Mensaje de Mons. Marino para la semana vocacional

Mensaje de Mons. Marino para la semana vocacional

Como todos los años, aprovechando la afluencia de veraneantes a la ciudad balnearia, la diócesis de Mar del Plata iniciará el sábado 6 de febrero la Semana Vocacional Diocesana con una celebración eucarística presidida por el obispo, monseñor Antonio Marino, en la catedral De los Santos Pedro y Cecilia, a las 20.

Con motivo de la Semana Vocacional Diocesana, el obispo brindó un mensaje a la comunidad, en el que afirmó que “dentro de la diversidad de dones del Espíritu Santo, algunos son llamados a consagrar por entero su vida a una tarea de servicio exclusivo a Dios, a la Iglesia y al prójimo”.

Monseñor Marino comienza su mensaje señalando que “la compasión ante las necesidades de los demás caracteriza la actuación de Jesús. En los evangelios podemos descubrir que el ejercicio de la misericordia está íntimamente unido al núcleo central de su actividad que es anunciar el Reino de Dios. Las páginas de los evangelios tomadas en su conjunto, son una revelación de la misericordia de Dios manifestada plenamente por Cristo".

El prelado hizo referencia a otro texto de la liturgia eucarística: “Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza” (Prefacio común VIII).

Monseñor Marino señaló que “Jesús quiso fundar su Iglesia como continuadora de su obra de salvación. Ella es como sacramento o instrumento de Cristo, quien la asume como ‘como instrumento de redención universal’. A través de ella, bajo la acción invisible del Espíritu Santo, los hombres pueden experimentar la presencia misericordiosa de Jesús, su capacidad de compasión ante toda miseria humana. El testimonio de los discípulos de Cristo es fundamental para que nuestros hermanos, tantas veces alejados del Señor y de la Iglesia, oscurecidos y dolientes, aunque con deseos de encontrar luz y sentido, puedan descubrir que Cristo está bien cerca y que también hoy sigue pasando y haciendo el bien”.

“Las obras de misericordia corporales y espirituales que la Iglesia ejerce a través de sus instituciones, o bien por la acción silenciosa y eficaz de los bautizados, son una forma de presencia espiritual y real del mismo Cristo. A través de ella Cristo sigue acercándose a todo hombre que sufre”.

El obispo de Mar del Plata dijo: “Lo mismo que en tiempos de Jesús, las muchedumbres lo buscan, pues se encuentran desorientadas, como ‘ovejas sin pastor’. Jesús desea reunirlas. Es su gran anhelo: ‘Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor’. Él vino ‘para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos’”.

A su vez, agregó que “esta tarea se extenderá a lo largo de los siglos de la historia, a través de su Iglesia animada por el Espíritu Santo prometido. Todos participamos de esta misión pastoral, todos tenemos una responsabilidad. El modo de participación será distinto para los laicos, para los consagrados y para los ministros de la Iglesia. Pero aunque el modo del compromiso sea distinto, debe igualarnos un mismo ardor: ¡que Cristo sea conocido y amado! Cada cual debe encontrar su puesto en la misión común de dar un testimonio que es diverso según la vocación personal, pero idéntico en cuanto servicio al plan misericordioso de Dios”.

“Dentro de la diversidad de dones del Espíritu Santo, algunos son llamados a consagrar por entero su vida a una tarea de servicio exclusivo a Dios, a la Iglesia y al prójimo. Son las vocaciones de especial consagración. Ante todo, sacerdotes y diáconos, como miembros de la jerarquía de la Iglesia. También los religiosos y religiosas, miembros de institutos seculares, el orden de las vírgenes consagradas y otras nuevas formas de vida consagrada”.

Monseñor Marino afirmó que “en medio de un mundo muy secularizado, es hermoso comprobar que sigue habiendo jóvenes que oyen en su conciencia el atractivo de entregar por entero la vida a una gran causa. Se trata de muchachos y chicas a quienes la gracia de Cristo inquieta interiormente y sienten, como sintió Samuel, la necesidad de un Elí que los instruya y oriente para discernir la voz del Señor: ‘Habla porque tu servidor escucha’”.

“El Señor puede llamar en distintas edades, a personas de diverso origen y cualidades humanas y espirituales diferentes. Pero es siempre la Iglesia la que discierne la rectitud de intención, la suficiente base humana, la sincera actitud espiritual, y juzga sobre la autenticidad de la gracia de la vocación”.

El obispo señaló: “Nuestra situación cultural se caracteriza, entre otras cosas, por una notable ignorancia religiosa. Ojalá comprendamos que evangelizar, catequizar, invitar al encuentro con Cristo vivo es la mayor obra de misericordia, junto con el testimonio de nuestra caridad”.

“Si la vocación a consagrar por entero la vida a Cristo, a la Iglesia y a los hombres es personal, el deber de orar por las vocaciones de especial consagración es común a todos. Orar, apreciar, fomentar, colaborar”. Además, agregó que “nuestra sociedad espera también el testimonio de los consagrados y consagradas, que desde sus diferentes carismas manifiesten a Cristo con sus opciones de radicalismo evangélico: pobreza, castidad y obediencia; vida en común, en la contemplación monástica o en el compromiso apostólico, y el testimonio de abnegación y alegría”.

Monseñor Marino les pidió a los párrocos que no se olviden de convocar a los fieles a la oración periódica, sobre todo eucarística, por las vocaciones de especial consagración: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”.

El prelado concluyó diciendo que “en una vocación actúa ante todo la gracia divina que debemos implorar, pero esa gracia se vale de mediaciones humanas para hacerse oír. En la definición de una vocación al ministerio o a la vida consagrada, influye también el ambiente familiar, el entusiasmo y el fervor que reina en la vida parroquial, el testimonio de los sacerdotes, no sólo del que hace de guía espiritual, sino del presbiterio en su conjunto o de la comunidad religiosa”.

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