Las celebraciones se llevaron a cabo el sábado 18 de marzo, jornada que comenzó con la tradicional procesión por las calles de la capital misionera, que partió de la intersección de las calles Roque Pérez y Félix de Azara, caminando hacia la plaza 9 de Julio.
Al término de la procesión el obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, presidió una santa misa que fue concelebrada por el párroco de la catedral monseñor José Luis Fernández y otros sacerdotes de la ciudad.
Durante toda la celebración se vivió un verdadero clima de fiesta, ya que el día acompañó y la noche se encontraba con una temperatura benigna.
Algunos fragmentos de la homilía del obispo
Qué lindo y que bueno es poder celebrar juntos a San José, como una gran familia, la familia de nuestra ciudad de Posadas. Nos alegra poder compartir esta fiesta, la fiesta de nuestra ciudad, porque nos demuestra que podemos seguir festejando juntos y honrando juntos al patrono de Posadas.
Hoy queremos agradecer a Dios, tenemos muchos motivos, nos sentimos amados todo el tiempo. Hoy tenemos que agradecer especialmente la importancia que tiene San José en nuestra historia, en la de la ciudad, pero también en la historia de la humanidad.
San José siempre fue acompañando nuestra historia, nuestro crecimiento, lo hizo con su ejemplo y con su Sí indudable. Queremos celebrar eso y lo hacemos en nuestra catedral que lo tiene como patrono.
Tenemos que pensar y reflexionar juntos, qué bueno es tenerlo a San José en nuestra historia, porque fue un hombre de silencio, un hombre que acompaña siempre. Pensar que a él le tocó un rol fundamental para poder armar la familia de Jesús.
San José fue un hombre de fe. A partir de allí todos necesitamos revisar y reflexionar cómo vivimos el don de la fe, porque la fe es un don que tenemos que cuidar y también cultivar.
A San José se lo señala como el patriarca de la fe. Él supo decir que Sí, todo el tiempo, por más de que, probablemente, no entendía qué pasaba o qué estaba por suceder en la historia.
Tenemos que pensar que a María y a José no les fue fácil, no tuvieron un camino fácil. La sociedad no estaba preparada para muchas cosas y ellos tenían una tarea difícil, pero José siempre dijo que sí.
La palabra dice que San José se enteró que iba a ser padre en sueños y en ese momento dijo que Sí a cuidar a María, a acompañarla siempre, estar con ella todo el tiempo. Mucho más no sabemos de él, pero podemos decir sin dudar que tuvo un Sí perfecto y sostenido en el tiempo.
Hay varias cosas para destacar de la Fe de José, aspectos fundamentales.
José vivió la fe en la cotidianidad, lo hizo todo el tiempo, sin fijarse en lo extraordinario de la fe, sin buscar cosas que fueran espectaculares. Él confió y lo hizo todo el tiempo. Sin embargo hoy nosotros buscamos signos todo el tiempo, buscamos encontrar cosas como en las películas, cosas extraordinarias que llamen la atención. Pero la fe no es así, la fe se vive en el día a día, en el silencio. Estamos llamados a vivir la fe en las cosas de todos los días.
Vivir la fe en nuestra opciones, teniendo un criterio de vida, porque somos parte de una sociedad que vive tomando decisiones.
Los laicos están por todas partes, están en la comunicación, en la familia, en la escuela. Es ahí donde tiene que estar la fe. Tomar decisiones, no todo preguntarle al sacerdote, no caer en un clericalismo.
Como todos los años, escribí la Carta cuaresmal en la que digo que estamos llamados a tomar decisiones en la cotidianidad de nuestra vida, es ahí donde se juega la fe y es ahí donde tenemos que ser protagonistas.
Es cierto que lo extraordinario está, que ocurre. Dios siempre se nos muestra. Pero es en la cotidianidad, es en la Palabra de Dios, es en la Cuaresma, es en el día a día donde alimentamos nuestra fe. José también lo hizo, vivió la fe en el silencio, en la cotidianidad, lo hizo todos los días de su vida.
Es importante que recordemos que quien tiene la experiencia de Dios tiene una vida distinta. Seguramente hay aspectos humanos que nos hacen no confiar en Dios, en tener miedo. Pero es en ese momento cuando más tenemos que confiar en Dios. En esos momentos sabernos importantes y amados por él.
San José le dijo amén a Dios, confiando en que él siempre lo sostendría, incluso en las dificultades y en las cruces. Debemos tener siempre presente que cuando sufrimos y morimos, lo hacemos con la certeza de que la vida triunfa sobre la muerte.
Pidamos el don de la fe. Tenerlo es vivir algo experimental. Cuando eso pasa, uno no tiene dudas de la presencia de Dios y eso es lo más lindo que nos puede pasar. Tener el deseo de conocer a Jesús es lo mejor que nos pasó en la vida. Ser cristianos es lo mejor. Es la alegría y la paz de tenerlo en nuestra vida y es allí cuando nos damos cuenta de que estamos llamados a servir, a dar la vida y a amar. Cómo nos alegra el corazón cuando sabemos que vivimos para algo.
Pidamos el don de la fe, y tener una fe viva siempre, con un sí inquebrantable como el de José.+
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