Dos amigos, uno judío y otro islámico, acompañan al papa Francisco en Tierra Santa

Dos amigos, uno judío y otro islámico, acompañan al papa Francisco en Tierra Santa


El papa Francisco inició hoy su viaje a Tierra Santa. El 5 de mayo, al anunciar el itinerario del viaje, el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi SJ informó: "En la delegación papal están el rabino Abraham Skorka y Omar Ahmed Abboud, secretario general del Instituto Argentino de Diálogo Interreligioso. El Papa los conoce de sus días en la Argentina”.

Skorka vive en Buenos Aires pero ya se halla en Israel; no va en el avión del Papa para respetar el Shabbat, porque es sábado. Abboud ya viajó de Buenos Aires a Roma, donde está ahora y adonde pude comunicarme con él.


¿Quiénes son Skorka y Abboud? Ambos son referentes de dos comunidades no cristianas con las que Jorge Mario Bergoglio ha mantenido un contacto fluido y amistoso siendo arzobispo de Buenos Aires. Uno, judío; el otro, islámico.


La Argentina es un país donde estas comunidades conviven armoniosamente. En una misma calle puede haber negocios de rubros parecidos pertenecientes a árabes musulmanes o a judíos de origen sefardita o ashkenazi. Conviven en este país pacíficamente, aunque en Medio Oriente y otras partes del mundo la relación no se dé o resulte tensa o problemática.


También hay una buena relación entre dirigentes e instituciones de ambas comunidades en la Argentina. “Aquí nunca hubo problemas”, dice Miguel Woites, que dirige desde hace medio siglo la agencia informativa católica argentina AICA.


El rabino Abraham Skorka

Abraham Skorka, de 64 años, es graduado en química y rabino de la comunidad Benei Tikvá, fundada hace 75 años por judíos de origen alemán en Buenos Aires. Es a la vez rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, que fundó en 1963 el rabino norteamericano Marshall Meyer y donde se han graduado casi 90 rabinos de diversos países. Tiene una larga relación de amistad con Bergoglio.


En 2004 asistí una noche a la visita que el cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, hizo a la comunidad Benei Tikvá, donde asistió al servicio de Selijot (pedido de perdón) para recibir el año nuevo judío 5765. “Jorge Bergoglio y Abraham Skorka son amigos”, escribí luego en el diario La Nación. “Los dos son hombres que rezan y alaban a Dios. Uno es arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina; el otro, rabino de la comunidad Benei Tikvá y rector del Seminario Rabínico Latinoamericano. Pero no hablan sólo de teología o del sentido de la vida; conversan bastante de fútbol. Jorge es de San Lorenzo; Abraham, de River Plate” (dos populares equipos de fútbol argentinos).


Ante un templo lleno, Skorka dijo aquella vez: "Tenemos la presencia de un hombre de fe del cristianismo". Y precisó: "De nuestra amistad, muestras de cariño personales, podríamos darles muchos ejemplos. No somos sólo dos individuos que se encontraron buscando a Dios. Estamos los dos juntos parados delante de ustedes, delante de Dios, tratando de empezar a hacer aquello que nos enseñaron nuestros sabios".


Esa noche, Skorka y su esposa nos acercaron al centro de la ciudad en su auto al cardenal Bergoglio y a mí. Hace unos meses, en 2013, Skorka me lo recordó en el acto en el cual el Seminario Rabínico celebró sus 50 años en el teatro Colón, de Buenos Aires. “¿Se acuerda de esa noche en que volvíamos en auto con el cardenal? ¿Quién hubiera podido imaginar que hoy sería el Papa?”, me dijo Skorka, como si viviera un sueño, emocionado. Pocos días antes él había estado pasando unos días en Santa Marta, por invitación de Francisco. Y compartiendo el desayuno y las comidas con su amigo, el Papa.


Skorka y Bergoglio tuvieron desde diciembre de 2010 un programa de diálogo por televisión en el canal 21, del arzobispado de Buenos Aires. Lo coordinaba un fiel evangélico, Marcelo Figueroa, también amigo de Bergoglio, que había sido secretario de la Sociedad Bíblica. Se conservan grabadas más de 30 emisiones de ese programa, llamado “Biblia, diálogo vigente”, en el que encaran con confianza temas como la política, la solidaridad, la sexualidad, el perdón.


El rabino y el arzobispo escribieron un libro juntos, “Sobre el cielo y la tierra” (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2010). Además, Bergoglio lo propuso a Skorka para ser nombrado doctor honoris causa por la Universidad Católica Argentina (UCA) y en octubre de 2012, sólo cinco meses antes de ser elegido papa, presidió el acto en el cual se le dio esa distinción. En ese acto disertó también como invitado el predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa OFMCap, sin imaginar que poco tiempo después el cardenal Bergoglio pasaría a ser su directo jefe como Sumo Pontífice.


