“Para algunos de ustedes, así como para otros pertenecientes a diversas comunidades religiosas, sobre la alegría de la fiesta se proyecta la sombra de la memoria de los seres queridos que han perdido sus vidas o sus bienes o han sufrido física, mental e incluso espiritualmente a causa de la violencia -dice el texto- Las comunidades étnicas y religiosas en muchos países del mundo han padecido sufrimientos tan grandes como injustos: el asesinato de algunos de sus miembros, la destrucción de su patrimonio cultural y religioso, la emigración forzada de sus hogares y ciudades, el acoso y la violación de sus mujeres, la esclavización, la trata de personas, el tráfico de órganos, e incluso la venta de cadáveres”.
“Todos somos conscientes de la gravedad de estos delitos en sí mismos. Sin embargo, lo que los hace todavía más odiosos es el intento de justificarlos en nombre de la religión. Se trata de una manifestación clara de la instrumentalización de la religión para obtener poder y riqueza”, subraya.
“Sería superfluo afirmar que los responsables de la seguridad y el orden público también tienen el deber de proteger a las personas y sus bienes de la violencia ciega de los terroristas. Por otro lado, existe también la responsabilidad de los encargados de la educación: las familias, las escuelas, los libros de texto, los líderes religiosos, el discurso religioso, los medios de comunicación. La violencia y el terrorismo nacen primero en la mente de las personas desviadas, sucesivamente se perpetran sobre el terreno”.
''Todos los que participan en la educación de los jóvenes y en los diversos ámbitos educativos, tendrían que enseñar el carácter sagrado de la vida y de la dignidad que de ello se deriva para todas las personas, independientemente de su etnia, religión, cultura, posición social u opción política. No hay vida que sea más valiosa que otra como resultado de la pertenencia a una raza o una religión específica. Por lo tanto, nadie puede matar. Nadie puede matar en nombre de Dios; sería un doble crimen: contra Dios y contra la persona''.
''No puede haber ambigüedad alguna en la educación. El futuro de una persona, de una comunidad, o de la entera humanidad no puede construirse sobre tales ambigüedades o verdades aparentes. Cristianos y musulmanes, cada uno de acuerdo a sus respectivas tradiciones religiosas, miran a Dios y se refieren a él como la Verdad. Nuestra vida y nuestra conducta como creyentes deberían reflejar esa convicción''.
''Para san Juan Pablo II, los cristianos y los musulmanes tienen "el privilegio de la oración" (Discurso a los líderes religiosos musulmanes, Kaduna, Nigeria, 14 de febrero de 1982). Hay una gran necesidad de nuestra oración: por la justicia, por la paz y la seguridad en el mundo; por aquellos que se han desviado del camino correcto de la vida y cometen actos de violencia en nombre de la religión, para que puedan volver a Dios y cambiar sus vidas; por los pobres y los enfermos''.
''Nuestras fiestas, entre otras cosas, alimentan nuestra esperanza para el presente y para el futuro. Miramos con esperanza al futuro de la humanidad, sobre todo cuando hacemos todo lo posible para que nuestros sueños legítimos se hagan realidad''.
''Junto al papa Francisco -concluye el mensaje- les deseamos que los frutos del Ramadán y la alegría de 'Id al-Fitr traigan paz y prosperidad y favorezcan vuestro crecimiento humano y espiritual''.+
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