Falleció Arturo Bas, ex presidente del Movimiento Familiar Cristiano




Buenos Aires (AICA): Falleció ayer Arturo Bas, abogado, escribano y periodista. Presidió con su esposa, Nora Cafferata, el Movimiento Familiar Cristiano en esta capital y participó, con una impronta católica y social cristiana, en iniciativas de bien público. Padre de 7 hijos, con 35 nietos y bisnietos, presidió el Secretariado para la familia, de Buenos Aires. Se integró desde joven en la Acción Católica y tuvo activa participación en la parroquia del Socorro. El velatorio se realiza en esa parroquia, donde anoche, a las 23, el obispo de San Isidro y ex párroco, Mons. Oscar Ojea, presidió una misa de cuerpo presente junto con el párroco, Pbro. Gustavo Boquín, y varios sacerdotes, ante una nutrida concurrencia. Sus restos serán trasladados a Córdoba, donde se realizará el sepelio en el cementerio San Jerónimo.

Falleció ayer Arturo Bas, abogado, escribano y periodista, que presidió con su esposa, Nora Cafferata, el Movimiento Familiar Cristiano en esta capital y participó en muchas iniciativas de bien público, con una impronta católica y social cristiana.

Afectuoso padre de siete hijos, con 35 nietos y bisnietos, presidió el Secretariado arquidiocesano para la familia, de la arquidiócesis de Buenos Aires. Se integró desde joven en la Acción Católica y en las últimas cuatro décadas tuvo activa participación en la parroquia Nuestra Señora del Socorro, de la que vivía a menos de media cuadra.


El velatorio se realiza en esa parroquia, donde anoche, a las 23, el obispo de San Isidro y ex párroco, monseñor Oscar Ojea, presidió una misa de cuerpo presente junto con el párroco actual, presbítero Gustavo Boquín, y varios otros sacerdotes, ante una nutrida concurrencia.


Luego de una misa oficiada hoy, a las 10, en el Socorro, sus restos serán trasladados a Córdoba, donde se realizará el sepelio en el cementerio San Jerónimo, mañana, viernes, a las 11.


En los años 50, Bas fue periodista en el diario La Prensa, en la cobertura de temas educativos, durante los debates sobre la libertad de enseñanza “entre laica y libre”, y de temas políticos. Muy apreciado por su integridad personal, fue convocado como director general de prensa de la Presidencia de la Nación en el gobierno de José María Guido, función que amplió aún más su conocimiento de la dinámica de los medios informativos.


Pero, siendo abogado, se dedicó profesionalmente a la escribanía. Imbuido siempre de afán generoso por los asuntos públicos, estuvo en los albores de la democracia cristiana. Siendo joven, a mediados de los años 50, asistió a la firma de la escritura constitutiva del Partido Demócrata Cristiano, que firmaron en la escribanía de su suegro, Antonio Cafferata, algunos dirigentes como Manuel V. Ordóñez y Juan José Torres Bas, cordobés, pariente suyo. Luego participó en el Partido Federal y fue varias veces candidato a diputado. En la esfera pública, fue también director general de Provincias del gobierno nacional.


De vida sobria y austera, con una gran dedicación a su familia, siempre estaba dispuesto a brindar su concurso a emprendimientos de bien común y a favor de la familia y de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural. En 1985, presidiendo el Movimiento Familiar Cristiano, inauguró, con el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Juan Carlos Aramburu, un hogar para menores embarazadas en estado de abandono. Tuvo un decisivo papel en el nacimiento y progreso de la Fundación para el Desarrollo en Justicia y Paz (Fundapaz), de amplia labor social en el medio agrario del norte del país.


En la misa oficiada en un gran salón de la parroquia del Socorro, ante la apretada concurrencia que sobrepasaba la capacidad del lugar, monseñor Ojea evocó la pertenencia de Bas a esa parroquia, donde se siente el desprenderse de “las raíces del alma”. Dijo que “cada uno sabe las huellas que Arturo Bas ha dejado, de fidelidad, de pasión por el bien”. Y señaló: “Siempre que se le ocurrían ideas, decía: “Tenemos que hablar de algo nuevo”, ilusionado por el bien del país, de la comunidad”.


Señaló que “son cosas que quedan en el corazón” y que es un consuelo para quienes siguen recorriendo el camino de la vida, saber que “Arturito” (así lo llamó, con confianza) está con el Señor de los Milagros, con la Santísima Virgen.


Entre los presentes estaba un nieto homónimo, Arturo Bas, seminarista en Villa Devoto, que justamente celebraba su cumpleaños al concluir la misa, iniciado el 11 de septiembre.


Quien falleció había nacido en Buenos Aires el 14 de septiembre de 1930, hijo de Arturo Bas y de Josefina Figueroa. Sentía una gran vinculación con su familia de origen y su familia política, entroncadas por fuertes lazos desde largo tiempo y en las cuales se destacaron dos diputados de orientación católica que promovieron grandes avances sociales en las leyes de la Argentina: Juan F. Cafferata y Arturo M. Bas, que fueron condecorados por el papa Benedicto XV con la cruz Pro Ecclesia et Pontifice, como reconocimiento por su intensa labor parlamentaria en pro de la acción social católica.


Arturo Bas Figueroa dejó estampados sus amables recuerdos de las familias Bas y Cafferata, en un libro que habla de personas y acontecimientos en la localidad de Anizacate, Córdoba, donde amplios grupos familiares compartían temporadas de descanso en amable convivencia a lo largo de décadas, mientras iban sumando nuevos integrantes. "Nunca estuve ni me sentí solo", dice allí, en una frase dedicada especialmente a su esposa y compañera de todo momento, Nora Cafferata. “Arturito y Norita, siempre juntos”, dijo monseñor Ojea en sus palabras en la parroquia donde ellos se casaron y a la que dedicaron muchos esfuerzos y energías.


Un clima de fe serena, no exenta de alegría, signaba la celebración de la misa, en la cual todos contestaban y cantaban, con la esperanza cristiana de la resurrección, mientras una hija y otros acompañantes rasgaban la guitarra y conducían los cantos. Con letras que parecían traslucir lo que durante toda su existencia Arturo Bas vivió con sencillez y humanidad: “Para que mi amor sea decir que sí… hasta el final”.+ (Jorge Rouillon)



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