La Virgen María, signo de consuelo y de firme esperanza




Formosa (AICA): En el editorial del periódico diocesano Peregrinamos, el obispo de Formosa, monseñor Vicente Conejero Gallego, afirmó que frente a los “desencuentros y heridas a sanar en el ámbito de las familias, de la comunidad y de la sociedad”, María aparece cuando llega la Navidad como “una luz de esperanza”. “En el prefacio que rezamos el día de la solemnidad de la Inmaculada Concepción afirmamos de la Virgen María que es Purísima, llena de la plenitud de la gracia, imagen de la Iglesia, llena de juventud y de limpia hermosura, abogada de gracia y modelo de santidad. Y esto es lo que verdaderamente necesitamos los hijos de Dios mientras peregrinamos en este valle de lágrimas. Con toda razón, pues, la reconocemos como signo de consuelo y de firme esperanza”, destacó.

“En el prefacio que rezamos el día de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, ya tan próximo a celebrar, afirmamos de la Virgen María que es Purísima, llena de la plenitud de la gracia, imagen de la Iglesia, llena de juventud y de limpia hermosura, abogada de gracia y modelo de santidad. Y esto es lo que verdaderamente necesitamos los hijos de Dios mientras peregrinamos en este valle de lágrimas. Con toda razón, pues, la reconocemos como signo de consuelo y de firme esperanza”, destacó el obispo de Formosa, monseñor Vicente Conejero Gallego, en el editorial del periódico diocesano Peregrinamos.

“Cuántos avatares y sinuosidades en el camino de la vida. Cuántos desencuentros y heridas a sanar en el ámbito de las familias, de la comunidad y de la sociedad. Cuánta violencia y agresividad en las relaciones humanas, fruto de las ambiciones y egoísmos individualistas, que desfiguran la imagen divina-humana que Dios ha querido imprimir en toda persona y que retardan también la realización del designio divino de la fraternidad universal con toda la humanidad”, sostuvo.


El prelado señaló, sin embargo, que “cuando llega este tiempo de la Navidad, precedido por la hermosa y sentida fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, brilla en nosotros una luz de esperanza. Una mujer, Virgen, Madre y Esposa, irrumpe en nuestra vida, exhala un perfume de pureza, de misterio inexplicable, de docilidad y fidelidad perseverante a la voluntad divina, cautivando nuestro corazón y arrastrándonos irresistiblemente hacia Aquél, que Ella misma engendró, en sus purísimas entrañas, por obra y gracia del Espíritu Santo, y que es el fruto bendito de su vientre: Jesús”.


“¡Cómo no agradecer a Dios que nos concede un año más celebrar estas Fiestas, centradas en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios! Misterio que, además de manifestar el amor infinito y misericordioso de Dios a los hombres, preludia ya el misterio de nuestra Redención y Salvación, con la Muerte y Resurrección de Jesucristo, conforme al designio y plan de Dios en favor de la humanidad. Porque esta es la verdadera motivación de su Nacimiento, tal como lo profesamos en el Credo: Que por nosotros y por nuestra salvación, bajó del cielo… y nació de Santa María Virgen”, recordó.+


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