El Papa visitó a la Virgen que dio el nombre a la ciudad de Buenos Aires



Cerdeña (Italia) (AICA): El papa Francisco celebró esta mañana la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria, en la ciudad de Cagliari en Cerdeña, vinculado de modo especial a su ciudad natal de Buenos Aires al que debe su nombre. Fuera de la basílica el Pontífice mantuvo un encuentro con las autoridades civiles, y otro con los enfermos. El alcalde de Cagliari, en su saludo a Pontífice, recordó el culto común de la Virgen de Pompei en estas dos ciudades: Buenos Aires y Cerdeña. Y de la emigración que se registró desde la isla hacia la Argentina. Al término de la misa, presidida por el Santo Padre y concelebrada por los obispos y muchos sacerdotes de la isla, el Papa se dirigió ante la imagen de la Virgen de Bonaria para realizar un acto de consagración a María, ofreciendo un homenaje floral e incensando la estatua mientras se cantaba el himno Madre Santa.

El papa Francisco celebró esta mañana la Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria, en la ciudad de Cagliari en Cerdeña, vinculado de modo especial a su ciudad natal de Buenos Aires al que debe su nombre.

Fuera de la basílica el Pontífice mantuvo un encuentro con las autoridades civiles, y otro con los enfermos. El alcalde de Cagliari, en su saludo a Pontífice, recordó el culto común de la Virgen de Pompei en estas dos ciudades: Buenos Aires y Cerdeña. Y de la emigración que se registró desde la isla hacia la Argentina.


Al término de la misa, presidida por el Santo Padre y concelebrada por los obispos y muchos sacerdotes de la isla, el Papa se dirigió ante la imagen de la Virgen de Bonaria para realizar un acto de consagración a María, ofreciendo un homenaje floral e incensando la estatua mientras se cantaba el himno Madre Santa.


Francisco inició su homilía con una frase en idioma sardo: 'Sa paghe ‘e Nostru Segnore siat sempre chin bois'. (Gracias y que el Señor esté siempre con ustedes) y prosiguió:


“Hoy se realiza este deseo que les había anunciado en la plaza de San Pedro, antes del verano, de poder visitar el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria.


He venido para compartir con ustedes las alegrías y esperanzas, fatigas y empeños, ideales y aspiraciones de su isla, y para confirmarlos en la fe. También aquí en Cagliari como en toda Cerdeña, no faltan las dificultades, hay tantos, problemas y preocupaciones: pienso en particular a la falta de trabajo y a su precariedad, así como la incerteza por el futuro.


Cerdeña, esta bella región de ustedes, sufre desde hace mucho tiempo muchas situaciones de pobreza, acentuadas por su condición insular. Es necesaria la colaboración leal por parte de todos, con el empeño de los responsables de las instituciones, también la Iglesia, para asegurar a las personas y a las familias los derechos fundamentales y hacer crecer una sociedad más fraterna y solidaria. Asegurar el derecho al trabajo para llevar el pan a casa ganado con el trabajo.


Los tengo cerca, los recuerdo en mis oraciones, y les doy coraje para que perseveren en el testimonio de los valores humanos y cristianos tan profundamente radicados en la fe y en la historia de este territorio y de su población. ¡Mantengan siempre encendida la luz de la esperanza!


He venido en medio de ustedes para ponerme con ustedes a los pies de la Virgen que nos da a su hijo. Se bien que María, nuestra Madre está en su corazón, como testimonia este Santuario en el cual muchas generaciones de sardos subieron y continuarán a subir, para invocar la protección de la 'Madonna di Bonaria', patrona Máxima de la Isla. Aquí ustedes traen sus alegrías y los sufrimientos de esta tierra, de sus familias y también de los hijos que viven lejos, que muchas veces debieron partir con gran dolor y nostalgia para buscar un trabajo y un futuro para sí y para sus seres queridos.


Hoy todos nosotros aquí reunidos queremos agradecer a María porque siempre nos está cerca, queremos renovar a ella nuestra confianza y nuestro amor.


La primera lectura que escuchamos nos muestra a María en oración en el Cenáculo, junto a los apóstoles, esperando la efusión del Espíritu Santo. María reza, reza junto a la comunidad y a los discípulos, y nos enseña a tener plena confianza en Dios, en su misericordia. ¡Esta es la potencia de la oración!


¡No nos cansemos de golpear a la puerta de Dios. Llevemos al corazón de Dios, a través de María, toda nuestra vida, cada día!


El en evangelio vemos sobre todo la última mirada de Jesús hacia su madre. Desde la cruz Jesús mira a su madre y le confía al apóstol Juan diciendo: 'Este es tu hijo'. En Juan estamos todos, también nosotros, y la mirada de amor de Jesús nos confía a la custodia materna de la Madre. María habrá recordado otra mirada de amor cuando era una joven: la mirada de Dios Padre que había mirado su humildad, su pequeñez. María nos enseña que Dios no nos abandona, puede hacer cosas grandes a pesar de nuestra debilidad. ¡Tengamos confianza en Él! Llamenos a la puerta de su corazón.


Y el tercer pensamiento: hoy vine en medio de ustedes, más aún, venimos todos juntos para mirar hacia la mirada de María, porque allí está como el reflejo de la mirada del Padre, que la hizo Madre de Dios, y la mirada del Hijo desde la cruz, que la hizo Madre nuestra. Y con esa mirada hoy María nos mira, Necesitamos su mirada de ternura, de su mirada materna que nos conoce mejor que cualquier otro, de su mirada llena de compasión y de atención.


María, hoy queremos decirte: ¡Madre, danos tu mirada! Tu mirada nos lleva a Dios, tu mirada es un don del Padre bueno, que nos espera a cada giro de nuestro camino, es un don de Jesucristo en la cruz que carga sobre sí nuestros sufrimientos, nuestras fatigas, nuestro pecado. Y para encontrar a este Padre lleno de amor hoy le decimos: ¡Madre dónanos tu mirada!


Digamos todos juntos: Madre dónanos tu mirada, Madre dónanos tu mirada.


Pero en el camino que muchas veces es difícil, no estamos solos, somos muchos, somos un pueblo, y la mirada de la Virgen nos ayuda a mirarnos entre nosotros de manera fraterna. ¡Mirémonos de manera más fraterna! María nos enseña a tener aquella mirada que busca acoger, acompañar, proteger. ¡Aprendamos a mirarnos los unos a los otros bajo la mirada materna de María! Hay personas que consideramos instintivamente menos y que en cambio tienen más necesidad de nosotros: los más abandonados, los enfermos, los que no tienen de que vivir, los que no conocen a Jesús, los jóvenes que están en dificultad. Los jóvenes que no encuentran trabajo.


No tengamos miedo de salir y mirar a nuestros hermanos y hermanas con la mirada de la Virgen. Ella nos invita a ser verdaderos hermanos. Y no permitamos que algo o alguna cosa se interponga entre nosotros y la mirada de la Virgen. ¡Madre dónanos tu mirada!


Nadie nos lo esconda. Nuestro corazón de hijos sepa defenderlo de tantos charlatanes que prometen ilusiones; de quienes tienen una mirada ávida de vida fácil, de promesas que no se pueden cumplir. No nos roben la mirada de María que está lleno de ternura, que nos da fuerza y que nos vuelve solidarios entre nosotros. Todos digamos: ¡Madre, dónanos tu mirada! ¡Madre, dónanos tu mirada! ¡Madre, dónanos tu mirada!


Y en sardo concluyó: Nostra Segnora ‘e Bonaria bos acumpanzet sempre in sa vida. (Nuestra Señora del Buen Aire les acompañe siempre en su vida)+



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