La familia es lo más bello que hizo Dios, dijo el Papa en Filadelfia

“Vale la pena la vida en familia. Una sociedad crece fuerte, buena, hermosa y verdadera si se edifica sobre la base de la familia”, dijo esta noche el papa Francisco en la fiesta de las familias y vigilia de oración en el Benjamin Franklin Parkway de Filadelfia en el Encuentro Mundial de las Familias que se está celebrando en esta ciudad. Después de escuchar varios testimonios el Santo Padre dejó el texto de su discurso e improvisó unas palabras donde expresó con fervor que la familia es “lo más lindo que hizo Dios”, ya que le entregó toda la creación a una familia, “a un hombre y a una mujer para que crezcan se multipliquen, cultiven la tierra y la hagan progresar”, dijo el Pontífice.

Francisco escuchó con atención los diversos testimonios y entonces dejando de lado el texto de su discurso les agradeció a “quienes dieron testimonio. Gracias a quienes nos alegraron con el arte, con la belleza que es el camino para llegar a Dios. La belleza nos lleva a Dios. Y un testimonio verdadero nos lleva a Dios porque Dios también es la verdad, es la belleza y es la verdad. Y un testimonio, dado para servir es bueno, nos hace buenos porque Dios es bondad, nos lleva a Dios”.

“Todo lo bueno, siguió Francisco, todo lo verdadero y todo lo bello nos lleva a Dios. Porque Dios es bueno. Dios es bello, Dios es Verdad. Gracias a todos, a los que nos dieron su mensaje y a la presencia de ustedes que también es testimonio. Un verdadero testimonio de que vale la pena en familia, de que una sociedad crece fuerte, crece buena, crece hermosa y crece verdadera si se edifica en la base de la familia”.

El Papa les contó que una vez un chico le preguntó: ¿Padre, que hacía Dios antes de crear el mundo? “los chicos suelen hacer preguntas difíciles”, dijo Francisco y confesó que tardó en contestarle: pero “le dije lo que le digo a ustedes ahora: antes de crear al mundo, Dios amaba, porque Dios es amor. Pero era tal el amor que tenía entre si mismo, entre el Hijo y el Espíritu Santo, era tan desbordante y gran ese amor, que no podía ser egoísta, tenía que salir de sí mismo para tener a quien amar fuera de sí. Y ahí Dios creó el mundo”.

“Ahí Dios hizo esta maravilla en la que vivimos, continuó el Papa, añadiendo “y porque estamos un poquito mareados la estamos destruyendo”.

“Pero lo más hermoso que hizo Dios, fue la familia”, subrayó Francisco. “Creó al hombre y a la mujer y les entregó todo, les entregó el mundo. Crezcan, multiplíquense, cultiven la tierra, háganla progresar. Toda esa creación se la entregó”. “Todo el amor que tiene en Sí: belleza, verdad, la entrega a la familia”.

El Santo Padre señaló que “una familia es verdaderamente familia cuando es capaz de abrir los brazos y recibir todo ese amor” y aclaró que “por supuesto que el paraíso terrenal, no está más acá, que la vida tiene sus problemas, que los hombres, por la astucia del demonio aprendieron a dividirse y todo ese amor que Dios nos dio casi se pierde y al poquito tiempo, se da el primer crimen, el primer fratricidio, un hermano que mata a otro hermano: La guerra.”

Nuestra vida, dijo el papa Francisco se mueve entre estas dos realidades: la belleza y el amor de Dios y la guerra. “Entre ambas caminamos nosotros en este mundo. Nos toca a nosotros decidir el camino para andar”, expresó.

“Pero volvamos para atrás, cuando el hombre y su esposa se equivocaron y se alejaron de Dios. Dios no los dejó solos. Era tanto el amor, tanto el amor, exclamó el Pontífice, que empezó a caminar con la humanidad, a caminar con su Pueblo, hasta que cuando llegó el tiempo maduro le dio la prueba de amor más grande: su Hijo”. “¿Y a su Hijo a donde lo mandó? Preguntó Francisco: “a una familia”, subrayó.

“¡Dios entró al mundo en una familia!, exclamó el Papa y pudo hacerlo porque esa familia tenía el corazón abierto, tenía las puertas abiertas al amor”.

