Mons. Castagna advirtió sobre el desprecio a las enseñanzas evangélicas

Mons. Castagna advirtió sobre el desprecio a las enseñanzas evangélicas

Corrientes (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “el desprecio a las enseñanzas evangélicas, que la Iglesia debe padecer, cuando se dispone a presentar el Magisterio de su Señor, salta a la vista de manera inmediata”, y lo atribuyó a “una callada - a veces explícita - confabulación entre algunos filósofos, políticos e informantes mediáticos de gran influencia en la opinión pública”.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que la fe en Cristo y sus enseñanzas constituyen “la condición indispensable para quienes están dispuestos a seguirlo y lograr su salvación” y advirtió que “el daño mayor, padecido por muchos bautizados contemporáneos, es la debilidad o ausencia de fe en la Persona de Cristo y en su palabra”.

“La fe supone la acción del arduo y riesgoso ministerio apostólico, y de la Iglesia, mediante la ‘pobreza o necedad’ de la predicación, continuamente bloqueada hoy por el misterio del mal, presente e inexplicablemente activo en el mundo. Acaso ¿no es así?”, se preguntó en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado afirmó que “el desprecio a las enseñanzas evangélicas, que la Iglesia debe padecer, cuando se dispone a presentar el Magisterio de su Señor, salta a la vista de manera inmediata”.

“Se ha producido una callada - a veces explícita - confabulación entre algunos filósofos, políticos e informantes mediáticos de gran influencia en la opinión pública. No es justo generalizar, pero, tampoco lo sería al ocultar cierta mugre ‘intelectual’ debajo de la alfombra”, aseveró.

“No es honesto ceder a la presión de los poderosos, que intentan imponer sus criterios, prescindentes u opuestos a la fe de un pueblo mayoritariamente religioso, para obtener más poder económico o político”, sostuvo, y subrayó: “Se llama: oportunismo (de diversa calificación)”.

Texto de la sugerencia

1.- Hoy se ha cumplido lo prometido. Lucas es el evangelista de la infancia de Jesús, y de su identificación como Mesías, ante el pueblo reunido cada sábado en la Sinagoga para escuchar la Palabra, prestarle atención y actualizarla. Para ello, un miembro de la comunidad es escogido por el Jefe de la Sinagoga para leer el texto sagrado e interpretarlo. En esta ocasión Jesús es el elegido. Isaías es el profeta que, con mayor exactitud, anticipa los rasgos mesiánicos que Jesús hará manifiestos durante su vida, tanto hogareña como misionera. Es entonces cuando, en base a la lectura del Profeta, revela su cumplimiento: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”. La secuencia de este texto es una descripción, de extraordinaria fidelidad, que revela la persona y el mesianismo de Jesús. Su comentario constituye una presentación de sí, breve e inconfundible: “Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. (Lucas 4, 18-21)

2.- La ausencia actual de fe en Cristo. Su palabra, luego ratificada por los hechos, no deja lugar a la duda en la confesión pública de su identidad humano-divina. La fe en Él, y en su enseñanza, constituye la condición indispensable para quienes están dispuestos a seguirlo y lograr su salvación. El daño mayor, padecido por muchos bautizados contemporáneos, es la debilidad o ausencia de fe en la Persona de Cristo y en su palabra. En un momento crítico de su relación con el pueblo, formula cierta humana duda: “Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (Lucas 18, 8) La fe supone la acción del arduo y riesgoso ministerio apostólico, y de la Iglesia, mediante la “pobreza o necedad” de la predicación, continuamente bloqueada hoy por el misterio del mal, presente e inexplicablemente activo en el mundo. Acaso ¿no es así? El desprecio a las enseñanzas evangélicas, que la Iglesia debe padecer, cuando se dispone a presentar el Magisterio de su Señor, salta a la vista de manera inmediata. Se ha producido una callada - a veces explícita - confabulación entre algunos filósofos, políticos e informantes mediáticos de gran influencia en la opinión pública. No es justo generalizar, pero, tampoco lo sería al ocultar cierta mugre “intelectual” debajo de la alfombra. No es honesto ceder a la presión de los poderosos, que intentan imponer sus criterios, prescindentes u opuestos a la fe de un pueblo mayoritariamente religioso, para obtener más poder económico o político. Se llama: oportunismo (de diversa calificación).

3.- Creer en Cristo es observar su enseñanza. La breve “homilía” de Jesús causa un impacto notable en aquellos comarcanos suyos. No soportan que Jesús, hijo adulto de una conocida familia de Nazaret, manifieste tanta sabiduría y poder. Para entenderlo, sin duda, es preciso creer en Él y estar dispuesto a observar su doctrina. El rechazo que Jesús sufre entonces se repite hoy, en circunstancias distintas y con otros protagonistas. El repudio a que es sometida la fe católica - que el magisterio de la Iglesia sostiene con fortaleza apostólica - es la reiteración del rechazo de aquellos incrédulos de la sinagoga de Nazaret; rechazo hoy sostenido por los nuevos agnósticos, ateos e indiferentes, con la complicidad de algunos responsables de la política, la economía y muchos medios de la comunicación. La perseverancia, en la exposición de la Verdad, sufre la oposición sistemática del mal, perfectamente identificado por sus frutos de división y de muerte. La lucha es cruenta, y, por momentos, sangrienta y despiadada. El discurso auto referencial echa mano a la violencia y a la intolerancia para imponer sus propios términos, y establecer sus insostenibles parámetros. Se malgasta el tiempo en paneles y controversias dialécticas para ahondar las grietas y derribar todos los puentes de comunicación entre las personas y sectores.

4.- Es Dios entre nosotros. Hoy se cumple todo lo que ha soñado el pueblo elegido, y han formulado sus inspirados profetas y santos patriarcas. Ha llegado el “Enviado”, que no es uno más, en el elenco prestigioso encabezados por Abraham, Moisés y Jacob. El Mesías no es “uno de los profetas”, es Dios mismo entre los hombres, identificado por el Ángel de Dios a José: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel. (Isaías 7, 14) que traducido significa “Dios con nosotros”. (Mateo 1, 23) Cristo es el “Emanuel” que hoy, a causa de la Resurrección, se constituye en la salvación de un mundo que, afectado por la maldad y el error, necesita recorrer el sendero que lo conduzca a la Verdad y a la Vida. Es éste el hecho, que trasciende todo discurso, por más hábil que sea, si no es capaz de expresar esa necesidad existencial.+

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