Seguidamente visitó el barrio Forlanini – de Via Salomone, conocido como “Casas Blancas”, una de las zonas más degradadas de la ciudad en la que viven personas sin suficientes recursos económicos, así como un gran número de ancianos, a quienes invitó a dejarse "restaurar" por Dios.
A continuación se encontró con tres familias en sus propias casas y dirigió un saludo a los residentes en la explanada de las “Casas Blancas”. Después se encontró con los representantes de familias rumanos, islámicos, inmigrantes y otros habitantes del barrio.
Al final de la visita al barrio Forlanini - “Casas Blancas”, el Santo Padre se trasladó en automóvil al Duomo de Milán, para encontrarse con los sacerdotes y los consagrados.
Saludo del Santo Padre a los residentes de las “Casas Blancas”:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
¡Gracias por su bienvenida, tan calurosa, muchas gracias! Son ustedes los que me recibís a mi entrada a Milán y es para mí un gran regalo: entrar en la ciudad encontrando rostros, familias, una comunidad.
Y gracias por los dos regalos tan particulares que me han ofrecido.
El primero es esta estola, (el Santo Padre se la puso) un signo típicamente sacerdotal, que me conmueve de una manera especial porque me recuerda que vengo aquí, entre ustedes como sacerdote, entro en Milán como sacerdote. Esta estola no la han comprado sino que la hicieron, la hicieron aquí, la tejieron algunos de ustedes de forma artesanal. Esto la hace mucho más valiosa; y recuerda que el sacerdote cristiano es elegido por el pueblo y para servir al pueblo; mi sacerdocio, como el de su párroco y el de los otros sacerdotes que trabajan aquí, es un don de Cristo, pero está “tejido” por ustedes, por nuestra gente, con su fe, sus fatigas, sus oraciones, sus lágrimas... Esto es lo que veo en el signo de la estola. El sacerdocio es don de Cristo, pero “tejido” por ustedes, y esto es lo que veo en este signo.
Y luego me han dado esta imagen de su Madonnina: cómo era antes y como es ahora, después de la restauración. Yo sé que en Milán me recibe la Madonnina, en lo alto del Duomo; pero gracias a su regalo, la Madonnina me recibe ya a partir de aquí, a la entrada. Y esto es importante porque me recuerda la solicitud de María, que corre al encuentro de Isabel. Y la atención, la solicitud de la Iglesia, que no se queda en el centro a esperar, sino que sale al encuentro de todos, en las periferias, sale también al encuentro de los que no son cristianos, incluso de los no creyentes...; y lleva a todos Jesús, que es el amor de Dios hecho carne, que da sentido a nuestras vidas y nos salva del mal. Y la Virgen no sale al encuentro para hacer proselitismo ¡no!. Sale para acompañarnos en el camino de la vida; y también el hecho de que haya sido la Madonnina la que me esperaba a las puertas de Milán me ha hecho recordar cuando de niños, de chicos volvíamos de la escuela y estaba mamá en la puerta esperándonos. ¡La Virgen es madre! Y llega siempre antes, sale antes para acogernos, pare esperarnos. Gracias por esto.
Y también es significativa la restauración: esta Madonnina suya ha sido restaurada, como la Iglesia siempre tiene que ser “restaurada”, porque está hecha por nosotros, que somos pecadores, todos, somos pecadores. Dejémonos restaurar por Dios, por su misericordia. Dejemos que nos limpien el corazón, sobre todo en este tiempo de Cuaresma. La Virgen está libre de pecado; no necesita restauración, pero su estatua sí, y así, como Madre, nos enseña a dejarnos limpiar por la misericordia de Dios, para dar testimonio de la santidad de Jesús. Y hablando fraternalmente, una buena confesión nos hará mucho bien, a todos. Pero pido también a los confesores que sean misericordiosos.
¡Gracias de todo corazón por estos regalos! Y, sobre todo, gracias por estar aquí, por su acogida y su oración que me acompaña a la entrada de Milán. El Señor los bendiga y la Virgen los proteja. Y por favor, no se olviden de rezar por mí.
Y ahora recemos a la Virgen
(Ave María y bendición)
Y ¡hasta pronto!
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