“Llamamiento de Paz 2016”
Hombres y mujeres de religiones diferentes hemos venido como peregrinos a la ciudad de san Francisco.
Aquí, en 1986, hace treinta años, por invitación del papa Juan Pablo II, se reunieron Representantes religiosos de todo el mundo, por vez primera de forma tan participada y solemne, para afirmar el lazo indisoluble entre el gran bien de la paz y una auténtica actitud religiosa. Desde aquel acontecimiento histórico se ha encaminado un largo peregrinaje que, tocando muchas ciudades del mundo, ha implicado a muchos creyentes en el diálogo y en la oración por la paz; ha unido sin confundir, dando vida a sólidas amistades interreligiosas y contribuyendo a apagar no pocos conflictos. Éste es el espíritu que nos anima: realizar el encuentro en el diálogo, oponerse a toda forma de violencia y abuso de la religión para justificar la guerra y el terrorismo. Sin embargo, durante los años transcurridos todavía muchos pueblos han sido dolorosamente heridos por la guerra. No se ha comprendido siempre que la guerra empeora el mundo, dejando una herencia de dolores y odios. Con la guerra todos pierden, incluso los vencedores.
Hemos dirigido nuestra oración a Dios para que conceda la paz al mundo. Reconocemos la necesidad de rezar constantemente por la paz, porque la oración protege el mundo y lo ilumina. La paz es el nombre de Dios. Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no camina por Su sendero: la guerra en nombre de la religión se convierte en una guerra a la religión misma. Con firme convicción, reafirmamos por tanto que la violencia y el terrorismo se oponen al verdadero espíritu religioso.
Nos hemos puesto a la escucha de la voz de los pobres, de los niños, de las jóvenes generaciones, de las mujeres y de muchos hermanos y hermanas que sufren por la guerra; con ellos decimos con fuerza: ¡No a la guerra! Que no se quede sin escuchar el grito de dolor de tantos inocentes. Imploramos a los Responsables de las naciones para que se desactiven las causas de las guerras: la avidez de poder y de dinero, la avaricia de quien comercia con armas, los intereses partidarios, las venganzas por el pasado. Que aumente el compromiso concreto para remover las causas subyacentes a los conflictos: las situaciones de pobreza, injusticia y desigualdad, la explotación y el desprecio de la vida humana.
Que se abra finalmente un tiempo nuevo en el que el mundo globalizado se convierta en una familia de pueblos. Que se ejerza la responsabilidad de construir una paz verdadera, que esté atenta a las necesidades auténticas de las personas y de los pueblos, que prevenga los conflictos con la colaboración, que venza los odios y supere las barreras con el encuentro y el diálogo. Nada se pierde practicando el diálogo. Nada es imposible si nos dirigimos a Dios en la oración. Todos pueden ser artesanos de paz; desde Asís renovamos con convicción nuestro compromiso de serlo, con la ayuda de Dios, junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Asís, 20 de septiembre de 2016
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