Sínodo de la Amazonía, modelo de defensa de la vida, la tierra y las culturas

La Comisión Nacional de Justicia y Paz (CNJyP) agradeció al Señor la realización del Sínodo de la Amazonía, que preside en el Vaticano el papa Francisco, y pidió oraciones hasta el 27 de octubre, fecha de su conclusión, para que la asamblea de obispos dé sus frutos para la evangelización de esta región.

“Unidos en oración con todos los pueblos de América del Sur, pidamos cotidianamente al Señor por los frutos del Sínodo para la Amazonía, en su propósito de convertirla en un modelo de defensa y desarrollo de la vida, la tierra y las culturas”, sostuvo en un mensaje el organismo de la Conferencia Episcopal Argentina, integrado mayormente por laicos.

Texto del mensaje
El 6 de octubre, iniciaron las sesiones del Sínodo para la Amazonia. El Señor ha regalado al mundo del Siglo XXI una extraordinaria oportunidad para proponer nuevos caminos para la Iglesia y para una nueva sociedad humana, fundada en una ecología integral, que proteja -simultáneamente- a las personas y a la naturaleza. Por eso, queremos repetir con San Francisco ¡Alabado seas mi Señor!

La Amazonia es el bosque tropical más extenso del mundo, con 7.500.000 km2 de superficie. Representa el 43 % del territorio de América del Sur. Incluye partes de Guyana, Surinam, Guayana (colonia francesa), Venezuela, Ecuador, Colombia, Bolivia, Perú y Brasil. Registra el 35 % de las lluvias, el 20% del agua dulce no congelada y del oxígeno del planeta, el 34% de los bosques primarios, el 30% de la fauna y el 50% de la flora del mundo. Es decir que, constituye una región única en el mundo por su biodiversidad y por su capacidad de regular el clima de una vasta porción del planeta. Baste recordar que las lluvias que hacen que nuestra pampa sea húmeda y fértil y no árida, se originan en la Amazonia.

En esa inmensa región viven 35.000.000 de personas, de diversos orígenes y culturas. El 75% vive en ciudades y una parte significativa en las periferias pobres de esas ciudades. De esos 35.000.000, 3.000.000 son indígenas amazónicos, de 390 pueblos, de los cuales 130 viven en aislamiento voluntario.

En muchas comunidades de la Amazonia conviven en forma armoniosa la mayoría de las personas, de diversos orígenes -descendientes de varias generaciones de africanos, portugueses y migrantes de muchas otras regiones del planeta- junto con miembros de pueblos originarios. Esas numerosas comunidades constituyen un llamado a la convivencia en el respeto mutuo, el enriquecimiento recíproco y la integración en la diversidad. Y expresan -simultáneamente- la identidad latinoamericana, uno de cuyos rasgos es la unidad en la diversidad, fruto del proceso de inculturación del Evangelio, que tanto conmovió a San Juan Pablo II y culminó en la canonización de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América. Asimismo, expresado por Benedicto XVI en el santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, patrona de Brasil.

Agradecemos a los pueblos originarios de la Amazonia y a las comunidades que conviven fraternalmente con ellos, por haber protegido esa enorme riqueza biológica, cultural y espiritual, trayéndola viva casi hasta nuestros días. Entre ellos y siguiendo a Francisco, homenajeamos a los pueblos Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún y Wampís.

La sabiduría y conocimiento de esos pueblos acerca de la armonía que el hombre debe guardar con Dios y la naturaleza, se expresará en el Sínodo a través de sus obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, laicos y laicas. Y también la riqueza de ese proceso de inculturación del Evangelio en las civilizaciones y culturas originarias de América, que dejó modelos tan significativos para el presente como las ciudades y pueblos guaranítico-jesuitas.

Del mismo modo, darán cuenta de las graves heridas que sufren la Amazonia y sus pueblos, por el neo-extractivismo del petróleo, el gas, la madera, el oro, los monocultivos agroindustriales, la minería ilegal y lo que es más grave, por la trata de personas: la mano de obra esclava y la esclavitud sexual y los programas de esterilización que promueven organizaciones internacionales, violentando a adolescentes y mujeres. Asimismo, denunciarán el daño que producen ciertas políticas que so pretexto de la conservación de la naturaleza, acaparan grandes extensiones de bosques y generan situaciones de opresión a los pueblos amazónicos, impidiéndoles el acceso a sus tierras y recursos naturales. Y, consecuentemente, afirmarán el derecho de los pueblos a los bienes y recursos de la tierra.

Nuestros obispos suramericanos presentarán, también, los extraordinarios y esforzados desarrollos comunitarios de los pueblos amazónicos –en fraterna convivencia de pueblos originarios y otros hombres y mujeres de buena voluntad- en materia de salud, creación de trabajo digno, escuelas, residencias de estudiantes, centros de investigación y promoción como el Centro Cultural José Pío Aza, el Caaap, el CETA, o importantes universidades interculturales como la Universidad Nopoki, dirigidas expresamente a la formación de los jóvenes de las diversas etnias de nuestra Amazonia. Este «buen hacer» va en sintonía con las prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos.

Estos desarrollos se han inspirado en el Evangelio. Cristo se encarnó en una cultura, la hebrea, entre las muchas que había en el mundo, y a partir de ella, se nos regaló como novedad a todos los pueblos del mundo, de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él. Trabajemos y oremos para que no prosperen los intentos de desarraigar la fe católica de los pueblos amazónicos. Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo.

Celebremos, por último, la participación en el Sínodo de un valioso grupo de obispos, sacerdotes y laicos argentinos, entre los que participan algunos que ya están preparando el Sínodo del Acuífero Guaraní. También la participación de obispos y sacerdotes africanos que preparan el Sínodo de la Cuenca del río Congo.

Unidos en oración con todos los pueblos de América del Sur, pidamos cotidianamente al Señor por los frutos del Sínodo para la Amazonía, en su propósito de convertirla en un modelo de defensa y desarrollo de la vida, la tierra y las culturas.

Informes: www.justiciaypaz.org.+

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