Con motivo de la Jornada, los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida del Episcopado Español, publicaron un mensaje en el que llaman a una mayor atención hacia el adulto mayor y hacia las personas enfermas.
Los Obispos abordan el tema de los enfermos y de la ancianidad teniendo en cuenta tres aspectos: La visión cristiana de la debilidad, un deber de justicia y caridad, y desde la mirada de la fe.
Sobre el primero, dicen que no se puede comprender el verdadero sentido de la vida, sino se incluye la aceptación del sufrimiento y de la limitación. “El mundo no será mejor cuando esté compuesto solamente por personas aparentemente ‘perfectas', por no decir ‘maquilladas', sino cuando crezca la solidaridad entre los seres humanos, la aceptación y el respeto mutuo”, subrayan citando palabras del papa Francisco.
En este sentido, destacan la misión y labor que realizan quienes cuidan de los abuelos y enfermos, e invitan a tomarlos como modelo: “La concepción de las profesiones de la salud y de la tarea de quienes se dedican al cuidado de los enfermos y ancianos como ayuda, tutela y promoción de la vida, es la base de un auténtico servicio que busca promocionar y tutelar la vida humana, de modo particular aquella más débil y necesitada.
En cuando al segundo aspecto recuerdan que es un deber de justicia y caridad cuidar de los adultos mayores: “una exigencia básica y elemental de justicia reclama que ahora nosotros cuidemos a nuestros ancianos, y que en el futuro nuestros hijos cuiden de nosotros”.
Recuerdan también que “los ancianos son auténticos depósitos de sabiduría y tienen mucho que aportar a la familia”.
“¡Cuántos abuelos son el auténtico sostén de la misma, asumiendo multitud de tareas sin las cuales los padres no podrían vivir tranquilos! Cuando el anciano pierde la salud física, aparece la demencia o se desvanece la ilusión y queda a merced de los cuidados de los demás surge una situación para el propio anciano y para su familia, que requiere de la ayuda solícita de la sociedad, de las instituciones y de la Iglesia”, agregan.
Por último dicen que es desde la mirada de la fe que se puede descubrir en plenitud la última etapa de la vida: “Pudiera parecer que el anciano, al menos en apariencia, no tiene futuro, pero la luz de la fe nos muestra que la vejez es una nueva etapa del recorrido vital, con sus luces y sus sombras, y que la muerte es el paso al encuentro con Cristo y, con su gracia, a la vida definitiva y en plenitud”.
Por esta razón -continúan los prelados-, “cuando la persona anciana se siente cansada, y piensa que ya no sirve para nada, y siente la tentación del abandono o de la desesperanza, debemos ayudarle a reencontrar el sentido de su vida. Esta vida es siempre valiosa y hermosa a los ojos de Dios. Y así lo es también a nuestros ojos, si realmente hemos conocido el amor”.
Concluyendo la misiva, los obispos exhortan a los ancianos “a no abandonarse al desaliento; a no desatender su responsabilidad en la transmisión del Evangelio, especialmente a sus nietros; a no dejar de ser testigos de la Esperanza que nunca defrauda; a ser testigos de una vida que siempre es don irrepetible para cuantos les rodean, signo de un amor que, lejos de disminuir, quedará sellado para siempre en la eternidad de Dios”.
Al finalizar, encomiendan a los ancianos y enfermos a la protección de la Virgen María: “Ella es Salud de los Enfermos, Estrella de la Mañana, Causa de nuestra alegría y Puerta del Cielo. Que sepamos aprender de Ella el amor a toda vida humana, especialmente a la más débil y necesitada”.+
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