En la oración somos dos: Dios y yo luchando juntos por las cosas importantes

Ciudad del Vaticano (AICA): “¡La oración es el primero y principal ‘instrumento de trabajo’ en nuestras manos! Insistir con Dios no sirve para convencerlo sino para robustecer nuestra fe y nuestra paciencia, o sea nuestra capacidad de luchar junto a Dios por las cosas realmente importantes y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo a luchar juntos por las cosas importantes”, dijo este domingo, el papa Francisco, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, desde la ventada de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, donde se encontraban miles de fieles y peregrinos. El pontífice explicó la importancia de llamar Padre a Dios y rezar cada día confiando en Él.
“¡La oración es el primero y principal ‘instrumento de trabajo’ en nuestras manos! Insistir con Dios no sirve para convencerlo sino para robustecer nuestra fe y nuestra paciencia, o sea nuestra capacidad de luchar junto a Dios por las cosas realmente importantes y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo a luchar juntos por las cosas importantes”, dijo este domingo, el papa Francisco, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, desde la ventada de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, donde se encontraban miles de fieles y peregrinos. El pontífice explicó la importancia de llamar Padre a Dios y rezar cada día confiando en Él.

Explicó que el Evangelio muestra a Jesús que ora el Padre Nuestro, una oración que comienza con la palabra “Padre”. “Esta palabra es el ‘secreto’ de la oración de Jesús, es la llave que Él mismo nos da para que podamos entrar también nosotros en esa relación de diálogo confidencial con el Padre que ha acompañado y sostenido su vida”.

Francisco afirmó que “la oración de Jesús es la oración cristiana, es -antes que nada-, hacer sitio a Dios, dejándole manifestar su santidad en nosotros y haciendo avanzar su reino a partir de la posibilidad de ejercitar su señoría de amor en nuestra vida”.

El Papa recordó que en el Padre Nuestro también se pide por el pan, el perdón y la ayuda en las tentaciones. “El pan que Jesús nos hace pedir es el necesario, no el superfluo; es el pan de los peregrinos, un pan que no se acumula y no se estropea, que no retarda nuestra marcha”.

“El perdón es, antes de todo, aquél que nosotros mismos recibimos de Dios: solo la conciencia de ser pecadores perdonados de la infinita misericordia divina puede hacernos capaces de cumplir concretos gestos de reconciliación fraterna”.

Por último, “no caer en la tentación” expresa “la conciencia de nuestra condición, siempre expuesta a las insidias del mal y de la corrupción”.

Francisco destacó también la importancia del Espíritu Santo y afirmó que sirve “para vivir bien, vivir con sabiduría y amor, haciendo la voluntad de Dios”.

Palabras del papa Francisco
«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de este domingo se abre con la escena de Jesús que reza solo, apartado; cuando termina los discípulos le dicen: “Señor enséñanos a rezar”. Y él responde: “Cuando rezan digan Padre…”. Esta palabra es el secreto de la oración de Jesús, es la llave que él mismo nos da para que podamos entrar también nosotros en esa relación de diálogo confiado con el Padre que ha acompañado y sostenido su vida.

Al nombre de “Padre”, Jesús asocia dos pedidos: “sea santificado tu nombre, venga tu reino”. La oración de Jesús, y por lo tanto la oración cristiana es antes de todo hacerle un lugar a Dios, dejándole manifestar su santidad en nosotros y haciendo avanzar su reino a partir de la posibilidad de ejercitar su señoría de amor en nuestra vida.

Otros tres pedidos completan esta oración que Jesús nos enseña, el Padre Nuestro. Son tres preguntas que expresan nuestras necesidades fundamentales: el pan, el perdón y su ayuda en las tentaciones. No se puede vivir sin pan, no se puede vivir sin en perdón y no se puede vivir sin la ayuda de Dios en las tentaciones.

El pan que Jesús nos hace pedir es aquel necesario, no lo superfluo es el pan de los peregrinos, del justo, un pan que no se acumula y no se desperdicia, que no vuelve pesada nuestra marcha.

El perdón es sobre todo el que nosotros mismos recibimos de Dios: solamente la conciencia de ser pecadores perdonados por la infinita misericordia divina puede volvernos capaces de cumplir concretos gestos de reconciliación fraterna.

Si una persona no se siente pecador perdonado, nunca podrá hacer un gesto de perdón o de reconciliación. Se inicia del corazón donde nos sentimos pecadores perdonados. El último pedido “no nos abandones en la tentación”, expresa la conciencia de nuestra condición, siempre expuesta a las insidias del mal y de la corrupción. ¡Todos conocemos qué es una tentación!

La enseñanza de Jesús sobre la oración sigue con dos parábolas, con las cuales Él toma como modelo la actitud de un amigo hacia otro amigo y el de un padre hacia su hijo.

Ambas nos quieren enseñar a tener plena confianza en Dios, que es Padre. Él conoce mejor que nosotros mismos nuestras necesidades, pero quiere que se las presentemos con audacia y con insistencia, porque este es nuestro modo de participar a su obra de salvación.

¡La oración es el primero y principal ‘instrumento de trabajo’ en nuestras manos! Insistir con Dios no sirve para convencerlo sino para robustecer nuestra fe y nuestra paciencia, o sea nuestra capacidad de luchar junto a Dios por las cosas realmente importantes y necesarias. En la oración somos dos: Dios y yo a luchar juntos por las cosas importantes.

Entre estas hay una, la gran cosa importante que Jesús nos dice hoy en el Evangelio, pero que casi nunca nos planteamos, y es el Espíritu Santo. “¡Dóname el Espíritu Santo!”. Y Jesús lo dice: “Aunque ustedes sean malos, saben dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre vuestro del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden”.

¡El Espíritu Santo! Tenemos que pedir que el Espíritu Santo venga a nosotros. ¿Pero para qué sirve el Espíritu Santo? Sirve a vivir bien, a vivir con sabiduría, con amor, haciendo la voluntad de Dios. ¡Qué linda oración sería, que en esta semana, cada uno de nosotros le pidiera al Padre: “Padre, dame el Espíritu Santo”.

La Virgen nos lo demuestra con su existencia, toda animada por el Espíritu de Dios. Nos ayuda ella a rezar al Padre unidos a Jesús, para vivir no de manera mundana, sino de acuerdo al Evangelio, guiados por el Espíritu Santo».+[/c]

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