Mons. Castagna: “La presencia de Jesús da entidad indestructible a la familia”

Mons. Castagna: “La presencia de Jesús da entidad indestructible a la familia”

Rabat (Marruecos) (AICA): El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, aseguró que “la presencia de Jesús da entidad indestructible a la familia, ya que, por el don del Espíritu, asegura su estructura y garantiza su unidad y perennidad”. “La negación de la indisolubilidad del vínculo, consentida en nuestra sociedad con irreflexiva naturalidad, se apoya en desafortunadas situaciones personales”, sostuvo en su sugerencia para la homilía dominical.
“Desperdigadas se encuentran algunas virtudes, como en teoría y buena composición romántica, pero, sin el hilo conductor que las consolide: sin referencia a Dios, su Creador y Padre”, lamentó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, refiriéndose a la familia cristiana.

En su sugerencia para la homilía dominical, el prelado recordó que “la presencia de Jesús da entidad indestructible a la familia, ya que, por el don del Espíritu, asegura su estructura y garantiza su unidad y perennidad”.

“La negación de la indisolubilidad del vínculo, consentida en nuestra sociedad con irreflexiva naturalidad, se apoya en desafortunadas situaciones personales. Son consecuencias de falsos enfoques, de egoísmos - contaminantes del auténtico amor - y de frágiles actitudes morales, que desembocan inevitablemente en la infidelidad”, aseveró.

“La fe reclama de los cristianos un propio tipo de familia humana. Su fundamento es el amor, capaz de progresar hacia su total purificación, en la superación de todo atisbo de egoísmo. Es entonces cuando el amor no corre peligro de desaparición y fortalece los vínculos personales. Su garantía es la presencia de Cristo y la acción prodigiosa de su gracia”, concluyó.

Texto de la sugerencia

1.- Involución a la soledad. ¡Qué oportuno es el momento para recibir, de la Sagrada Familia de Nazaret, la imagen revelada de lo que Dios quiere de toda familia humana! Como el pecado distorsiona la Creación entera, comenzando por la persona humana, afecta también a la institución familiar. Se está produciendo una horrible involución a la soledad, que el Creador ha resuelto desde el principio: “Después dijo el Señor Dios: “No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. (Génesis 2, 18) De inmediato el Señor ejecuta su idea de la institución familiar, réplica de la Familia Trinitaria. Aparece la mujer extraída de la naturaleza humana que define al varón: “Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre”. (Ibídem 2, 22) Desde la creación de ambos el Señor establece la perennidad del vínculo que los une: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne”. (Ibídem 2, 24) Es el “principio” que Jesús menciona al referirse a la indisolubilidad del matrimonio.

2.- La Familia que Dios desea de toda familia. La Familia Sagrada, compuesta por Jesús, María y José, constituye el modelo intentado por Dios al crear al hombre - varón y mujer - y al lograr en ellos la síntesis de su Creación. El mundo actual ha desdibujado esa meta divina, declarando perimida la institución original, hasta llegar al extremo de deformarla gravemente y desnaturalizarla. Sin entrar en discusiones semánticas, será oportuno ceñirnos al relato bíblico. En dos enfoques consecutivos: la huida a Egipto y su regreso de Egipto, se nos ofrece la ocasión de hallar luz en medio de las sombras que invaden la actualidad. Nuestra sociedad, atravesada por una ideología de género que se empeña en aniquilar las relaciones entre los esposos, convirtiéndolos en frágiles e inconsistentes parejas, y entre padres e hijos, borrando, de la educación, las imágenes necesarias del padre y de la madre. Las discusiones no echan luz sino todo lo contrario. Ganan quienes hablan más hábilmente, y la verdad permanece amordazada y soterrada bajo los escombros de una tradición sagrada hecha añicos. Los más sensibles a una problemática de tal envergadura se preguntan: “¿Qué hacer? ¿A qué recurrir?” La Sagrada Familia, huyendo a Egipto y regresando de Egipto, presenta un modelo testimonial adecuado: por su contenido y su actualidad.

3.- La familia y la sociedad. La presencia de Jesús en las relaciones intrafamiliares garantiza, para los creyentes, la estabilidad y la práctica de las virtudes sociales. Cuando esas relaciones se traban hasta su aniquilación, es la misma sociedad la que pierde su rumbo por la ausencia de esas células esenciales o de familias estables. No podremos imaginar el estilo simple y excepcional que distinguió a la Sagrada Familia, en sus relaciones con sus vecinos de Egipto y de Nazaret. La identidad de las personas define la misión que cada una ha recibido. La que corresponde a la Sagrada Familia pasa por una presencia activa, sostenida por relaciones vecinales comprometidas en el bien común, principalmente en quienes están sumergidos por causa de la pobreza injusta y la marginación. De esa manera, la imagen revelada de la familia - Jesús, María y José - se constituye en modelo, tanto en su constitución como en su dinámico compromiso. La operación del Santo Espíritu la conforma prodigiosamente y la impulsa al servicio. Es significativo que el Espíritu Santo aparezca con tanta claridad en el itinerario de la Sagrada Familia: de Nazaret a Belén, de Nazaret a Egipto y de Egipto a residir definitivamente en Nazaret. Es la Familia que debe conformar cada familia si intenta proyectarse como célula viva de una sociedad ordenada, acogedora de la vida y paradigma de fraternidad social.

4.- La familia cristiana. Desperdigadas se encuentran algunas virtudes, como en teoría y buena composición romántica, pero, sin el hilo conductor que las consolide: sin referencia a Dios, su Creador y Padre. La presencia de Jesús da entidad indestructible a la familia, ya que, por el don del Espíritu, asegura su estructura y garantiza su unidad y perennidad. La negación de la indisolubilidad del vínculo, consentida en nuestra sociedad con irreflexiva naturalidad, se apoya en desafortunadas situaciones personales. Son consecuencias de falsos enfoques, de egoísmos - contaminantes del auténtico amor - y de frágiles actitudes morales, que desembocan inevitablemente en la infidelidad. La fe reclama de los cristianos un propio tipo de familia humana. Su fundamento es el amor, capaz de progresar hacia su total purificación, en la superación de todo atisbo de egoísmo. Es entonces cuando el amor no corre peligro de desaparición y fortalece los vínculos personales. Su garantía es la presencia de Cristo y la acción prodigiosa de su gracia.+

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