Francisco habló entonces de la Sagrada Familia al decir: “Pensemos en María, embarazada, no lo podía creer: ¿Cómo puede suceder esto?, se preguntaba y cuando le explicaron creyó. Pensemos en José, que también tenía sus planes y al principio no entiende pero acepta y obedece. Y en la obediencia de este hombre y esta mujer se da una familia en la viene Dios”, indicó el Santo Padre…

“Dios siempre golpea las puertas de los corazones, le gusta hacerlo. Le sale de adentro. Pero lo que más le gusta es golpear las puertas de la familia y encontrar a las familias que se aman, que se quieren, que educan a sus hijos en el bien y que crean una sociedad de bondad y de belleza”.

“Estamos en la fiesta de la familia, la familia tiene carta de ciudadanía divina, ¿está claro?, dijo Francisco y añadió “la carta de ciudadanía que tiene la familia se la dio Dios para que en su seno creciera cada vez más la verdad, el amor y la belleza”.

Seguidamente el Pontífice señaló que en la familia hay problemas y comenzó diciendo: “Alguno de ustedes me puede decir: Padre usted habla así porque es soltero”, lo que provocó la risa de los participantes, pero Francisco dijo que “en la familia hay dificultades, en las familias discutimos, en la familia a veces vuelan los platos, en las familias los hijos traen dolores de cabeza, porque en la familias siempre, siempre, hay cruz, porque el amor de Dios, el Hijo de Dios, nos abrió también ese camino, pero en las familias también después de la cruz hay resurrección porque el Hijo de Dios nos abrió también ese camino”, señaló.

Y resaltó el Papa que “la familia es una fábrica de esperanza, esperanza de vida y de resurrección. Pues Dios fue el que abrió ese camino y si en las familias hay dificultades, esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad. Solamente el amor es capaz de superar la dificultad. El amor es fiesta. El amor es gozo. El amor es seguir adelante”, subrayó

Y finalmente el Santo Padre pidió a las familias tener especial cuidado por los niños y los abuelos. “Los niños y los jóvenes son el futuro, son la fuerza, los que llevan adelante, son aquellos en los que ponemos esperanza. Los abuelos son la memoria de la familia, son los que dieron la fe, nos transmitieron la fe”. “un pueblo que no sabe cuidar a los niños y un pueblo que no sabe cuidar a los abuelos es un pueblo sin futuro, porque no tienen la fuerza y no tiene la memoria para salir adelante”.

“Cuidemos la familia, defendemos la familia, porque ahí se juega el futuro”, concluyó Francisco.

Texto del discurso que no leyó el papa Francisco
Queridas familias:

Quiero agradecerle, en primer lugar, a las familias que se han animado a compartir con nosotros su vida, gracias por su testimonio. Siempre es un regalo poder escuchar a las familias compartir sus experiencias de vida; eso toca el corazón. Sentimos que ellas nos hablan de cosas verdaderamente personales y únicas que en cierta medida nos involucran a todos. Al escuchar sus vivencias podemos sentirnos implicados, interpelados como matrimonios, como padres, como hijos, hermanos, abuelos.

Mientras los escuchaba pensaba cuán importante es compartir la vida de nuestros hogares y ayudarnos a crecer en esta hermosa y desafiante tarea de «ser familia».

Estar con ustedes me hace pensar en uno de los misterios más hermosos del cristianismo. Dios no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Dios no quiso acercarse a la humanidad sino por medio de un hogar. Dios no quiso otro nombre para sí que llamarse Emmanuel (Mt 1,23), es el Dios-con-nosotros. Y este ha sido desde el comienzo su sueño, su búsqueda, su lucha incansable por decirnos: «Yo soy el Dios con ustedes, el Dios para ustedes». Es el Dios que, desde el principio de la creación, dijo: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2,18a), y nosotros podemos seguir diciendo: No es bueno que la mujer esté sola, no es bueno que el niño, el anciano, el joven estén solos; no es bueno. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y los dos no serán sino una sola carne (cf. Gn 2,24). Los dos no serán sino un hogar, una familia.

Y así desde tiempos inmemorables, en lo profundo del corazón, escuchamos esas palabras que golpean con fuerza en nuestro interior: No es bueno que estés solo. La familia es el gran don, el gran regalo de este «Dios-con-nosotros», que no ha querido abandonarnos a la soledad de vivir sin nadie, sin desafíos, sin hogar.

Dios no sueña solo, busca hacerlo todo «con nosotros». El sueño de Dios se sigue realizando en los sueños de muchas parejas que se animan a hacer de su vida una familia.

Por eso, la familia es el símbolo vivo del proyecto amoroso que un día el Padre soñó. Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con Él, es animarse a construir con Él, es animarse a jugarse con Él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo, que nadie sienta que sobra o que no tiene un lugar.

Los cristianos admiramos la belleza y cada momento familiar como el lugar donde de manera gradual aprendemos el significado y el valor de las relaciones humanas. «Aprendemos que amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso, es una decisión, es un juicio, es una promesa» (Erich Fromm, el Arte de amar). Aprendemos a jugárnosla por alguien y que esto vale la pena.

Jesús no fue un «solterón», todo lo contrario. Él ha desposado a la Iglesia, la ha hecho su pueblo. Él se jugó la vida por los que ama dando todo de sí, para que su esposa, la Iglesia, pudiera siempre experimentar que Él es el Dios con nosotros, con su pueblo, su familia. No podemos comprender a Cristo sin su Iglesia, como no podemos comprender la Iglesia sin su esposo, Cristo-Jesús, quien se entregó por amor y nos mostró que vale la pena hacerlo.

Jugársela por amor, no es algo de por sí fácil. Al igual que para el Maestro, hay momentos que este «jugársela» pasa por situaciones de cruz. Momentos donde parece que todo se vuelve cuesta arriba. Pienso en tantos padres, en tantas familias, a las que les falta el trabajo o poseen un trabajo sin derechos que se vuelve un verdadero calvario. Cuánto sacrificio para poder conseguir el pan cotidiano. Lógicamente, estos padres, al llegar a su hogar, no pueden darle lo mejor de sí a sus hijos por el cansancio que llevan sobre sus «hombros».

Pienso en tantas familias que no poseen un techo sobre el que cobijarse o viven en situaciones de hacinamiento. Que no poseen el mínimo para poder construir vínculos de intimidad, de seguridad, de protección frente a tanto tipo de inclemencias.

Pienso en tantas familias que no pueden acceder a los servicios sanitarios mínimos. Que, frente a problemas de salud, especialmente de los hijos o de los ancianos, dependen de un sistema que no logra tomarlos con seriedad, postergando el dolor y sometiendo a estas familias a grandes sacrificios para poder responder a sus problemas sanitarios.

No podemos pensar en una sociedad sana que no le dé espacio concreto a la vida familiar. No podemos pensar en una sociedad con futuro que no encuentre una legislación capaz de defender y asegurar las condiciones mínimas y necesarias para que las familias, especialmente las que están comenzando, puedan desarrollarse. Cuántos problemas se revertirían si nuestras sociedades protegieran y aseguraran que el espacio familiar, sobre todo el de los jóvenes esposos, encontrara la posibilidad de tener un trabajo digno, un techo seguro, un servicio de salud que acompañe la gestación familiar en todas las etapas de la vida.

El sueño de Dios sigue irrevocable, sigue intacto y nos invita a nosotros a trabajar, a comprometernos en una sociedad pro familia. Una sociedad, donde «el pan, fruto de la tierra y el trabajo de los hombres» (Misal Romano), siga siendo ofrecido en todo techo alimentando la esperanza de sus hijos.

Ayudémonos a que este «jugársela por amor» siga siendo posible. Ayudémonos los unos a los otros, en los momentos de dificultad, a aliviar las cargas. Seamos los unos apoyo de los otros, seamos las familias apoyo de otras familias.

No existen familias perfectas y esto no nos tiene que desanimar. Por el contrario, el amor se aprende, el amor se vive, el amor crece «trabajándolo» según las circunstancias de la vida por la que atraviesa cada familia concreta. El amor nace y se desarrolla siempre entre luces y sombras. El amor es posible en hombres y mujeres concretos que buscan no hacer de los conflictos la última palabra, sino una oportunidad. Oportunidad para pedir ayuda, oportunidad para preguntarse en qué tenemos que mejorar, oportunidad para poder descubrir al Dios con nosotros que nunca nos abandona. Este es un gran legado que le podemos dejar a nuestros hijos, una muy buena enseñanza: nos equivocamos, sí; tenemos problemas, sí; pero sabemos que eso no es lo definitivo. Sabemos que los errores, los problemas, los conflictos son una oportunidad para acercarnos a los demás, a Dios.

Esta noche nos encontramos para rezar, para hacerlo en familia, para hacer de nuestros hogares el rostro sonriente de la Iglesia. Para encontrarnos con el Dios que no quiso venir al mundo de otra forma que no sea por medio de una familia. Para encontrarnos con el Dios con nosotros, el Dios que está siempre entre nosotros. +

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