El episodio evangélico es muy interesante -dijo monseñor Frassia- porque se narra que "Jesús curó a un ciego de nacimiento y, de alguna manera, este ciego tenía necesidad. Le habían preguntado anteriormente quiénes habían pecado, si sus padres o él, y Jesús, frente a esta presencia del ciego, lo bendice, escupe en la tierra, hace barro con su saliva, lo pone sobre los ojos y lo cura. El Señor hace ese milagro porque tiene un poder espiritual para realizarlo y lo hace porque Jesús sana, cura, bendice, perdona, cambia y transforma.
"Aquí transforma físicamente a este hombre haciéndolo pasar de una no visión a poder ver. Luego los adversarios, los contrincantes, como no aceptan las explicaciones del que era ciego y, llenos de dudas o malas consideraciones, tratan de desconocer ese acontecimiento; hasta lo acusan de enseñarles a ellos cuando dicen: este ciego de nacimiento, que es un pecador, cómo se atreve a dar esa explicación.
Lo principal de este episodio -señaló el obispo- es "el encuentro entre Jesús y el ciego de nacimiento. No sólo lo curó físicamente sino que también lo llevó -y provocó- al encuentro de la fe. Ante la pregunta de Jesús, ¿crees en el Hijo del Hombre?, él dice ¿quién es para que yo crea en él? y Jesús le dice: tú lo has visto, es el que te está hablando, a lo que responde: ¡creo Señor! y se postró ante Él.
"En la Iglesia -reflexionó el obispo de Avellaneda-Lanús- seguimos a Cristo y tenemos que toparnos con Cristo. Y desde Cristo entramos y participamos del misterio de Cristo, en el misterio de la Iglesia; pero no nos quedamos reducidos a hombres, a características, a cosas externas, a personalidades. Es el misterio de Cristo en el misterio de la Iglesia".+
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