"En los últimos días la comunidad católica y la sociedad toda se han visto conmovidas por el descubrimiento de varios casos de abuso de niños perpetrados por sacerdotes. Este delito abominable manifiesta la violación de los juramentos pronunciados por los clérigos al elegir libremente la castidad perpetua por el Reino de los Cielos y para el servicio de los hombres, pero además constituye una gravísima injusticia contra aquellos a quienes deberían proteger y educar; contra los niños que han sido víctimas de su perversión, contra sus familias, contra la Iglesia y contra la comunidad civil", aseveró.
"Muchas de esas víctimas, a consecuencia de semejante contradicción, han perdido la fe; a muchas otras se les ha arruinado la vida. No podemos menos que deplorar, con vergüenza y súplicas de perdón, el mal que se ha inferido a menores inocentes, que luego han debido cargar con aquella situación traumática a la que han sido sometidos", agregó.
El prelado hizo "notar, sin búsqueda de indebidas e imposibles disculpas, que algunos sectores aprovechan esas tristes circunstancias para fines subalternos y para denigrar a la institución eclesial" y aseguró que "es sabido que la inmensa mayoría de los casos de abuso sucede dentro de la propia familia de las víctimas".
"Es probable que esta monstruosidad haya existido siempre, pero no me parece exagerado pensar que la multiplicación actual del fenómeno está vinculada a la viralización de la pornografía y de la pedofilia, la banalización de la sexualidad, el desprecio de una educación en la continencia y a otros males propios de la cultura vigente", concluyó.
Texto de la declaración
En los últimos días la comunidad católica y la sociedad toda se han visto conmovidas por el descubrimiento de varios casos de abuso de niños perpetrados por sacerdotes. Este delito abominable manifiesta la violación de los juramentos pronunciados por los clérigos al elegir libremente la castidad perpetua por el Reino de los Cielos y para el servicio de los hombres, pero además constituye una gravísima injusticia contra aquellos a quienes deberían proteger y educar; contra los niños que han sido víctimas de su perversión, contra sus familias, contra la Iglesia y contra la comunidad civil. Muchas de esas víctimas, a consecuencia de semejante contradicción, han perdido la fe; a muchas otras se les ha arruinado la vida. No podemos menos que deplorar, con vergüenza y súplicas de perdón, el mal que se ha inferido a menores inocentes, que luego han debido cargar con aquella situación traumática a la que han sido sometidos.
La disciplina de la Iglesia incluye un protocolo severísimo para investigar y eventualmente condenar los casos denunciados. A partir de los indicios es posible llegar a las pruebas y al consiguiente ejercicio de la justicia según el Derecho Canónico. Pero es preciso proceder con objetividad, y no dejarse llevar por un clima de sospecha generalizada, de desconfianza e intranquilidad.
La nota publicada en EL DIA el lunes 5 de diciembre bajo el título “Denuncian que curas abusadores también estuvieron en La Plata”, contiene varias inexactitudes que deseo aclarar.
1. Sobre el caso del Padre Héctor Ricardo Giménez. Cuando llegué a La Plata como Arzobispo Coadjutor, el 8 de septiembre de 1998, el Padre Giménez cumplía prisión preventiva mientras se sustanciaba un proceso penal en su contra, por hechos cometidos cuando era párroco de Santa María Magdalena, en la ciudad de Magdalena. Fue absuelto por insuficiencia de la prueba y puesto en libertad. Sin embargo, yo inicié un proceso canónico en nuestro Tribunal Eclesiástico Interdiocesano, al cabo del cual se lo halló culpable y se le impuso la pena justa. Mientras se sustanciaba el proceso actuó temporalmente como capellán de las religiosas del Hospital San Juan de Dios. Comunicada a la Santa Sede la pena impuesta al Pbro. Giménez y cumplimentadas las instancias canónicas previstas, se procedió a ejecutar la sentencia. El Padre Giménez está recluido en una institución en la que puede ser atendido y no tiene licencias para ejercer el ministerio sacerdotal, salvo para concelebrar la Misa con el capellán del lugar donde reside. Tiene actualmente 83 años.
En el archivo de este Arzobispado no se encuentran denuncias de abusos perpetrados por él en Gonnet y City Bell en los años 80.
2. Sobre el Instituto Próvolo. Está a cargo de la Compañía de María para la educación de niños sordos, congregación religiosa de Derecho Pontificio. El Padre Nicolás Hugo Corradi no ha prestado servicios en La Plata durante mi gestión. No existen en nuestro archivo denuncias en su contra.
El Padre Horacio Corbacho cumplió funciones en La Plata desde 2007 hasta 2015 entre dos períodos transcurridos en Mendoza, donde recibió su ordenación sacerdotal. A comienzos de este año volvió allá. Tampoco en su caso existen testimonios que lo inculpen en esta Sede; sin embargo, ante las noticias que se han divulgado, estamos colaborando con el oArzobispado de Mendoza y el Tribunal de la Arquidiócesis en las instancias canónicas previstas por la ley eclesiástica para estos casos.
Ante versiones aparecidas en algunos medios, ruego a quienes tengan noticia fehaciente de abusos de menores cometidos en el Instituto Próvolo de La Plata, se acerquen a realizar las denuncias pertinentes ante el Vicario Judicial de este Arzobispado, Pbro. Dr. Javier Fronza, a fin de proceder a las instancias canónicas.
El delito horrendo del abuso sexual de los niños exige que se aplique todo el rigor de la justicia a los culpables. Es lógico que cuando el autor es un sacerdote se manifieste en la sociedad sorpresa e indignación.
Ofrezco mi sincera colaboración a las instituciones que agrupan a los Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico. Quedo a disposición de sus miembros. La Iglesia está integrada por santos y pecadores, pero todos los fieles, debemos hacer lo que esté a nuestro alcance por la conversión de los descarriados y vigilar para que éstos no mancillen la santidad esencial de esa misma Iglesia.
Deseo hacer notar, sin búsqueda de indebidas e imposibles disculpas, que algunos sectores aprovechan esas tristes circunstancias para fines subalternos y para denigrar a la institución eclesial. Es sabido que la inmensa mayoría de los casos de abuso sucede dentro de la propia familia de las víctimas. Es probable que esta monstruosidad haya existido siempre, pero no me parece exagerado pensar que la multiplicación actual del fenómeno está vinculada a la viralización de la pornografía y de la pedofilia, la banalización de la sexualidad, el desprecio de una educación en la continencia y a otros males propios de la cultura vigente.+
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