Con mis hijos no te metas, ante el Congreso Nacional

Con el lema “Con mis hijos no te metas”, miles de personas se concentraron el domingo por la tarde frente al Congreso nacional para expresar su rechazo a la ideología de género en la educación de niños y jóvenes.

Numerosas personas, en muchos casos unidas en grupos familiares de padres, hijos y abuelos, se hicieron presentes para manifestarse por la vida y la familia, y contra la imposición de la ideología de género en la enseñanza de educación sexual integral. Entre muchos carteles, en su mayoría no hechos en serie sino a mano, uno decía: “Yo marcho por mis nietos”, con sus nombres: Valen, Guadalupe, Camila, Coco…

“Los hijos no son del Estado”, “Los que me querían matar ahora me quieren educar”, “Sí biología, no ideología”, “No a la dictadura de género”, “¡Sí a la vida! No a la cultura de la muerte”, “No te metas con mi familia”, “Con mis nietos, mis sobrinos, mis ahijados no te metas”, eran algunas leyendas.

En las pancartas predominaban los colores rosa y celeste. En la reja del monumento a los dos Congresos, en la plaza del Congreso, una gran bandera argentina decía “Abogados por la vida”. Entre la gente, otra larga bandera argentina ponía “Médicos por la vida”. Otra gran bandera decía Frente Federal Familia y Vida.

Preguntando, se advertía que había gente de distintos lugares de procedencia. Diego Blasco, abogado, había venido de Pilar con su esposa, Ángeles, y dos hijas. Lucas, de 18 años, estudiante de técnico electrónico, bajista en una banda de música, había venido con otros miembros de la iglesia evangélica Fuente de Vida, de Virreyes. Micaela, de 18 años, estudiante de medicina en la UBA, tenía una remera negra con la leyenda “SIN LIMITES. Adoradores en acción”. Venía con otras personas de la iglesia del Puente, de Quilmes. Le preocupaba que tomen como algo normal en los colegios acciones que alteran la naturaleza: “Los chicos salen traumados”, dijo. Jesús Aguilar, del barrio del Abasto, de otra iglesia evangélica, tocaba un cuerno de carnero, shofar, según explicó, “para que caiga la ideología de género”. Cristina del Rosario, una joven de la parroquia San Pedro González Telmo, de ese barrio porteño, comentó que ella venía haciendo un “trabajo de hormiga” por la vida y contra el aborto y que el 4 de agosto se unió a una agrupación pro vida por wasap: “Ahora estoy con otros”, dijo. Y señaló que había acampado ante el hospital Rivadavia como un gesto para evitar un aborto que lamentablemente se perpetró.


Alejandro Ocampo comentó que era el segundo de doce hijos y recordó la formación en valores en la que los educaron sus padres. Él trabajó 50 años en la actividad pesquera: fue estibador, guinchero, empleado, gerente y finalmente Ceo de la mayor empresa pesquera del país, que tenía 1850 empleados y trabajaba en blanco. No ocultó su decepción por la posición tomada por altos miembros del gobierno, a los que conocía de antes, sobre la vida por nacer y la familia. Y evocó a un tío suyo, hermano de su madre, el recordado obispo de Neuquén monseñor Jaime de Nevares.

Había algunas imágenes religiosas, pero no muchas, y también varios sacerdotes, con rosarios, rezando sobre una pequeña tarima. En un poste, una imagen de la Virgen de Fátima decía: “Al final mi Inmaculado Corazón triunfará”. No faltaba tampoco una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Los presentes, que llenaban el espacio entre el Congreso y el monumento, cantaron a capella el Himno nacional, que se fue difundiendo entre la concurrencia sin que nadie lo guiara. Ahora, muchos ni se percataron de que hubo discursos en un pequeño palco levantado junto a la verja del Congreso. Los altavoces apenas se oían alrededor de ese sitio. Allí hablaron, entre otros, el médico ginecólogo de Cipolletti, Río Negro, enjuiciado por negarse a hacer un aborto a una criatura de cinco meses, Leandro Rodríguez Lastra, y la médica platense Chinda Brandolino.

