Mons. Ñáñez llamó a condenar el fraude y la corrupción
La catedral Nuestra Señora de la Asunción fue escenario de la celebración, centrada en la oración y la reflexión sobre el camino hacia la independencia como Nación, comenzado el 25 de mayo de 1810.
El arzobispo destacó “el coraje y la grandeza de alma de nuestros próceres”, cualidades apreciables de quienes “soñaron una Nación grande, una comunidad de hombres libres, sin dependencias de poderes extranjeros”, inspirados también por Cristo. En este sentido, recordó el pasaje del Evangelio en el que el Señor asegura: “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
El desafío, aseguró monseñor Ñáñez, es “eliminar la mentira en nuestras relaciones como ciudadanos y como sociedad. No transar con el fraude y ni siquiera con discursos ‘políticamente correctos’ como se suele decir, pero que ocultan la verdad”, y animó a transitar siempre el camino de la verdad.
El obispo hizo referencia a la Oración por la Patria, que destaca la intención de ser una Nación cuya identidad sea “el compromiso por el bien común”, la preocupación por tener presente y encarar todo aquello que favorece y promueve el bienestar de todos, por encima de intereses sectoriales o personales, y esto no sólo con declaraciones altisonantes, sino con obras y de verdad.
El desafío, agregó, es “no transar de ningún modo con cualquier forma de corrupción”, teniendo la firme convicción que “la corrupción perjudica a todos, pero especialmente a los que son más frágiles, a los que son más débiles, a los más pobres”.
El prelado señaló que “la corrupción debe tener una sanción legal”, y se le debe sumar también la reprobación social. “De ninguna manera se deben ‘festejar los manejos o los ardides de quienes evaden las leyes y buscan inescrupulosamente beneficios personales o sectoriales en desmedro del bien de todos los ciudadanos”.
El obispo animó a seguir las huellas de los próceres, sin desalentarnos. “Dejemos que la esperanza nos anime a soñar también nosotros ‘en grande’ y a trabajar mancomunadamente con ilusión, con ahínco y con constancia en la concreción de esos sueños”.
Para finalizar, monseñor Ñáñez recordó el ejemplo de pastor y ciudadano que nos dejó el santo cordobés, San José Gabriel del Rosario Brochero, y llamó, de la mano del Evangelio de Jesús y contando con el auxilio de su gracia, a “procurar de veras una profunda renovación interior de las personas y a partir de ello favorecer el encuentro entre ellas, y buscando objetivos comunes con generosidad y esfuerzo conseguir el beneficio de una vida más digna para todos”.+
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