El Papa a obispos tailandeses: “Sean padres de su pueblo”

Bangkok (Tailandia) (AICA): El papa Francisco exhortó a los obispos tailandeses a “no clericalizar la misión y mucho menos a los laicos”, “tener siempre abierta la puerta para sus sacerdotes” y “no buscar otras manos que no sean las de Dios”. También les agradeció “ir adelante, anunciar, sembrar, rezar, y esperar” y que hagan todo esto “sin perder la alegría”.
“Recordemos que nosotros también somos parte de este pueblo; no somos los patrones, somos parte del pueblo y fuimos elegidos como servidores, no como dueños o amos”, pidió el papa Francisco a los obispos de Tailandia y de la Federación de las Conferencias Episcopales Asiáticas en el encuentro con ellos en el santuario del Beato Nicolás.

El pontífice pidió a los obispos que pongan este encuentro bajo la mirada del beato Nicolás Bunkerd Kitbamrung, para que su ejemplo impulse en ellos “un gran celo por la evangelización en todas las Iglesias locales de Asia” y puedan ser, cada vez más, “discípulos misioneros del Señor”.

Asimismo, recordó la Asamblea General de la Federación de Conferencias de los Obispos de Asia que tendrá lugar en 2020, en el cincuentenario de su fundación, asegurando que es una buena ocasión para “volver a visitar estos “santuarios” donde se custodian las raíces misioneras que marcaron estas tierras”.

El Papa explicó que una de las primeras enseñanzas recibidas nace de la confianza en saber que es precisamente el Espíritu Santo el primero en adelantarse: “El Espíritu Santo llega antes que el misionero y permanece con él”.

En su discurso, también puso en evidencia la multicultura y multireligiosidad que caracteriza a este continente, pero también la pobreza y explotación extendida a varios niveles: “Ustedes cargan sobre sus hombros las preocupaciones de sus pueblos, al ver el flagelo de las drogas y el tráfico de personas, la necesidad de atender un gran número de migrantes y refugiados, las malas condiciones de trabajo, la explotación laboral experimentada por muchos, así como la desigualdad económica y social que existe entre los ricos y pobres”.

Frente a esta realidad, el Papa los exhortó a aprender de los santos que les han precedido y que enfrentaron las dificultades propias de su época, pues ellos les van a permitir medir y evaluar el presente y su misión “desde una perspectiva mucho más amplia y transformadora”.

También habló de la misión, asegurando que ésta no consiste únicamente en “realizar proyectos” sino que requiere “una mirada y un olfato a cultivar” pero también “preocupación paternal y maternal”. “La misión es ciertamente amor por Jesucristo – continúo – pero al mismo tiempo es una pasión por su pueblo”.

En este sentido, Francisco marcó la importancia de ser fieles a la propia vocación “sin miedo a bajar a la calle y confrontarse con la vida misma de las personas que le fueron confiadas” y señaló como uno de los puntos más hermosos de la evangelización el hacernos cargo de que la misión confiada a la Iglesia no reside sólo en la proclamación del Evangelio, sino también en aprender a creerle al Evangelio y dejarse tomar y transformar por el.

“Cuantos hay que proclaman – proclamamos a veces, en momentos de tentación – el Evangelio, y no le creemos al Evangelio”, dijo el Papa y puntualizó: “Debemos aprender a quererle al Evangelio”.

Al final del discurso, el Papa subrayó como en estos países o regiones los cristianos “son minorías”, a veces –sostuvo – “ignoradas, obstaculizadas o perseguidas” y no por eso “se dejan llevar o contaminar por el síndrome de inferioridad o la queja de no sentirse reconocidos”.

“Ustedes saben muy bien lo que es una Iglesia pequeña en personas y recursos, pero ardiente y con ganas de ser instrumento vivo del compromiso del Señor con todas las personas de vuestros pueblos y ciudades”, añadió. Es por ello que el Papa les agradeció “ir adelante, anunciar, sembrar, rezar, y esperar” y todo esto lo hacen “sin perder la alegría”.

Antes de terminar, Francisco invitó a los obispos a “tener siempre abierta la puerta para sus sacerdotes”.

“No olvidemos que el prójimo más prójimo del obispo es el sacerdote. Estén cerca de ellos, especialmente cuando los vean desanimados o apáticos, que es la peor de las tentaciones del demonio. y háganlo no como jueces sino como padres, no como gerentes que se sirven de ellos, sino como auténticos hermanos mayores”, les pidió, y completó: “No busquen otras manos que no sean las de Dios”.+

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