El palco era una tarima de madera de dos metros por cinco, a una altura de apenas un metro. Una instalación modestísima que daba cuenta de la carencia de medios de quienes convocaron a una concurrencia numerosa. “Nos quedamos cortos. Es mucho más de lo que esperábamos. Superó las expectativas”, reconoció Alejandro de León, uno de los organizadores, evangélico, de pie sobre el endeble palco, cuando se le dijo que a cien metros de allí no se oía nada. Junto a él estaba un veterano dirigente bautista, Néstor Mercado, que acababa de volver de una reunión internacional con otros líderes pro vida. Mientras comentaba eso empezaron a pasar frente al Congreso centenares de fieles católicos peruanos, muchos con trajes morados característicos de la cofradía del Señor de los Milagros, que se dirigieron por la avenida Callao hacia la basílica de la Piedad, en Bartolomé Mitre, abriéndose paso despaciosamente entre la multitud del acto que concluía.


Había pocos y sencillos puestos desmontables: de la organización civil Más Vida, de la revista Familia y Vida “primera revista pro vida nacional”, de otros grupos por la vida y también de algunas agrupaciones políticas en formación enfiladas en la línea provida y crecidas en relación con las últimas movilizaciones, como la lucha contra el aborto: el Partido Celeste, encabezado por Raúl Magnasco, de 39 años; el Partido por la Vida –entre otros, distribuía unos volantes José María Sacheri, hijo del filósofo tomista asesinado por la guerrilla en 1974 y que promueve acciones de reconciliación entre todos los afectados por la lucha fratricida de esos años-; el Partido Libertario –“Creemos en la libertad de los padres en la educación de sus hijos”, apuntó Brian Chávez, de 20 años, de Morón, que estaba con otros jóvenes compañeros.

También elevaban banderas integrantes de otros movimientos que se añadieron pero no dieron la tónica de la reunión, marcada por muchos grupos familiares sueltos, que conversaban tranquilamente. Hubo pocos cánticos comunes o estribillos, pasajeros. Un dirigente político que se vio, saludado por muchos, era el diputado nacional salteño Alfredo Olmedo, de confesión evangélica, con su característica campera amarilla.

Un cartel ponía de manifiesto el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: “Los Estados partes en el presente pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales para garantizar que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

“No se puede luchar contra la biología toda la vida”, comentó en un grupo hacia el final la abogada Florencia Critto. Contrapuso la delicadeza con la que a mujeres en la menopausia se administran hormonas para superar algunos problemas, a la increíble ligereza con que se están favoreciendo tratamientos hormonales a adolescentes de 13 años en proporciones altas sin medir efectos colaterales de trombosis y otras dolencias físicas y psicológicas, empleando decenas de miles de dólares, al mismo tiempo que se limitan las raciones alimenticias que se dan en los hospitales. Citó estadísticas de suicidios y distintas afecciones sobrevenidas a quienes han pasado por mutilaciones e intervenciones de este tipo en países nórdicos europeos, donde las condiciones hospitalarias son mucho mejores.

Omar Fajardo, de 47 años, ingeniero electrónico, de Atucha, acompañado por su esposa y tres hijos, llevaba un cartel hecho a mano con varias leyendas: “Dios pensó en cada mujer desde el inicio de la Creación, ¡Gracias, Dios mío!”, “Políticos corruptos libres. Rodríguez Lastra, por cumplir con su deber, acusado. Y los medios ¿dónde están?”.

Al retirarse, Emanuel, empleado, de 30 años, y su esposa Mercedes, con su hijito Elías, que viven en el conurbano bonaerense, comentaron por qué habían venido: “No queremos ideología de género. Queremos ser nosotros los que eduquemos a nuestros hijos y mostrarles qué pensar o no”. Tienen otra hija, Lucía, ya en primer año del secundario en una escuela pública. No ha tenido problemas hasta ahora pero dijeron que saben que en otros colegios “ya están actuando” adoctrinando a los chicos en la ideología de género. Cerca, un cartel decía: “Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”.+ (Jorge Rouillon)

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