Francisco recuerda, en la carta, cuyo contenido fue dado a conocer horas antes de la celebración de la beatificación de monseñor Romero, -mártir, asesinado “in odium fidei” (por odio a la fe) el 24 de marzo de 1980 en San Salvador-, que “el Señor nunca abandona a su pueblo en las dificultades, y se muestra siempre solícito con sus necesidades”. El Salvador vivió una guerra civil por 12 años y que dejó más de 70.000 muertos y 8.000 desaparecidos y más de un millón de refugiados.
Dios, escribe el Papa, “ve la opresión, oye los gritos de dolor de sus hijos, y acude en su ayuda para librarlos de la opresión y llevarlos a una nueva tierra, fértil y espaciosa, que ‘mana leche y miel’.
El Pontífice llama a monseñor Romero “constructor de paz con la fuerza del amor” y rememoró su testimonio de fe “con su vida entregada hasta el extremo”.
De igual manera, reconoció a Mons. Romero como sacerdote que respetó el mandato de Dios de apacentar “con ciencia y prudencia su rebaño”. “En ese hermoso país centroamericano, bañado por el Océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un Obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor”.
En su carta, el papa Francisco mencionó la particular atención de Romero por “los más pobres y marginados, además de las circunstancias de su martirio, asesinado mientras celebraba Misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia. “Y en el momento de su muerte, mientras celebraba el Santo Sacrificio del amor y de la reconciliación, recibió la gracia de identificarse plenamente con Aquel que dio la vida por sus ovejas”.
“En este día de fiesta para la Nación salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos, -continuó- damos gracias a Dios porque concedió al Obispo mártir la capacidad de ver y oír el sufrimiento de su pueblo, y fue moldeando su corazón para que, en su nombre, lo orientara e iluminara, hasta hacer de su obrar un ejercicio pleno de caridad cristiana”.
En memoria del sacerdote que rechazaba las injusticias sociales, el Pontífice dijo que la “fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en el mundo entero: a ser rica en misericordia, a convertirse en levadura de reconciliación para la sociedad”.
De este modo, advierte que es necesario renunciar a “la violencia de la espada, la del odio”, y vivir “la violencia del amor, la que dejo a Cristo clavado en una cruz, la que se hace cada uno para vencer sus egoísmos y para que no haya desigualdades tan crueles entre nosotros”.
Francisco reconoce que monseñor Romero supo ver y experimentó en su propia carne “el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los demás” y se preocupó de “las mayorías pobres”, pidiendo a los poderosos que convirtiesen “las armas en hoces para el trabajo”.
Por último, el Papa pidió la “reconciliación nacional” ante los desafíos que hoy se afronta el país y sostuvo “se une a sus oraciones para que florezca la semilla del martirio y se afiancen por los verdaderos senderos a los hijos e hijas de esa Nación, que se precia de llevar el nombre del divino Salvador del mundo”.+
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