Hace un mes falleció el P. José María Fontán Gamarra
Ese año se radicó en Rosario, donde ejerció su ministerio por más de una década y de donde se trasladó a Córdoba a principios de los años 70 para colaborar en el inicio de la labor estable del Opus Dei en esa ciudad. Un tiempo después vino a Buenos Aires, donde pasó varias décadas predicando meditaciones y retiros, guiando espiritualmente a muchos fieles. Más adelante vivió catorce años en Tucumán, donde lo querían por su celo pastoral y su trato llano y afectuoso, y era muy conocido por sus programas en la radio AM LV12, de gran audiencia. A comienzos de 2016 debió volver a Buenos Aires por la atención especial que requería su salud.
Falleció el sábado 10 de diciembre de 2016 y el entierro se realizó en el cementerio de la Recoleta el lunes 12 al mediodía. Previamente, fue concelebrada una misa exequial en la basílica de Nuestra Señora del Pilar, llena hasta el tope de personas agradecidas por lo que había significado en sus vidas. .
En la homilía, el vicario del Opus Dei en la Argentina, presbítero Víctor Urrestarazu, recordó cómo el padre José María lo había acompañado cuando siendo un joven adolescente cordobés conoció la obra fundada por San Josemaría Escrivá y pidió la admisión. El p. Urrestarazu leyó una carta que el día anterior había enviado desde Roma el prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, que decía: “Hijos míos, vale la pena gastarse a fondo, como se gastó durante tantos años este hijo mío –muy vasco y, a la vez, muy argentino., pues de nuestra fidelidad dependen muchas cosas grandes”.
Ese mismo día, 12 de diciembre, monseñor Echevarría, que había escrito ese mensaje el día anterior desde el sanatorio donde estaba internado, falleció en Roma.
En Tucumán el fallecimiento del padre José María repercutió fuertemente. Se celebró una misa en sufragio de su alma en la iglesia Nuestra Señora de la Caridad, en Yerba Buena, con capacidad para unas 200 personas, donde él atendía habitualmente. El templo se llenó y hubo mucho más gente afuera, que en buena parte no pudo acercarse a comulgar, al consumirse todas las hostias consagradas.
El P. José María Fontán había nacido en Bilbao el 28 de mayo de 1933, en una familia de once hermanos. Su padre, arquitecto, fue una de las primeras personas casadas en pedir la admisión en el Opus Dei. José María recibió desde niño una esmerada formación cristiana en su hogar –del que surgió una vocación a la vida religiosa en una hermana suya, que se hizo religiosa de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús- y en el colegio de los padres jesuitas. Tenía mucha afición y facilidad por el dibujo, pintaba cuadros, y había mostrado cierta inclinación por la arquitectura así como por la farmacia, entroncando con la tradición familiar. Finalmente, ya siendo un joven miembro del Opus Dei estudió en Roma Utriusque Iuris, una carrera que abarcaba el derecho civil y el derecho canónico.
En sus años de estudios en Roma trató a San Josemaría Escrivá, canonizado por San Juan Pablo II en 2012. Se impregnó del espíritu del Opus Dei, de santificación del trabajo, filiación divina, búsqueda de Dios en las circunstancias corrientes y ordinarias de la vida familiar y social, oyéndolo de labios del mismo fundador. Recibió la ordenación sacerdotal el 10 de agosto de 1958.
Y llegó a la Argentina cuando eran muy pocos los integrantes de esa Obra en el país, en una labor incipiente, que había dado sus primeros pasos en 1950 y que estaba reducida a Rosario y Buenos Aires. El presbítero Fontán viajó muchos años mensualmente a Córdoba antes de comenzar allí un centro estable. También colaboró en los prolegómenos de un comienzo de tarea estable del Opus Dei en Mendoza y en otras ciudades. Atendió tareas pastorales en Santiago del Estero y en Salta. Poco antes de fallecer se congratulaba y daba gracias a Dios por las vocaciones y la extensión que había ido tomando esa labor en distintos lugares y sectores sociales de la Argentina, país al que sentía su patria y quería entrañablemente. Se sentía orgulloso y feliz de ser argentino, aunque nunca lo abandonó el gracejo en el habla característico de su tierra natal. Recorrió el país, conoció a sus gentes, sus paisajes, desde el río Paraná y el Litoral en sus años rosarinos hasta Cafayate o la quebrada de Humahuaca, en sus últimos años. Era muy expansivo, hacía amigos con facilidad. Y como buen vasco, fiel a su origen, le gustaba cantar.
Sin desatender su servicio a las almas, procurando siempre acercarlas a Dios con afecto y comprensión, el P. Fontán desplegó también una valiosa tarea intelectual y hallaba momentos para bucear en archivos parroquiales y civiles por investigaciones históricas y genealógicas. Mostraba en eso una extraordinaria paciencia, cuando anotaba a mano viejas inscripciones en libros antiguos que no permitían o no era prudente fotocopiar.
Entre sus muchos escritos, figuran “Bautismos de San Nicolás de Bari (1737-1769), “El pago de los Arroyos (1731-1764) Libro de difuntos de la Catedral de Rosario”, “Onomástica vasca en la provincia de Buenos Aires”, “El pago de Areco (1732-1770”, “Catedral de Santiago del Estero (1813-1867), Libro de Difuntos de Españoles”, “Registro de archivos parroquiales de la provincia de Buenos Aires en el período hispánico S. XVIII: Luján, Quilmes, San Isidro, San Antonio de Areco, San Nicolás de los Arroyos y Pilar”, “Catedral de Santiago del Estero. Libro quinto de difuntos 1866-1898”, etc.
En los últimos años, recopiló mucho material de fotos y escritos sobre la familia Colombres, de gran arraigo en Tucumán, de la que formó parte el obispo José Eusebio Colombres, uno de los firmantes de la Independencia Argentina el 9 de julio de 1816 n el Congreso de Tucumán. Ese trabajo quedó inconcluso y al enfermar había sido derivado a colegas de la misma inquietud investigativa.
El P. Fontán Gamarra era miembro de número de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina. Integraba el Centro de Genealogía de Tucumán y el Instituto Tucumano de Cultura Hispánica. Respondiendo al pedido de esta última entidad solía oficiar una misa de campaña, a fines de mayo, en el lugar, a 2000 metros de altura, donde los conquistadores españoles establecieron la primera ciudad del Barco.
Con el periodista Jorge Rouillon, colaborador de AICA y durante muchos años columnista del diario La Nación, era coautor del libro "La Cumbre- Córdoba. Historia gráfica. 1900-2000", que tuvo dos ediciones en 2005, con el sello de la entidad “Fuentes históricas y genealógicas argentinas”. Ese libro de 404 páginas, de cuidada impresión, fue el fruto de un perseverante trabajo que él había iniciado al comenzar a juntar elementos casi treinta años antes. Tiene más de 400 fotos –muchas de ellas antiguas, obtenidas de álbumes familiares o casas particulares- y cita a unas 2400 personas. El padre Fontán encontró en el Museo Nacional de Ferrocarriles Argentinos el documento oficial del cambio de nombre de la estación y población hasta entonces llamada San Gerónimo por el de La Cumbre, en el año 1900.
Por ese trabajo, un libro hoy agotado, Fontán y Rouillon fueron nombrados miembros correspondientes de la Junta de Historia de La Cumbre.
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