Mons. Castagna: “Juan identifica a Jesús y lo reconoce ante el mundo”

Mons. Castagna: “Juan identifica a Jesús y lo reconoce ante el mundo”

Corrientes (AICA): “Juan (Bautista) es como la réplica precursora de la muerte humillante de Jesús. Están tan unidos e inseparables como el Cuerpo y su sombra y como la Palabra y su voz. En la historia de la Redención no podemos pensar a Jesús sin María y, salvadas las distancias, no podemos imaginar a Jesús sin su precursor”, expresó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó de Juan el Precursor recibió la misión de dar testimonio de la llegada de Cristo” y destacó que “lo hace admirablemente bien”.

“Su contacto de hombre santo con Quien lo envía a ‘preparar los caminos del Señor’, le otorga gran capacidad de intuición sobrenatural, para un comportamiento humilde, en el rio Jordán; y también para identificarlo ante sus propios discípulos”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.

“La grandeza del Bautista no está en su figura hirsuta, en el rigor de su penitencia o en la fuerza de su palabra, sino en el poder de su humildad”, aseguró.

El prelado puntualizó que “a la llegada de Jesús, Juan se corre a un costado; sus discípulos lo abandonan y se van en pos del que conocen por expresa indicación del santo profeta”.

“Su ocaso es silencioso, solitario y sangriento. Muere por el capricho de una mujer despechada y frívola, y por la injusta sentencia de Herodes, que hizo pesar más el miedo al desprestigio ante sus cortesanos que a la verdad y a la justicia”, indicó.

“Juan es como la réplica precursora de la muerte humillante de Jesús. Están tan unidos e inseparables como el cuerpo y su sombra y como la Palabra y su voz (San Agustín). En la historia de la Redención no podemos pensar a Jesús sin María y, salvadas las distancias, no podemos imaginar a Jesús sin su precursor”, relacionó.

Texto de la sugerencia

1.- Juan Bautista, el Precursor. Juan el Bautista es uno de los protagonistas destacados en este Tiempo de Adviento. Jesús puede identificarse, como el Mesías prometido y esperado, gracias a que Juan prepara su llegada. En este texto de Mateo, después del relato del bautismo de Jesús en el Jordán, el Bautista envía a dos de sus discípulos a formularle una pregunta clave: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” La respuesta del Señor es clara y terminante. En ella se identifica, argumentalmente fundado en el Profeta Isaías: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres”. (Mateo 11, 3-5. Isaías 26, 19-29) De esta manera inaugura una forma de transmisión de la verdad no apoyada en la habilidad intelectual sino en el testimonio. Jesús, a través de sus gestos y palabras, muestra quien es y cuál es la procedencia de su singular misión entre los hombres. Los Profetas, particularmente el mencionado Isaías, describen con exactitud la fisonomía del Mesías prometido por Dios al hombre que ha sucumbido por causa de su actuar delictivo.

2.- La actualidad de cada Adviento. Cada Adviento, que hace memoria de la Encarnación y del Nacimiento del Hijo de Dios, manifiesta su indefectible actualidad descargando el contenido de su mensaje, como ungüento curativo, sobre la herida sangrante del mundo contemporáneo. No es el pasado nuestra preocupación, ni principalmente el futuro, sino el presente: consecuencia del pasado y anticipo responsable del futuro. El desarrollo del hombre - de todos los tiempos - pasa por nuestra conflictiva actualidad. El Adviento es actualidad que mira al futuro, pero, también es memoria de un acontecimiento pasado que, misteriosamente, se hace presente hoy como Salvación. El Hijo de Dios, que se encarna en María Virgen y nace en Belén, trasciende todos los tiempos – en virtud de la Resurrección - y se hace coetáneo de todos los seres humanos, hasta el fin de la historia. La Palabra de Dios, que la Iglesia debe administrar al mundo, es proclamada y celebrada sacramentalmente: ayer, hoy y siempre. Para ello será preciso no encerrar lo que exponemos y celebramos en ámbitos de incomprensible blindaje. Cristo vino y viene para todo el mundo, no para un reducido grupo de privilegiados. Durante su vida entre los hombres lo ha confirmado, alternando con los pecadores y marginados, con los pobres y enfermos: “No son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. (Marcos 2, 17)

3.- Identifica a Jesús y lo reconoce ante el mundo. Juan ha recibido la misión de dar testimonio de la llegada de Cristo. Lo hace admirablemente bien. Su contacto de hombre santo con Quien lo envía a “preparar los caminos del Señor”, le otorga gran capacidad de intuición sobrenatural, para un comportamiento humilde, en el rio Jordán; y también para identificarlo ante sus propios discípulos: “Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. (Juan 1, 29) La grandeza del Bautista no está en su figura hirsuta, en el rigor de su penitencia o en la fuerza de su palabra, sino en el poder de su humildad. A la llegada de Jesús, Juan se corre a un costado; sus discípulos lo abandonan y se van en pos del que conocen por expresa indicación del santo Profeta. Su ocaso es silencioso, solitario y sangriento. Muere por el capricho de una mujer despechada y frívola, y por la injusta sentencia de Herodes, que hizo pesar más el miedo al desprestigio ante sus cortesanos que a la verdad y a la justicia. Juan es como la réplica precursora de la Muerte humillante de Jesús. Están tan unidos e inseparables como el cuerpo y su sombra y como la Palabra y su voz (San Agustín). En la historia de la Redención no podemos pensar a Jesús sin María y, salvadas las distancias, no podemos imaginar a Jesús sin su Precursor.

4.- El más grande nacido de mujer. Este mismo texto nos sorprende con las declaraciones elogiosas de Jesús referidas al Bautista, su Precursor. No acostumbra hacerlo, si no encuentra un motivo para destacar virtudes modélicas en favor de sus discípulos: “¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Es aquel de quien está escrito: “Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino”. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”. (Mateo 11, 9-11) Quien es más que un profeta, y el más grande nacido de mujer, tiene un rival: “el más pequeño en el Reino” que - por esa razón - es más grande que Juan. Por más que busquemos y escudriñemos no encontraremos entre los mortales a un tal “pequeño”. Creo entender que es Jesús el más pequeño en el Reino. Eligió el último lugar y se presentó como uno más, “era de condición divina, no consideró esa igualdad con Dios” y “…se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres”. (Filipenses 2, 6-7) Para ser más grande - en humildad - que Juan es preciso ser pequeño con Jesús. Con mucha sabiduría Santa Edith Stein afirmaba: “Es más fácil dejarse crucificar con Cristo que hacerse pequeño con Él”.+

Let's block ads! (Why?)

Etiquetas:

Publicar un comentario

[facebook][blogger][disqus]

Diocesis de Celaya

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets