Ángelus: no basta con creer en Dios, es necesario purificar nuestra fe todos los días
Y Francisco, luego de rezar la oración mariana, los invitó a alzar las estatuillas, y las bendijo “de corazón”. “El pesebre –agregó- es como un Evangelio vivo. Mientras contemplamos la escena de la Navidad, se nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquél que se hizo hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama a tal punto de unirse a nosotros, para que nosotros también podamos unirnos a Él”, expresó el pontífice.
Previo a ello, el pontífice había recordado que hoy, tercer domingo de Adviento, es conocido como el “de la alegría”. En este día, prosiguió, “la Palabra de Dios nos invita, por un lado, a la alegría; y por otro, a tomar conciencia de que la existencia también incluye momentos de duda, en los cuales cuesta creer. Alegría y duda, ambas son experiencias que forman parte de nuestra vida”, señaló.
A la explícita invitación a la alegría, del profeta Isaías: «Alégrense el desierto y la tierra árida, exulte y florezca la estepa», se contrapone, en el Evangelio, la duda de Juan El Bautista:«¿Eres tú el que debía venir, o debemos esperar a otro?”, explicó Francisco y añadió: “En efecto, el profeta ve más allá de la situación: frente a sí, ve gente desanimada: manos cansadas, rodillas que vacilan, corazones extraviados. Es la misma realidad que pone a prueba la fe en todas las épocas. Pero el hombre de Dios mira más allá, porque el Espíritu Santo hace que su corazón sienta el poder de su promesa, y él anuncia la salvación”.
El Papa destacó que “el Adviento, tiempo de gracia, nos dice que no basta con creer en Dios: es necesario purificar nuestra fe todos los días”.
“Tenemos que prepararnos -indicó seguidamente- para dar la bienvenida, no a un personaje de cuento de hadas, sino al Dios que nos llama, nos involucra y ante quien se impone una elección: el Niño que yace en el Pesebre tiene el rostro de nuestros hermanos y hermanas más necesitados, de los pobres que son los privilegiados de este misterio y, a menudo, los que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros.
Que la Virgen María nos ayude, para que, a medida que se acerca la Navidad, no nos dejemos distraer por las cosas exteriores, sino que hagamos lugar en el corazón para recibir a aquél que ya ha venido y quiere venir una vez más a curar nuestros males y darnos su alegría”, concluyó el Papa. +
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