La hermana Acosta pertenece a la congregación de las Hermanas Obreras Catequistas de Jesús Sacramentado, que fundada en Mendoza en 1937, realiza actividades apostólicas en la Argentina, Chile y Paraguay.
Miguela Acosta es de la etnia Wichi. Nació y creció junto a su comunidad indígena de Miraflores y desde niña sintió la vocación de consagrarse a la vida religiosa. En una entrevista, la hermana Acosta explicó que “no fue fácil iniciar este camino”, debido a que, en un principio, su familia no estaba de acuerdo con su decisión. Sin embargo, hoy agradece a sus padres “por haber entendido que la consagración a la vida religiosa era un llamado de Dios”.
La hermana Miguela Acosta recordó: “En muchas oportunidades pasaban por nuestra casa unas monjitas y cuando las veía me llamaba mucho mi atención, por su entrega y su servicio”. Reconoció que “al principio tenía miedo de salir fuera de mi casa y de mi comunidad Wichi, pero cuando recibí la primera comunión, celebración que se realizó en mi casa, fue claro el llamado para servir a Dios y a mis hermanos”.
Relató que para su familia la decisión “al principio fue muy difícil aceptar, sobre todo para mi papá, porque me prepararon para otra cosa: Ser mamá y ser la princesa indígena que tenía que dirigir a toda la comunidad Wichi”.
Sin embargo, fueron su madre y principalmente su abuela quienes la animaron a seguir adelante con este desafío. Hoy reconoce estar “muy contenta de pertenecer a esta congregación”.
Además, destacó que “es lo más grande consagrarse al Señor, no importa el color o la raza, es sólo llevar la fe a nuestros hermanos a través de un carisma”. Aseguró que “es importante vencer el miedo, seguir y perseverar en la vocación. A veces sentimos un llamado pero somos muy cómodos, en vez de responder, quedamos esperando, y la felicidad está cuando se responde”, afirmó.
La hermana Acosta animó a las jóvenes a “que se pregunten por su vocación y que no piensen que nunca vamos a ver a nuestros padres porque siempre vamos a estar cuando nuestros padres nos necesiten, estén enfermos o con momentos de crisis y principalmente vamos a estar acompañándolos y encontrándolos cada vez que recibimos la Eucaristía o participamos de la misa”.
Finalmente, la religiosa expresó su deseo de que “Dios quiera que tengamos muchas vocaciones en esta zona”, y les dijo a las jóvenes y adolescentes que “tienen que animarse y acercarse, vencer el miedo, al igual los jóvenes que sienten el llamado a la vida sacerdotal”.+
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