que lo convalida: "Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y. Enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado". (Mateo 28, 19-20) Es allí donde la vida cristiana encuentra su verdadero origen e inicia su camino normal hacia la santidad. La existencia del cristiano es un desarrollo, cuya meta y perfección es la santidad. Si ese camino queda obstruido por el pecado, se produce un estado de anomalía, de lamentables manifestaciones. La misión de los Apóstoles - y de toda la Iglesia - es difícil y está constantemente entorpecida por muy diversas situaciones de pecado. Es el combate de la fe, expuesto sin matices por el Apóstol San Pablo. La presencia viva de Jesús garantiza el triunfo a ese combate: "Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". (Mateo 28, 20)

2.- El Bautismo y la perfección de la condición humana. La fe en el Misterio Trinitario produce una apertura del corazón que pone en camino de santidad al creyente. Dios hace a los santos. Dios Uno y Trino concluye la obra excelente de la creación en el santo, imagen y transparencia suya. Por Jesucristo lo redime y santifica. Bautizar, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu, es llevar a la persona humana a la perfección que le corresponde. En nuestro pueblo, existe un sentido de la fe, suscitada por la evangelización, que encuentra en el Bautismo su máxima expresión. La solicitud del Bautismo para los hijos no es fruto de un hábito tradicional heredado y sin sentido, sino del deseo de orientar al ser tan amado a la perfección de su condición humana. Para nuestro pueblo, cristiano por el Bautismo y mariano por su tierna sumisión a la Virgen Madre de Cristo, no estar bautizado es no haber cumplido el ciclo completo de su condición humana. El Bautismo de los hijos es más motivo de celebración festiva que el nacimiento biológico. ¿Es un error? No, es una expresión creyente para formular la verdad que está más allá y trasciende lo científicamente verificable. Los intelectuales más destacados, por su sabiduría, reconocen humildemente sus límites. La fe permite superar las incapacidades naturales y convertir al creyente en conocedor o poseedor de toda la Verdad, tal como la revela Jesús: "Yo soy la Verdad".

3.- Cristo es la revelación histórica de Dios. El mundo necesita encontrarse con Dios como se le revela históricamente. Cristo es la revelación de Dios en la historia. Por su Encarnación Dios viene al encuentro del hombre, que ha perdido el rumbo, para reconducirlo a su propio destino de verdad. Cristo es la Verdad, con el que debe conformar su existencia, ya que es el Verbo eterno que asume todo lo humano y lo redime. Se hace hombre y se hace visible a los hombres y, de esa manera, presenta el modelo al que debe conformarse todo hombre: "El hombre que Dios quiere de los hombres es Cristo". Es la Palabra, no el discurso; es la Verdad, no la apariencia. La Palabra es única, no así el proyecto. La Palabra "es Dios" (prólogo del Evangelio de San Juan), el proyecto o discurso es creación del hombre. El Verbo se hace ver y sentir - en la naturaleza humana asumida - sin dejar de ser Dios. También lo dice San Juan: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos . (1 Juan 1, 1). Durante todo este tiempo, hasta Pentecostés, nos referimos al Cristo de la Pascua, haciéndose perceptible por la fe y - conforme a la enseñanza del mismo Apóstol - al alcance de nuestros ojos y de nuestras manos.

4.- Vivir sin fe es andar en tinieblas. Desde el año dedicado a la fe por el Papa Benedicto XVI, no hemos cesado de recordar la urgencia de renovar la nuestra y de ofrecer sus contenidos a las necesidades del mundo. Su ausencia se hace sentir. Es como la privación de la visión para el ciego. Se constata que mucha gente se ha acostumbrado a vivir en la penumbra y estima que es normal no ver y prescindir, sin inquietarse, de Dios y de los signos que adopta para comunicarse con sus hijos. Al celebrar la presencia vivificadora de Cristo, reafirmamos nuestra fe en lo que nos revela de Dios. De esta manera, la identidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo se manifiesta ante la nueva visión del creyente. En las diversas apariciones posteriores a la Resurreción, sus discípulos aprenden a verlo desde la fe. Al transmitirles la paz y el don del Espíritu Santo, abre sus entendimientos para que la fe o nueva visión inaugure una nueva y definitiva relación con Él. El domingo pasado nos referimos a la era del Espíritu. La fe es don del Espíritu. Es ésta, por lo mismo, la era de la fe.+

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