Los prelados presidieron las misas solemnes en las catedrales y otros templos y encabezaron las procesiones por las ciudades cabeceras de diócesis, además de impartir la bendición eucarística.
Mons. Mario Antonio Cargnello (Salta): “Que el Señor presente nos haga capaces de descubrir la presencia del Resucitado en cada uno de nosotros, en el rostro de cada uno que nos necesitan, en el rostro de los que no aparecen pero construyen con su servicio generoso un mundo en el cual queremos confiar. Que la presencia del Resucitado nos haga descubrir esos rostros y los desafíos presentes para ellos. Esta entrega de Cristo que brota del sacrificio, que se hace presente al desafiarnos en nuestra historia, nos invita a participar del banquete, es esa tercera dimensión de la Eucaristía que nos anticipa el cielo. Jesús se ha quedado en el contexto de la comida, del banquete, que se disfruta cada día y sobre todo cada domingo. El banquete habla de lo gratuito, este es un espacio de libertad, donde escucho la Palabra que me renueva, la alegría que te da ganas para luchar, para vivir. Ojalá nosotros en nuestra querida Salta podamos ver, recuperar la alegría de la misa dominical y crecer en la participación comunitaria en nuestras parroquias, tener la fuerza evangelizadora para llegar a todos, a cualquier barrio, a cualquier persona que necesita el Señor. Ojalá seamos capaces y que nuestra generosidad permita que la vida sea más gratuita para la gente que menos tiene”.
Mons. Alfonso Delgado (San Juan de Cuyo): “Más allá del hambre física que sufren tantos hombres, mujeres y niños a lo largo y a lo ancho del mundo, también hay otra hambre que no sacian los alimentos corrientes. Es el hambre de amor, de solidaridad, hambre y sed de justicia, hambre de dignidad y libertad, hambre de eternidad. En definitiva, hambre de Dios… Jesucristo nos trae el verdadero Pan de Vida. No importa lo que seamos, o lo que hayamos sido. Siempre está disponible su misericordia, siempre está abierto el camino hacia el Señor y hacia el encuentro personal con Él en la Eucaristía, a veces en varias etapas, como en cualquier recorrido de la vida. Pero siempre con esperanza”.
Mons. Andrés Stanovnik (Corrientes): “El mensaje de esta fiesta apunta a dos direcciones: primero hacia Jesús y la comunión con él, y luego hacia los comensales que se sientan a su mesa. Compartir el Pan de Vida no puede dejar a los comensales indiferentes entre ellos. Recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo los hace hijos y hermanos, familia de Dios, Iglesia. Los que entramos en comunión con el Pan de Vida, salimos transformados por la acción del Espíritu Santo. Convertidos en un verdadero cuerpo, cuya cabeza es Cristo, peregrinamos hacia la Casa del Padre. Un pueblo de hermanos y hermanas que se cuidan unos a otros, se sirven mutuamente y están atentos a los que desfallecen o se alejan. Participar del mismo Pan, nos fortalece para actuar en nuestra vida cotidiana de acuerdo con Aquel con quien hemos entrado en comunión”. Texto completo
Mons. Martín de Elizalde OSB (Nueve de Julio): “La fuente de esta renovación del espíritu y de la acción evangelizadora, está en la continuidad de la fe eucarística y su celebración, que nos lleva paradojalmente desde la intimidad y el silencio de lo inefable, hasta más allá de lo conocido y de lo familiar, para alcanzar a los más alejados. Renovándonos en la presencia del Señor Resucitado, aun con los límites de nuestra pobreza y las fallas de nuestros pecados, iremos hacia los extremos a los que la Iglesia debe iluminar y sanar, atrayéndolos a la Casa común, en cuyo centro se encuentra la mesa tendida de la Palabra y del Pan y el Vino eucarísticos. Por la Eucaristía, el cristiano se forma y se fortalece para, revestido de Cristo, vivir y testimoniar el Evangelio por el amor, desde el cual llegar a aquellas personas y lugares donde es esperado el mensaje de salvación”. Texto completo
Mons. Miguel Ángel D’Annibale (Río Gallegos): “El Cuerpo de Cristo, que es ese pan consagrado, también es el cuerpo de la Iglesia. Si nos alimentamos del Cuerpo de Cristo, nos convertimos en Cuerpo de Cristo. Entonces es un cuerpo vivo, que tiene que hacer presente al Señor. Esa tarea nuestra de anunciar y evangelizar, de hacer presente a Cristo, brota de ser un cuerpo. Y, aunque somos muchos, somos un solo cuerpo… Ante la globalización de la indiferencia y la cultura del descarte, el papa Francisco nos propone la cultura del encuentro. Encontrarnos más, cuidarnos más, escucharnos más, respetarnos más. Eso es un cuerpo, no es una uniformidad. Es una unidad que va trabajando en el día a día, en el caminar, buscando juntos los mejor”.
