La misa fue concelebrada por monseñor Pablo Hakimian y el padre Gomidás Sebastián López en la Catedral Nuestra Señora de Narek, Charcas 3529, el domingo 17 de abril a las 11.
Un centenar de fieles participó de la celebración, a la que asistieron la cónsul de Armenia en Buenos Aires, señora Esther Mkrtumyan; el pastor evangélico reverendo Enoch Elmadjian y dirigentes de entidades comunitarias.
“Ser fieles a la fe de nuestros ancestros”
En su homilía, monseñor Boghossian dijo que el pueblo armenio forma parte del plan de Dios, empezado a ser ejecutado por el apóstol Pablo; o sea, llevar la Nueva Alianza a todas las naciones. “A nosotros nos tocó el año 301, como primera nación cristiana”. Recordó las grandes dificultades que encontró el apóstol para difundir y vivir el Evangelio. Así también al pueblo armenio, dijo, la fe le ha costado sangre, martirio, fidelidad: las masacres de Vartanants, Sasún, Adaná el genocidio de 1915.
Y señaló que el monumento al Centenario del Genocidio, en el frente de la catedral (donde luego rezó un responso), quiere perpetuar esos cien años de empeño y reivindicaciones. “Seguiremos recordando y exigiendo". Y agregó: “Seguiremos también buscando ser fieles a la fe de nuestros ancestros y mártires.”
Recordó también a los armenios fallecidos “en los lamentables y recientes ataques a Nagorno Karabagh. Nuestras colectividades –agregó- están preocupadas con el reinicio de las hostilidades bélicas”. Se congratuló por “la próxima visita del “querido papa Francisco” a Armenia, los días 24, 25 y 26 de junio próximo: “Nos alegramos con ese nuevo homenaje a la Madre Patria y a nuestros numerosos mártires”.
La misa fue cantada, acompañada por un coro mixto y por el órgano, a cargo de Onnik Giogantzian, que lleva 45 años en esa iglesia, y por Eliseo Dergazarian, joven intérprete.
Homenaje bajo la llovizna
Jóvenes scouts de la agrupación San Vartan formaron filas a los costados del pasillo central y luego sirvieron el almuerzo en el salón de actos ubicado debajo del templo. Dos integrantes del Regimiento de Granaderos a Caballo General José de San Martín montaron guardia junto a una corona que decía “La comunidad armenia católica homenajea a los mártires de 1915”, que luego fue depositada en el monumento, al son de un toque de clarín.
Allí, bajo una tenue llovizna, habló el señor Tomás Podestá, de ascendencia italiana, casado desde hace 32 años con una descendiente de armenios, quien dijo: "Tengo el orgullo de decir que por las venas de mis hijos corre sangre armenia, esta es mi Iglesia a la que quiero y trato de trabajar para y por ella, siempre en agradecimiento a Dios, porque aquí pude conocerlo".
Recordó la predicación del papa Francisco en el centenario de los hechos de 1915, cuando el Papa dijo que "es obligado recordarlos, porque donde se pierde la memoria quiere decir que el mal mantiene aún la herida abierta".
El orador mencionó la barbarie generada entre 1915 y 1923, que se sumó a las masacres de armenios de 1894 a 1896, cuando reinaba el sultán Abdul Hamid II, cuya idea era mantener la integridad territorial del imperio otomano. "Turquía continúa el genocidio mediante una política de negación, de borrar de su historia y de la mente de sus habitantes esos años de vergüenza". Como muestra del fanatismo desplegado, recordó que en 2007 un joven de tan sólo 17 años mató a plena luz del día al periodista Hrant Dink, ciudadano turco de origen armenio, que recordaba la tragedia que sufrió ese pueblo.
Reclamo de justicia
"¿Cuántas víctimas más se necesitan para reconocer un hecho probado, analizado, aceptado y documentado hasta por los propios turcos, aceptado por muchos gobiernos del mundo, entre ellos, el de la Argentina?", preguntó.
Mencionó el conflicto actual en el que Azerbaiyán, que insiste en recuperar su integridad territorial, ha bombardeado hace pocos días posiciones de la autoproclamada república de Nagorno Karabagh. "Por todos los medios se ven imágenes de soldados armenios decapitados", dijo.
Expresó que los armenios sobrevivientes vinieron el siglo pasado a la Argentina sin nada, pero con "una alegría que cubría una tristeza difícil de abandonar" y un empuje que marcaban que su pueblo no estaba muerto. Manifestó que como cristianos, creyentes en un Dios de amor y en la entrega de su Hijo, conocen y ofrecen el perdón, pero "el reclamo de justicia no cesará hasta que se reconozca oficialmente, no una matanza de entre 250.000 a 500.000 personas, como argumenta Turquía, en el marco de una guerra civil, sino de más de un millón y medio de hombres, mujeres, niños, considerados, en realidad, como un peligro para el desarrollo del mundo musulmán tanto espiritual como económico". Dijo que esta bendita tierra los recibió, les vio dar gracias a Dios por estar vivos y contempló su determinación por mantener sus tradiciones, su historia y, principalmente, su fe.
Luego ofició un responso monseñor Boghossian, protegido bajo un paraguas, y el coro entonó cantos de circunstancia.
Una comida típica
Posteriormente se compartió un madagh, comida que las familias armenias suelen servir a parientes y allegados luego de un entierro. Todos compartieron un plato de trigo molido con garbanzos (pilav) con pollo, y un postre de trigo candeal, nueces y canela (halva), acompañados por un yogur líquido que es un buen refresco.
Hubo bailes folclóricos armenios y uno de los bailarines, un muchacho de 26 años, dijo que siete jóvenes de la parroquia quieren participar de la Jornada Mundial de la Juventud por realizarse en Cracovia, presidida por el Papa, y que el 7 de mayo, a las 17, harán un concierto y ballet a beneficio de esa iniciativa en ese mismo salón de actos.
Allí también se proyectará una película el jueves 21 de abril, a las 20, “El destino de Nunik”, una historia personal que muestra lo que fue el genocidio armenio. La proyección incluye una comida; pueden reservarse lugares llamando a los teléfonos 4824-4518 y 4824-1613.
Monseñor Hakimian y el señor Alejandro Canat, de la comunidad parroquial, agradecieron la participación de los asistentes, y señalaron que estos actos muestran que “los armenios siguen de pie, por la fe por la cual murieron sus antepasados”. (Jorge Rouillon)
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