Todos los años los catequistas se reúnen en la zona del santuario de Munyonyo, confiado a los Franciscanos Conventuales, donde se está construyendo una nueva iglesia que tendrá capacidad para mil personas. Entre los catequistas que participaron en el encuentro con el Santo Padre había también una representación de los maestros del Uganda National Council of Laity, dado que los laicos han jugado y juegan un papel muy importante en la evangelización del país.
A su llegada, Francisco fue recibido por el Superior de los Franciscanos y por el arzobispo de Kampala, monseñor Cyprian Kizito Lwanga, que lo acompañaron al atrio de la iglesia donde plantó un árbol y lo regó con agua, junto con el arzobispo y los líderes de las Confesiones Ortodoxa y Protestante para subrayar la dimensión ecuménica de los mártires ugandeses, porque a los veintidós servidores, pajes y funcionarios del rey Mwanga II, convertidos al catolicismo por los misioneros de África, hay que unir las decenas de anglicanos asesinados bajo el reinado de Mwanga.
Después de bendecir la nueva estatua de San Andrés Kaggywa, colocada en el lugar de su martirio, el Papa dirigió un discurso a los catequistas agradeciéndoles, en primer lugar, sus sacrificios para llevar adelante su misión. “Ustedes enseñan -dijo- lo que Jesús enseñó. Instruyen a los adultos y ayudan a los padres para que eduquen a sus hijos en la fe, y llevan a todos la alegría y la esperanza de la vida eterna. Gracias por su dedicación, por el ejemplo que ofrecen, por la cercanía al pueblo de Dios en su vida cotidiana y por los tantos modos en que plantan y cultivan la semilla de la fe en toda esta vasta tierra. Gracias especialmente por el hecho de enseñar a rezar a los niños y a los jóvenes”.
“Sé que su trabajo, aunque gratificante, no es fácil. Por eso los animo a perseverar, y pido a sus Obispos y a sus sacerdotes que les den una formación doctrinal, espiritual y pastoral que les ayude cada vez más en su acción. Aun cuando la tarea parece difícil, los recursos resultan insuficientes y los obstáculos demasiado grandes, les hará bien recordar que el suyo es un trabajo santo. El Espíritu Santo está presente allí donde se proclama el nombre de Cristo. Él está en medio de nosotros cada vez que en la oración elevamos el corazón y la mente a Dios. Él les dará la luz y la fuerza que necesitan. El mensaje que llevan hundirá más sus raíces en el corazón de las personas en la medida en que ustedes sean no solo maestros, sino también testigos. Que su ejemplo haga ver a todos la belleza de la oración, el poder de la misericordia y del perdón, la alegría de compartir la Eucaristía con todos los hermanos y hermanas”.
“La comunidad cristiana en Uganda creció mucho gracias al testimonio de los mártires -recordó-. Ellos dieron testimonio de la verdad que hace libres; estuvieron dispuestos a derramar su sangre para permanecer fieles a lo que sabían que era bueno, bello y verdadero. Estamos hoy aquí en Munyonyo, donde el Rey Mwanga decidió eliminar a los seguidores de Cristo. No tuvo éxito en su intento, como tampoco el Rey Herodes consiguió matar a Jesús. La luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no prevalecieron. Después de haber visto el valiente testimonio de san Andrés Kaggwa y de sus compañeros, los cristianos en Uganda creyeron todavía más en las promesas de Cristo”.
“Que san Andrés, su patrono, y todos los catequistas ugandeses mártires -finalizó el Pontífice- obtengan para ustedes la gracia de ser maestros con sabiduría, hombres y mujeres cuyas palabras estén colmadas de gracia, de un testimonio convincente del esplendor de la verdad de Dios y de la alegría del Evangelio. Vayan sin miedo a cada ciudad y pueblo de este país para difundir la buena semilla de la Palabra de Dios, y tengan confianza en su promesa de que volverán contentos, con gavillas de abundante cosecha”.
Acabado el encuentro el Papa regresó a la nunciatura de Kampala, donde recibió la visita del Presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir. El director de la oficina de prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi SJ, subrayó que esta visita representa un gesto especial que atestigua la atención con la que el Santo Padre sigue la atormentada situación de ese país, el más joven de África, -independiente desde julio de 2011- y que cuenta entre sus fundadores con un obispo católico, monseñor Cesare Mazzolari, fallecido poco después del nacimiento de Sudán del Sur que en sus cinco años de vida no conoció la paz, no obstante los ideales que inspiraron su nacimiento fueran los de la pacificación entre las etnias y con Sudán”.+
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