Mons. Castagna: “Sin humildad no se logra la reconciliación y la paz”

Mons. Castagna: “Sin humildad no se logra la reconciliación y la paz”

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “sin humildad no se logra la reconciliación y la paz”, y consideró que para que los hombres logren su pleno desarrollo se “necesitan la asistencia pedagógica de las aulas, pero no basta la instrucción académica, se requiere un hábito virtuoso que arranque de la base imprescindible para obtener la sabiduría: la humildad”. “Sin ella se pierde irremediablemente la capacidad de aprender los rudimentos de la verdad”, advirtió, y recordó que humildad es “la contracara de la soberbia y, por ello, el antídoto contra el pecado del mundo”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “el pueblo regido por dirigentes virtuosos, especialmente dotados de la sabiduría, que los humildes obtienen, logra el éxito en su desarrollo y felicidad”, y lamentó que “la historia, ‘maestra de la vida’, aparece con el semblante entristecido por la desilusión y la tragedia”.

“Basta recorrer el siglo XX, con sus dos guerras mundiales y sus continuas agresiones a la paz y a la concordia de los diversos pueblos y naciones. Este siglo XXI, marcado por la drogadependencia, la delincuencia asesina y el terrorismo, no presenta una perspectiva mejor”, advirtió en la sugerencia para la homilía dominical.

“El desafío es enorme y urgen soluciones de fondo. Por algunos acontecimientos recientes, como la muerte violenta del padre Juan Viroche, advertimos que quienes se dedican a contrarrestar el flagelo del narcotráfico, se exponen a la persecución calumniosa y a la muerte cruenta”, sostuvo.

Por esto, el prelado consideró que es necesaria la presencia de la Iglesia en "situaciones desgarrantes como la del sacerdote tucumano y de su acongojado pueblo”, al afirmar que “el Evangelio es la única fuerza capaz de responder al dolor provocado por esta mortal epidemia. Es preciso que deje el cerco formal que construimos quienes, por negligencia o cobardía, no lo predicamos en su integridad. Nuestro mundo necesita el perdón de Dios y la recuperación de la salud perdida”.

Al referirse a la virtud de la humildad, cuestionó que en estos días “los bien pensantes la desechan como inútil y despreciable” y recordó que es “la contracara de la soberbia y, por ello, el antídoto contra el pecado del mundo”.

Por último, monseñor Castagna recordó al cardenal Carlo María Martini, a quien definió como “hombre santo y sabio”, quien dijo que él le aconsejaría al Papa la selección de “doce personas santas para gobernar con ellas la Iglesia. Así lo hizo Jesús con sus doce Apóstoles, excluyendo a Iscariote e incluyendo a Matías. La humilde docilidad caracteriza a quienes Cristo santifica y responsabiliza de la evangelización del mundo”.

Texto de la sugerencia

1.- Sin humildad no se logra la reconciliación y la paz. Muchos hombres disponen de capacidades intelectuales destacadas, hasta geniales. Para que logren su pleno desarrollo necesitan la asistencia pedagógica de las aulas. Pero, no basta la instrucción académica, se requiere un hábito virtuoso que arranque de la base imprescindible para obtener la sabiduría: la humildad. Sin ella se pierde irremediablemente la capacidad de aprender los rudimentos de la verdad. Para corroborar esta desalentadora conclusión no hace falta más que observar la metamorfosis producida en hombres y mujeres “superdotados”, que pierden la ocasión de obrar con sabiduría, a causa del cultivo indisimulable del engreimiento y de la soberbia. Jesús repetirá la constante sentencia de la Escritura: la soberbia conduce a la perdición y la humildad al encumbramiento de la Vida Eterna. La parábola que Jesús expone, en sus breves versículos, presenta una radiografía de personajes contrapuestos.

2.- Una parábola ejemplar. El fariseo, hombre religioso y cumplidor de todos los preceptos establecidos por la Ley mosaica, se volvió despreciable a los ojos de Dios por falsificar la verdadera religión. Ocupa un lugar destacado en el Templo, desde el que intenta convencer a Dios que es el mejor de los hombres, e incluye - en su grandilocuente plegaria - una desagradable alusión al publicano que, en el rincón más oscuro del mismo Templo, se humilla y confiesa su pecado. Allí se dan las dos actitudes antagónicas, que divide en dos toda comunidad humana: la soberbia, de quienes se apoderan de los controles de la sociedad, para su injusto predominio sobre los demás, y la humildad que inspira el silencio y el desinteresado servicio hacia los más pobres y descalificados. La sentencia, con la que el Señor cierra la parábola, no deja margen a la duda: “Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”. (Lucas 18, 14) En diversas ocasiones nos hemos detenido a reflexionar sobre la importancia de la humildad. Advierto que el tema no ha tenido mucho eco entre los pacientes lectores de estas sugerencias. Comprendo que son bastante indigestas, en cuanto a su forma y contenido. Es preciso poner mucho de sí en la práctica de esta virtud. Duele al autorreferente ser humilde, por eso es virtud de pocos.

3.- El pueblo necesita dirigentes virtuosos. Un pueblo regido por dirigentes virtuosos, especialmente dotados de la sabiduría, que los humildes obtienen, logra el éxito en su desarrollo y felicidad. La ciencia y la técnica, aunque hayan conseguido espectaculares resultados, se desorientarán - hasta causar graves infortunios a la humanidad - sin científicos y técnicos virtuosos. La historia, “maestra de la vida”, aparece con el semblante entristecido por la desilusión y la tragedia. Basta recorrer el siglo XX, con sus dos guerras mundiales y sus continuas agresiones a la paz y a la concordia de los diversos pueblos y naciones. Este siglo XXI, marcado por la droga dependencia, la delincuencia asesina y el terrorismo, no presenta una perspectiva mejor. El desafío es enorme y urgen soluciones de fondo. Por algunos acontecimientos recientes, como la muerte violenta del padre Juan Viroche, advertimos que quienes se dedican a contrarrestar el flagelo del narcotráfico, se exponen a la persecución calumniosa y a la muerte cruenta. ¡Qué necesaria es la presencia de la Iglesia en situaciones desgarrantes como la del sacerdote tucumano y de su acongojado pueblo! El Evangelio es la única fuerza capaz de responder al dolor provocado por esta mortal epidemia. Es preciso que deje el cerco formal que construimos quienes, por negligencia o cobardía, no lo predicamos en su integridad. Nuestro mundo necesita el perdón de Dios y la recuperación de la salud perdida.

4.- Que nos gobiernen los humildes sabios. Cierro esta reflexión con el tema de la parábola que la ha inspirado. Me refiero a la humildad. Muchas veces me he preguntado por qué Dios la considera principal virtud, mientras los bien pensantes de la hora actual la desechan como inútil y despreciable. Es la contracara de la soberbia y, por ello, el antídoto contra “el pecado del mundo”. Recuerdo que el recordado Cardenal Martini, hombre santo y sabio, declaró, en una de sus últimas intervenciones mediáticas, que aconsejaría al Papa la selección de doce personas santas para gobernar con ellas la Iglesia. Así lo hizo Jesús con sus doce Apóstoles, excluyendo a Iscariote e incluyendo a Matías. La humilde docilidad caracteriza a quienes Cristo santifica y responsabiliza de la evangelización del mundo.+

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