El pontífice precisó que los doctores de la Ley enseñaban con autoridad clericalista, separados de la gente, no vivían lo que predicaban, y centró su reflexión en la autoridad de Jesús y la de los fariseos.
“Una es una autoridad real, la otra formal”, diferenció, y explicó que en el Evangelio del día se habla del estupor de la gente porque Jesús enseñaba “como uno que tiene autoridad” y no como los escribas.
“Eran las autoridades del pueblo” pero lo que enseñaban no entraba en el corazón, mientras que Jesús tenía una autoridad real. No era “un seductor”, enseñaba la Ley “hasta el último punto” enseñaba la Verdad pero con autoridad.
El Papa reflexionó sobre tres características que diferencian la autoridad de Jesús de la de los doctores de la Ley, al afirmar que mientras que Jesús “enseñaba con humildad” y dice a sus discípulos que “el más grande sea como el que sirve: se haga el más pequeño”, los fariseos se sentían príncipes.
“Jesús servía a la gente, explicaba las cosas para que la gente comprendiera bien: estaba al servicio de la gente. Tenía una actitud de servidor, y esto le daba autoridad. En cambio, estos Doctores de la Ley que las personas… sí, escuchaban, respetaban, pero no sentían que tuvieran autoridad sobre ellas; estos tenían una psicología de principios: ‘Nosotros somos los maestros, los príncipes, y nosotros les enseñamos a ustedes. No servicio: nosotros mandamos, ustedes obedecen’. Y Jesús jamás se hizo pasar como un príncipe: siempre era servidor de todos y esto es lo que le daba autoridad”, puntualizó.
Es estar cerca de la gente lo que, en efecto, confiere autoridad. La cercanía es, por lo tanto, la segunda característica que diferencia la autoridad de Jesús de la de los fariseos. “Jesús no tenía alergia a la gente: tocar a los leprosos, a los enfermos, no le producía repugnancia” – explicó Francisco – mientras los fariseos despreciaban a “la pobre gente ignorante”, y les gustaba pasear por las plazas, bien vestidos: “Estaban separados de la gente, no eran cercanos; Jesús estaba sumamente cerca de la gente, y esto le daba autoridad.
“Aquellos separados, estos Doctores tenían una psicología clerical: enseñaban con una autoridad clerical, o sea con el clericalismo. A mí me gusta mucho cuando leo acerca de la cercanía a la gente que tenía el Beato Pablo VI. En el número 48 de la ‘Evangelii Nuntiandi’ se ve el corazón del pastor cercano: está allí la autoridad de aquel Papa, la cercanía. Primero: servidor, de servicio, de humildad: el jefe es aquel que sirve, que voltea todo, como un iceberg. Del iceberg se ve la cúspide; en cambio Jesús da un vuelco y el pueblo está arriba y Él, que manda, está debajo y desde abajo manda. Segundo: cercanía”, agregó.
Pero hay un tercer punto que caracteriza la autoridad de Jesús en comparación con la de los escribas que es la coherencia. Jesús “vivía lo que predicaba”: “Había como una unidad, una armonía entre lo que pensaba, sentía y hacía”. Mientras quien se siente príncipe tiene “una actitud clerical”, o sea, hipócrita, dice una cosa y hace otra:
“En cambio, esta gente no era coherente y su personalidad estaba dividida hasta el punto de que Jesús aconseja a sus discípulos: “Hagan aquello que les dicen, pero no aquello que hacen”. Decían una cosa y hacían otra. Incoherencia. Eran incoherentes. Y el adjetivo que tantas veces Jesús les dice a ellos es hipócrita. Y se comprende que uno que se siente príncipe, que tiene una actitud clerical, que es un hipócrita, ¡no tiene autoridad! Dirá les verdades, pero sin autoridad. En cambio Jesús, que es humilde, que está al servicio, que es cercano, que no desprecia a la gente y que es coherente, tiene autoridad. Y ésta es la autoridad que siente el pueblo de Dios”, concluyó.+ (Radio Vaticana)
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