Cuaresma: Dejar atrás toda soberbia para servir a Dios entre los más pobres

Buenos Aires (AICA): El obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, presidió el 14 de febrero en la catedral metropolitana de Buenos Aires la misa con motivo del Miércoles de Ceniza y dio inicio, de este modo, al tiempo de Cuaresma. En su homilía, llamó a no buscar otra mirada que la del Padre misericordioso y a empezar un camino que deje atrás toda soberbia para poder servir a Dios entre los más pobres y pequeños.
Con una misa en la catedral metropolitana de Buenos Aires, el obispo auxiliar de la arquidiócesis, monseñor Gustavo Carrara, celebró el Miércoles de Ceniza y el comienzo del tiempo cuaresmal.

“Comenzamos hoy, Miércoles de Ceniza, el camino de la Cuaresma, cuarenta días preparando el corazón para celebrar la semana más importante de nuestra fe, la Semana Santa. Celebraremos que Jesús nos amó y nos salvó”, comenzó el prelado su homilía.

Monseñor Carrara advirtió que, si por alguna razón nuestro corazón se ha vuelto “frío e insensible”, el fuego de la Pascua es “una oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo”.

Citando al papa Francisco, afirmó que “al crecer la maldad en nuestro mundo, se enfría el amor de la mayoría”. En ese sentido, recordó que “la misericordia de Dios nunca se apaga”, y llamó a vivir “bajo la mirada del Padre misericordioso”.

“Muchas veces buscamos miradas que nos reconozcan y nos olvidamos que no hay mirada más linda y más respetuosa de nuestra dignidad que la de Dios Padre”, afirmó.

“Jesús dice: cuando ores, cuando des limosna, cuando ayunes, no busques otra mirada que la del Padre misericordioso. La oración, la limosna y el ayuno son dulce remedio en este tiempo de Cuaresma para nuestro corazón que se ha enfriado”, añadió monseñor Carrara.

Teniendo en cuenta el mensaje de Cuaresma del Santo Padre, el prelado destacó que el hecho de dedicar más tiempo a la oración “hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios”.

En segundo lugar, recordó que el ejercicio de la limosna “nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y así él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano”.

Finalmente, aseguró que el ayuno “debilita nuestra violencia, nos desarma y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios”.

“Un día de ayuno nos ayudará a intuir algo de lo que siente una mamá que no come, para que puedan comer sus hijos. Empezamos hoy un camino, se nos impone la ceniza, queremos dejar atrás toda soberbia”, sostuvo el obispo, confesando ante el Padre misericordioso: “Señor tu pueblo ha pecado. Se ha enfriado su corazón. Se ha apagado el deseo de servirte entre los más pobres y pequeños. Se ha apagado la pasión por anunciar la alegría del Evangelio. Sabemos que no todo está perdido, porque Dios no se cansa de perdonar –a veces nosotros de pedir perdón- y su fuego puede encender nuestro corazón, devolviéndole su capacidad de amar”, concluyó.+

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