El Papa comentó sobre el Evangelio de este domingo, que narra que cuando Jesús, respondiendo a uno que le pregunta si “esos son pocos” los que se salvan, Jesús “da vuelta la pregunta al revés, señalando más que en la cantidad: ¿son pocos?'- y en su lugar coloca la respuesta en términos de responsabilidad, invitándonos a usar bien el tiempo presente. De hecho, él dice: “Esfuércese por entrar por la puerta angosta, porque muchos, le digo, intentarán ingresar, pero no lo lograrán”.
“Jesús -continuó el Papa- nos dice las cosas como son: el pasaje es estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para ser salvados, uno debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha” porque es exigente, el amor siempre es exigente, requiere compromiso, de hecho, “esfuerzo”, que es una voluntad decidida y perseverante de vivir según el Evangelio. San Pablo lo llama “la buena batalla de la fe”. Se necesita el esfuerzo de cada día, todo el día para amar a Dios y a los demás “.
Luego, explicando la parábola, en la que el maestro cierra la puerta y los que quedan afuera son rechazados, Francisco señaló: “Estas personas tratarán de darse a conocer, recordando al propietario que ha comido y bebido con él y que ha escuchado sus enseñanzas en público. Pero el Señor repetirá que no los conoce y los llama “trabajadores de la injusticia”. ¡Aquí está el problema! El Señor no nos reconocerá por nuestros títulos, los títulos no cuentan: el Señor nos reconocerá solo por una vida humilde y buena, una vida de fe que se traduzca en obras “.
“Para nosotros los cristianos, concluyó, esto significa que estamos llamados a establecer una verdadera comunión con Jesús, orando, yendo a la iglesia, acercándonos a los sacramentos y alimentándonos con su Palabra. Esto nos mantiene en la fe, alimenta nuestra esperanza, revive la caridad. Y así, con la gracia de Dios, podemos y debemos pasar nuestras vidas por el bien de nuestros hermanos, luchar contra toda forma de maldad e injusticia”.
“Que la Virgen María nos ayude en esto. Ella atravesó la estrecha puerta que es Jesús, lo recibió con todo su corazón y lo siguió todos los días de su vida, incluso cuando no lo entendió, incluso cuando una espada atravesó su alma. Por esta razón la invocamos como “Puerta del Cielo”; una puerta que sigue exactamente la forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, exigente, pero abierta a todos”.
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