Economistas, religiosos católicos y protestantes, académicos, funcionarios de organismos internacionales y académicos analizaron estos temas que serán eje de los debates del G20 que se reunirá en 2018 en la Argentina.
Monseñor Lozano expresó que el trabajo es digno en sí –“¿puede no serlo?, preguntó”-, aunque pueda no ser bien remunerado, no estar registrado o no tener adecuadas condiciones de seguridad. Pero sostuvo que la actividad laboral está en el centro de la persona humana, y no se puede hablar de trabajo esclavo o de trabajo infantil, sino que en esos casos habría que decir esclavitud o explotación.
Dijo que no puede aceptarse que una parte de la sociedad no tenga trabajo y sea desechable, y estimó urgente un cambio de paradigma, escuchar el clamor de la tierra y de los pobres.
La casa común, los daños sociales y ambientales
El sacerdote argentino Augusto Zampini, director de Fe y Desarrollo del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede, citó el pensamiento del papa Francisco sobre la tierra como casa común de la humanidad y advirtió sobre los daños sociales y ambientales, al tiempo que llamó a atender el gemido de los desposeídos del mundo.
Animó a buscar modelos de desarrollo humano que tengan en cuenta a cada persona, a todas las personas (no sólo a algunas) y a toda la persona (en todas sus dimensiones, no sólo en su aspecto material).
Relacionó las finanzas con su etimología de soporte para un fin, un objetivo, un bien de las personas y de las sociedades, y señaló que ése es el fin originario de la actividad financiera y bancaria, no la idolatría del dinero.
Finanzas sustentables, dijo, implican incitar en el inversor el valor del ahorro (y las ganancias consiguientes) junto con el deseo de mejorar la sociedad (por ejemplo, financiando nuevas energías renovables). Al hablar de una “economía del cuidado” subrayó la importancia de las inversiones a largo plazo, ante una cultura “rapidificada”, y desestimó la “timba” (jugarse a todo o nada, con la posibilidad de perder todo por querer ganarlo todo) y la “trampa” (no tener interés en el otro, sino utilizarlo). Valoró las relaciones –el valor de las personas en relación- frente a las meras transacciones.
"No somos autómatas"
Un interesante enfoque humanístico presentó el economista Javier González Fraga, presidente del Banco de la Nación, quien se preguntó: ¿por qué la economía se ha deshumanizado? Mencionó esta inquietud que ya se planteaba el economista Carlos Moyano Llerena en nuestro país hace 50 años y que toma más recientemente el economista italiano Stefano Zamagni. Y mencionó un estudio del especialista español Rafael Rubio Díaz sobre la teoría de la acción humana, que se pregunta por qué decidimos lo que decidimos.
González Fraga dijo que la teoría clásica se centra en optimizar precios, como si no tuviéramos pasiones, vicios. González Fraga observó que también hay solidaridad y afirmó: “No somos autómatas que van por el mundo tomando decisiones en función de precios”. Cuestionó una lógica economicista, que es un enfoque limitado, y observó que los economistas no pudieron prever ninguna de las últimas crisis mundiales.
Señaló que la tasa de interés es el valor asignado al futuro expresado en valores del presente y observó que la banca nació con valores morales, de confianza y comportamiento, no mero egoísmo. Citó pensamientos de Adam Smith que presuponían una ética en el comportamiento humano y afirmó que cada decisión de negocios debe atender al cuidado del prójimo y del medio ambiente. Al hablar de la política hipotecaria, señaló que la casa no es una cosa más, sin casa no hay familia y sostuvo que la "verdadera barrera contra la pobreza es la familia".
"No dejemos que los financistas y economistas decidan el valor del planeta, no podemos dejar que la lógica económica decida sobre el valor del planeta, por que esta lógica está alejada del enfoque del bien común", instó.
Finanzas y economía real, los robots y las personas
A su vez, Jorge Argüello, ex embajador ante las Naciones Unidas, se refirió a la crisis financiera de 2008 y estimó que cierta estabilidad que hoy puede advertirse está sujeta a riesgos de sustentabilidad, porque persiste una desconexión entre el mundo de las finanzas y el de la economía real, al tiempo que dejan de imperar los acuerdos de Bretton Woods que signaron el mundo tras la Segunda Guerra Mundial. Se refirió a la oportunidad de que la Argentina, México y Brasil intenten incidir algo más en el rumbo de las decisiones en el G20, aunque no puedan cambiarlo, siendo que hasta ahora lo marcan las grandes potencias.
Gustavo Beliz, director del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), analizó la incidencia en la organización del trabajo no ya de los robots sino de máquinas inteligentes (que se advierten en temas tan variados como los autos autónomos, los diagnósticos en la salud o la regulación del uso de la energía, y hasta en el diseño de las campañas políticas). Consideró que hace falta plan tear un contrato social que tenga en cuenta el papel de la tecnología, y subrayó el valor de la innovación sobre otras ventajas comparativas (como los de algunos recursos naturales que irán perdiendo fuerza, como el petróleo). Contó que en el mundo hay un millón de personas entrenando a robots en distintas funciones y al mismo tiempo rescató que hay cosas en las cuales el robot no a va a poder reemplazar a las personas, como el amor que una enfermera puede darle a un chico enfermo de tres o cuatro años.
El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, visitó el encuentro, tras participar de una reunión de gabinete ampliado con el presidente de la Nación. Se refirió a la cultura de la vida y el desafío que se presenta a sus valores en las nuevas circunstancias. Invitó a participar en una próxima conferencia contra el trabajo infantil y la trata de personas, y el fomento del empleo joven. Y sostuvo que el sindicalismo requiere tener una cabeza abierta no sólo para defender a quienes ya tienen un empleo regular y están sindicalizados, sino para preocuparse por sectores sociales con trabajos precarios, sin trabajo o marginalizados. (Jorge Rouillon).+
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