Le consulté a Skorka desde cuándo conocía a Francisco. Desde Jerusalén me contestó: “Nos conocemos desde mediados de la década de los 90”. Cuando monseñor Bergoglio era obispo auxiliar de Buenos Aires (asumió como arzobispo en 1998, al fallecer el cardenal Antonio Quarracino).


Omar Ahmed Abboud

Lo mismo le pregunté a Abboud, el dirigente islámico amigo del Papa, a quien conozco desde hace mucho. Me contestó desde Roma por mail llamándome “querido amigo” y me recordó un artículo mío sobre un encuentro de Navidad en diciembre de 2008, artículo que, confieso, yo mismo no recordaba. Busqué la nota sobre ese encuentro interreligioso organizado por la Renovación Carismática Católica, al que asistía el cardenal. Concluía con unas palabras de Abboud, que estimaba “el nacimiento de Jesús como un hecho trascendente”, deseaba "feliz Navidad" y calificaba a Bergoglio como "uno de los mejores hombres de la República".


Abboud, de 48 años, descendiente de inmigrantes sirios y libaneses, bien integrados en la Argentina (un abuelo suyo hizo la primera traducción en castellano del Corán en el país), me contestó desde Roma: “Lo vi por primera vez en un tedéum, en el año 2001 o 2002”. (El tedéum es un acto de acción de gracias que es tradición rezar en la catedral de Buenos Aires cada año el 25 de Mayo, día de la primera junta de gobierno patrio argentino en 1810).


“Luego –continuó Abboud–, por una gestión del padre Guillermo Marcó (que fue portavoz del cardenal) visitó el Centro Islámico de la República Argentina por primera vez y desde allí comenzamos a tener relación. Primero en términos institucionales, ya que yo era secretario de Cultura del Centro Islámico. Adel Made era el presidente del Centro, admiraba mucho a Bergoglio y le tenía un entrañable afecto. Conjuntamente con el arzobispo empezamos a construir una visión acerca del diálogo interreligioso. Por su impulso (el impulso del cardenal) fundamos con Marcó y con el rabino Daniel Goldman el Instituto de Diálogo Interreligioso y desarrollamos muchas actividades que tenían que ver con la cultura del encuentro” (un leit motiv de la prédica del cardenal, hoy transportado a la escala universal).


Creado en 2001 y constituido legalmente en 2005, ese Instituto, formado por tres personas de distintos credos “con la certeza de que compartimos un origen común y buscamos un destino en común”, buscó establecer un diálogo profundo, “con el fin de comprender cuáles son los puntos de coincidencia en la tarea cotidiana de la fe en Dios”.


El objetivo es “promover la confraternidad entre personas de distintos credos y convicciones, centrándose en la unión pacífica de los pueblos sin perder sus características de identidad”. ¿Qué acciones concretaron? Entre otras, la edición de un libro conjuntamente los tres dirigentes, hicieron –junto con la Pastoral Universitaria y el periódico Valores Religiosos- un curso para formar líderes para el diálogo interreligioso, que lleva ya ocho años, promovieron charlas, encuentros, documentos conjuntos por la paz y contra el terrorismo, etc.


Algo muy significativo, porque fue alentado por el mismo Francisco, fue un viaje a Tierra Santa (que incluyó visitas a Jordania, Palestina e Israel, y concluyó en Roma), realizado en febrero último, como un anticipo del que iba a hacer el Sumo Pontífice. Ese viaje –esa peregrinación, podríamos decir- reunió a cuarenta y cinco argentinos de diferentes orígenes: quince cristianos, quince musulmanes y quince judíos (entre ellos, Marcó, Abboud y Goldman). Fueron recibidos por el rey Abdalla en Jordania, por el presidente palestino Mahmud Abbas y por el presidente de Israel, Shimon Peres. Y concluyeron conversando con su connacional el papa Francisco en Roma.


Formaban parte de esa delegación, entre otros, un ex ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, Adalberto Rodríguez Giavarini, católico practicante, y Julio Schlosser, presidente de la Delegación de Asocaciones Israelitas de la Argentina (DAIA), entidad que representa a todas las instituciones judías, sociales, deportivas y religiosas. El clima que vivieron todos fue de conmovedora unidad al compartir visitas a lugares santos y la vida en común durante muchos días.


¿Qué recuerda especialmente Abboud de Bergoglio? “Fueron muchas vivencias. Su cordialidad y respeto siempre estuvo presente en nuestros encuentros, sobre todo en mi condición de musulmán. Recuerdo muchas cosas que me impresionaron en el mejor de los sentidos, pero una vez en la plaza Once habló a los jóvenes desde el llano, fue espontáneo y no había escenario ni micrófono. Se acercó un grupo a saludarlo y él comenzó a hablar. Les dijo que “no se dejen robar la esperanza”, siguió hablando y lo volvió a decir. Se fue acercando la gente y se conformó un círculo a su alrededor. El tipo de silencio que se generó, valga la paradoja, se escuchaba. Y otra vez... “no se dejen robar la esperanza”. Fue de lo más inspirador que vi”.+ (Jorge Rouillon)



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