Mons. Aguer insistió sobre el cuidado y conversión de los presos
La nota periodística se fundamenta en el mensaje que el prelado envió a la gobernadora de Buenos Aires, licenciada María Eugenia Vidal, y al ministro de Justicia provincial, doctor Carlos Mahiques, para ser leído en el inicio del ciclo lectivo del Instituto de Formación del Servicio Penitenciario Bonaerense.
Monseñor Aguer estimó que “el Servicio Penitenciario tendría que concebirse como servicio para la plena recuperación humana de los detenidos. Algunos de los delitos por los cuales integran el penoso plantel de los encarcelados revelan, en sus autores, una decadencia de la humanidad a la animalidad; a la que es propia de los animales feroces”.
“Esa finalidad, la que corresponde a aquella función estatal, implica, por cierto, seriedad, severidad incluso, y quizá algunas veces el rigor que consientan las leyes. Pero ¿cómo podrá sanarse la violencia anclada en el ánimo de tantos presos si la principal respuesta fuera una violencia mayor? ¿A qué humanización podría aspirarse mediante la indiferencia o el desprecio, las “amistades” cómplices o el entrevero en una trama de corrupción? ¿Sería excesivo, o utópico, pretender que al Servicio Penitenciario lo inspirase el amor?”, interpeló.
“No el sentimental, sino la voluntad recta de hacer el bien, con el esfuerzo de comprender y perdonar, de ponerse en el lugar del otro. El cumplimiento exacto del oficio de un agente penitenciario es también compatible con la misericordia. Sin ella –lo explicó muy bien Tomás de Aquino – la justicia puede convertirse en crueldad”, puntualizó.
Tras estimar que “la justicia no puede confundirse con la venganza, porque consiste ante todo en la verdad”, se preguntó: “No merecen una piedad especialísima los ‘perejiles’ cuando con tanta facilidad zafan los mafiosos”.
“En estos días se ve activísimos a los jueces federales, dispuestos a llevar a los tribunales a grandes personajes de la ‘década ganada’, pero durante años miraron para otro lado. Entre tanto, sobre los ‘chorritos’ de barrio se aplicaban, como correspondía, las leyes que penaban sus delitos. Para ellos no cabían distracciones. Hacían mucho daño, ciertamente, pero no ‘quebraron’ a la Nación”, comparó.
Monseñor Aguer opinó que “las causales que llevan a tantos jóvenes a delinquir, las que he mencionado y muchísimas más, podrían ser sopesadas espontáneamente por los agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense al ejercer su función necesaria y nobilísima. Ellos podrían, pueden, ser preparados para hacerlo. Ojalá lo sean”.+
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