El Papa a los arzobispos: “El único refugio que busquen sea la confianza en Dios”

El Papa a los arzobispos: “El único refugio que busquen sea la confianza en Dios”




Ciudad del Vaticano (AICA): Este domingo, 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el papa Francisco presidió la Eucaristía en la Basílica de San Pedro, en la que impuso el palio -símbolo del vínculo de unidad con la sede de Pedro- a veinticuatro nuevos arzobispos metropolitanos. En la misa estaba presente una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el Patriarca Ecuménico Bartolomé I y encabezada por el Metropolitano de Pérgamo Ioannis (Zizioulas).

Este domingo, 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el papa Francisco presidió la Eucaristía en la Basílica de San Pedro, en la que impuso el palio -símbolo del vínculo de unidad con la sede de Pedro- a veinticuatro nuevos arzobispos metropolitanos.

A otros tres, los arzobispos de Lilongwe (Malawi), Mandalay (Myanmar) y Freiburg im Breisgau (Alemania), les será impuesto en sus propias sedes metropolitanas.


En la misa estaba presente una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, enviada por el Patriarca Ecuménico Bartolomé I y encabezada por el Metropolitano de Pérgamo Ioannis (Zizioulas), copresidente de la Comisión Mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa.


En su homilía Francisco habló de los problemas que pueden acarrear a los eclesiásticos dos cuestiones: el miedo y los refugios pastorales que eligen para combatirlo, partiendo de los comienzos del servicio de Pedro en la comunidad cristiana de Jerusalén cuando había aún temor de la persecución de Herodes.


“Habían matado a Santiago, y ahora encarcelado a Pedro, para complacer a la gente -dijo- Mientras éste estaba en la cárcel y encadenado, oye la voz del ángel que le dice: “Date prisa, levántate. Ponte el cinturón y las sandalias. Envuélvete en el manto y sígueme” Las cadenas cayeron y la puerta de la prisión se abrió sola. Pedro se da cuenta de que el Señor lo ha liberado del temor y de las cadenas. Sí, el Señor nos libera de todo miedo y de todas las cadenas, de manera que podamos ser verdaderamente libres. La celebración litúrgica expresa bien esta realidad con las palabras del Salmo responsorial: “El Señor me libró de todos mis temores”.


“Aquí está el problema para nosotros -explicó- el del miedo y de los refugios pastorales. Nosotros queridos hermanos obispos, ¿tenemos miedo?, ¿de qué tenemos miedo? Y si lo tenemos, ¿qué refugios buscamos en nuestra vida pastoral para estar seguros? ¿Buscamos tal vez el apoyo de los que tienen poder en este mundo? ¿O nos dejamos engañar por el orgullo que busca gratificaciones y reconocimientos, y allí nos parece estar a salvo? ¿Queridos hermanos obispos, dónde ponemos nuestra seguridad?”.


“El testimonio del apóstol Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud y de toda tentación mundana. Hoy, el obispo de Roma y los demás obispos, especialmente los Metropolitanos que recibieron el palio, nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor”.


“Pedro recobró su confianza cuando Jesús le dijo por tres veces: “Apacienta mis ovejas” Y, al mismo tiempo él, Simón, confesó por tres veces su amor por Jesús, reparando así su triple negación durante la pasión. Pedro siente todavía dentro de sí el resquemor de la herida de aquella decepción causada a su Señor en la noche de la traición. Ahora que él pregunta: “¿Me amas?”, Pedro no confía en sí mismo y en sus propias fuerzas, sino en Jesús y en su divina misericordia: “Señor, tú conoces todo; tú sabes que te quiero”. Y aquí desaparece el miedo, la inseguridad, la pusilanimidad”.


“Pedro experimentó que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que la fidelidad del Señor aparta nuestros temores y supera toda imaginación humana. También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: “¿Me amas?”. Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas.


Pedro nos muestra el camino: fiarse de él, que “sabe todo” de nosotros, no confiando en nuestra capacidad de serle fieles a él, sino en su fidelidad inquebrantable. Jesús nunca nos abandona, porque no puede negarse a sí mismo. Es fiel. La fidelidad que Dios nos confirma incesantemente a nosotros, los Pastores, es la fuente de nuestra confianza y nuestra paz, más allá de nuestros méritos. La fidelidad del Señor para con nosotros mantiene encendido nuestro deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad”.


“El amor de Jesús debe ser suficiente para Pedro -concluyó- Él no debe ceder a la tentación de la curiosidad, de la envidia, como cuando, al ver a Juan cerca de allí, preguntó a Jesús: “Señor, y éste, ¿qué?”. Pero Jesús, frente a estas tentaciones, le respondió: “¿A ti qué? Tú, sígueme” Esta experiencia de Pedro es un mensaje importante también para nosotros, queridos hermanos arzobispos. El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: “Sígueme”.


“No pierdas tiempo, enfatizó el Pontífice, en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades. Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del Bautismo y la Ordenación. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios. Tú, sígueme”.+



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