Mons. Rubén Frassia (Avellaneda-Lanús): “La Palabra de Dios es viva y eficaz, creadora, redentora y transformadora. Su Palabra es tan fuerte y eficaz como cuando recibimos el Bautismo; tan fuerte y eficaz como cuando el Espíritu Santo nos confirma; tan fuerte y eficaz como cuando en el sacramento de la Reconciliación, nos perdona los pecados; y tan fuerte y eficaz cuando sus Palabras consagran y convierten el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre divina. Corpus Christi es la fiesta de las fiestas y tenemos que ser conscientes de tal regalo que Él nos hace, conscientes de no profanarlo, de no recibirlo como ‘una cosa más’, como ‘del montón’, ‘porque muchos van también voy yo’. Ante esta grandeza de Cristo, nosotros tenemos que prepararnos con dignidad. Preparar nuestra alma y nuestro espíritu para que Cristo entre y se quede en nosotros y con nosotros”. Texto completo.
Mons. Juan José Chaparro (San Carlos de Bariloche): “El Cuerpo de Cristo siempre está unido a la comunidad: por eso dice San Pablo que quienes compartimos el Cuerpo de Cristo somos un cuerpo: quien nos reúne y une verdaderamente es Jesús el Señor, no simplemente técnicas humanas... Es Cristo quien nos hace más abiertos, más cercanos, más fraternos... Y ese es el signo de una comunidad que celebra bien: una linda comunidad. Más: si uno come el Cuerpo de Cristo y no es más hermano, más cercano, más familia, con los demás, con el extraño, no recibe el Cuerpo de Cristo, o lo recibe indignamente. Celebrar es también adorar: se adora solo a Dios como un signo, de que nada ni nadie merece la adoración. Sólo Dios: esto es orar frente a la Eucaristía, adorar, orar, reflexionar... Solo Dios. ‘Señor, que seamos como vos, amor’”.
Mons. Santiago Olivera (Cruz del Eje): “Ese pan que es el mismo Jesús, que nos invita a comerlo, que nosotros conocemos como comunión, supone comunión con su Buena Noticia, con sus mandamientos, con su enseñanza… En cada Eucaristía, sabemos, que su presencia se actualiza y no dejaríamos de ir a su encuentro cada domingo. La fe nos habla de esa presencia real del Señor, no dejaríamos de ir a su encuentro. Por eso en este proceso, en este camino de la fe que nos ayude a crecer, más allá de la obligación eucarística dominical, en la devoción en el encuentro con Cristo Eucaristía que se nos da como alimento… Tributemos la Eucaristía en nuestras calles, pero también tributémoslo todo el año, este sacramento admirable.”
Mons. Marcelo Martorell (Puerto Iguazú): “Dios en la Eucaristía se muestra como un Dios cercano, amoroso, misericordioso que se deja alcanzar por quien está dispuesto a recibirle con sinceridad. Dios expresa su amor dándose en la Eucaristía como pan que da vida y que quiere vida abundante y mejor para el mundo… Jesucristo quiere ser el centro de la vida, sobre todo en estos momentos que se avizoran como difíciles para nuestra patria, en los que deberemos vivir los valores del evangelio y construir un futuro mejor para las nuevas generaciones evitando repetir los errores del pasado… Es necesario construir no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo que cuando son recibidos con apertura de corazón se convierten en el centro de la vida y ayudan a forjar el bien común y a construir una patria mejor”.
Mons. Pedro Daniel Martínez (San Luis): “Corpus Christi es Cristo en la Eucaristía presente entre nosotros, es su cuerpo y su sangre en su divinidad, llevando su mensaje y gracia a todo el pueblo. Cristo será llevado a las calles para bendecir la ciudad. Esta manifestación pública es el reconocimiento de las bondades que recibimos de Cristo… Pido por la paz en la sociedad y por la paz de nosotros mismos con Dios, por las vocaciones de cada uno… Hoy a pesar de los difíciles momentos, no nos olvidemos de Dios, Él nunca nos abandona, ni aún en medio de la dificultad”.+
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