Episcopado Salvadoreño: “Mons. Romero fue pastor, profeta, mártir y ante todo sacerdote”
Tal y como recuerdan en el mensaje los obispos salvadoreños, en los últimos años El Salvador fue noticia sobre todo “por la violencia homicida que enluta a innumerables hogares al arrebatar tantas vidas, sobre todo de jóvenes”. Sin embargo, recuerdan, “hoy peregrinamos llenos de júbilo y esperanza, hacia el lugar de la beatificación de monseñor Romero. Caminamos juntos no solo hijos e hijas de esta tierra sino también hombres y mujeres de los países vecinos e incluso de naciones lejanas”.
Han pasado 35 años desde la muerte del entonces arzobispo de San Salvador, y el camino que hoy culmina a los pies del monumento dedicado a Jesucristo, el Salvador del mundo, “no fue fácil”, reconocen los obispos. La mayor dificultad -explican- fue la manipulación que se hizo de la figura y de la palabra del futuro beato. Por eso, en una ocasión, el papa Juan Pablo II exclamó: “Romero es nuestro, es de la Iglesia, no permitamos que nos lo arrebaten”.
Igualmente, los obispos recuerdan que fue el sucesor del futuro beato, monseñor Arturo Rivera Damas, quien tuvo “la titánica tarea de recuperar la verdadera fisonomía del pastor, profeta y mártir que fue monseñor Romero. Porque él fue ante todo sacerdote”.
Por otro lado, los obispos dan gracias al papa Francisco por haber firmado, el 3 de febrero del presente año, el decreto de martirio “en odio a la fe” de monseñor Romero. También explican en el mensaje que detrás del altar en el que Monseñor Romero será beatificado se verá su lema episcopal: “Sentir con la Iglesia”. “Esta idea aparece desde sus apuntes personales de seminarista romano, donde confiesa claramente su amor inquebrantable a la Iglesia y su devota adhesión al Vicario de Cristo”, confirman los prelados.
Prosiguen indicando que el aspecto más conocido y más valorado del ministerio de monseñor Romero fue “su amor a los pobres y su total entrega a la promoción y a la defensa de su dignidad como personas y como hijos e hijas de Dios”. Por este servicio generoso y arriesgado --observan-- se le llamó “Voz de los que no tienen voz”, tarea que él asumió con plena conciencia de los riesgos que implicaba. A propósito reconocen que para monseñor Romero la palabra “pobre” no tenía una connotación ideológica sino profundamente evangélica. Por eso insistía -añaden- en que también el pobre necesitaba convertirse.
Al concluir el mensaje de la Conferencia Episcopal, los prelados salvadoreños explican que cuando decidieron dedicar un trienio de preparación al centenario del nacimiento de monseñor Romero, aún no sabían que el papa Francisco firmaría el decreto del martirio “en odio a la fe”. “El Dios providente, en su infinita misericordia, había decidido que su testigo fiel alcanzara la gloria de los altares durante el pontificado del primer Papa latinoamericano”, concluye el mensaje.+
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