Un millón de fieles participaron de la misa del Papa en Milán

Milán (Italia) (AICA): Un millón de fieles asistieron este sábado a la misa del papa Francisco en el parque de Monza, cerca de Milán, según indicó la arquidiócesis local. El pontífice, que celebra una visita de un día a la capital económica de Italia, presidió una misa multitudinaria al aire libre amenizada por 9.000 cantantes de coro. “Un pueblo formado por mil rostros, historias y orígenes, es un pueblo multiétnico y multicultural. Esa es nuestra riqueza. Un pueblo así debe hospedar al diferente, integrarlo con respeto y creatividad y celebrar la novedad que proviene del otro”, dijo el Papa en su homilía, ante cientos de familias, muchas de ellas extranjeras, en general emigrantes de varias nacionalidades que trabajan en el norte industrializado de Italia.
Un millón de fieles asistieron este sábado a la misa del papa Francisco en el parque de Monza, cerca de Milán (norte de Italia), según indicó la arquidiócesis local.

El pontífice, que celebra una visita de un día a la capital económica de Italia, se trasladó en automóvil a Monza, a 20 kilómetros, para esa misa multitudinaria al aire libre amenizada por 9.000 cantantes de coro.

“Un pueblo formado por mil rostros, historias y orígenes, es un pueblo multiétnico y multicultural. Esa es nuestra riqueza. Un pueblo así debe hospedar al diferente, integrarlo con respeto y creatividad y celebrar la novedad que proviene del otro”, dijo el Papa en su homilía, ante cientos de familias, muchas de ellas extranjeras, en general emigrantes de varias nacionalidades que trabajan en el norte industrializado de Italia.

En el día que la Iglesia celebra la Anunciación del Señor, el papa Francisco señaló en su homilía que “La Anunciación es el anuncio más importante de nuestra historia” porque genera “vida“ y “esperanza”, dijo el Papa.

Francisco entonces se preguntó qué hacer para vivir la alegría del Evangelio y tener esperanza cristiana, a lo que respondió con tres puntos: Evocar la memoria; Pertenencia al pueblo de Dios y la posibilidad de lo imposible.

El Santo Padre explicó que “lo primero que hace el ángel es evocar la memoria, abriendo así el presente de María a toda la historia de la salvación”. “También nosotros somos invitados hoy a hacer memoria, a mirar nuestro pasado para no olvidar de dónde venimos. Para no olvidarnos de nuestros antepasados, de nuestros abuelos y de todo aquello que han pasado para llegar donde estamos hoy”.

En definitiva, “evocar la memoria es el mejor antídoto a nuestra disposición frente a las soluciones mágicas de la división y del distanciamiento”.

En segundo lugar, el pontífice explicó que “nos hará bien recordar que somos miembros del pueblo de Dios. Un pueblo formado por miles de rostros, historias y proveniencias, un pueblo multicultural y multiétnico. Esta es una de nuestras riquezas”.

Y en tercer lugar “cuando creemos que todo depende exclusivamente de nosotros permanecemos prisioneros de nuestras capacidades, de nuestras fuerzas, de nuestros horizontes miopes” pero “cuando nos disponemos a dejarnos ayudar, a dejarnos aconsejar, cuando nos abrimos a la gracia parece que lo imposible comienza a ser realidad”. Francisco aseguró que “Dios continúa buscando aliados, continúa buscando hombres y mujeres capaces de creer, capaces de hacer memoria, de sentirse parte de su pueblo para cooperar con la creatividad del Espíritu”.

Por otro lado, el Santo Padre dijo que en la Anunciación se pone de manifiesto que “Dios se hará carne para caminar junto a nosotros desde el seno de su Madre”.

“Ya no habrá más un lugar reservado a pocos mientras la mayoría permanece esperando fuera. Nada y ninguno le será indiferente, ninguna situación será privada de su presencia: la alegría de la salvación tiene inicio en la vida cotidiana de la casa de una joven de Nazaret”, aseguró.

El Papa también dijo que “Dios mismo es el que toma la iniciativa y elige entrar, con ha hecho María, en nuestras casas, en nuestras luchas cotidianas, llenas de ansias y junto a nuestros deseos”.

Este anuncio es “una alegría que genera vida, que genera esperanza, que se hace carne en el modo en el que miramos al mañana, en la actitud con la cual vemos a los otros. Una alegría que se convierte en solidaridad, hospitalidad, misericordia hacia todos”.

No obstante, existe la posibilidad de “desconcierto” porque “mientras el dolor llama a muchas puertas, mientras en tantos jóvenes crece la insatisfacción por la falta real de oportunidades, la especulación abunda”.

“Ciertamente, el ritmo vertiginoso al que estamos sometidos parece querer robarnos la esperanza y la alegría”, advirtió.

Francisco señaló que cuando todo se acelera para construir una sociedad mejor, “al final no hay tiempo para nada y para nadie”, o sea una de las paradojas más evidentes del mundo contemporáneo, porque “el ritmo vertiginoso al cual estamos supeditados parecería robarnos la esperanza y la alegría”, dijo.

El Papa invitó así a “saber ‘perder el tiempo’ para la familia, para la comunidad, para la amistad, para la solidaridad y para la memoria”. Y a preguntarnos ¿cómo es posible vivir la alegría del Evangelio hoy en el interior de nuestras ciudades? ¿Es posible la esperanza cristiana en esta situación aquí y ahora?

Dos preguntas que “tocan nuestra identidad, la vida de nuestras familias, de nuestros pueblos y ciudades. Tocan a nuestros hijos, a nuestros jóvenes”. Porque “no podemos y no queremos quedarnos delante de tantas situaciones dolorosas como meros espectadores que miran al cielo esperando que deje de llover”. O sea “con la audacia de quien sabe que la alegría de la salvación toma forma en la vida cotidiana en la casa de una joven de Nazaret”.

El Papa indicó también que “se especula sobre la vida, el trabajo, la familia. Se especula sobre los pobres, migrantes; se especula sobre los jóvenes y su futuro”. Y añadió que “todo parece reducirse a cifras, dejando que la vida cotidiana de tantas familias se tiña de precariedad y de inseguridad”.

Recordando a Nazaret, un pueblo perdido en Palestina, donde se registró la anunciación del ángel a María, el Papa indicó que el nuevo encuentro de Dios con su pueblo se realizará en lugares que no esperamos, en los márgenes, en las periferias. “Dios toma la iniciativa y decide insertarse, como hizo con María, en nuestras casas, en nuestras luchas cotidianas”. O sea “en el interior de nuestras ciudades, plazas, hospitales que se realiza el anuncio más bello que podemos escuchar: ‘¡Alégrate, el Señor está contigo’”. Una alegría “que se vuelve solidaridad, hospitalidad, misericordia hacia todos”.+

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