El prelado consideró que es necesita un reencuentro con uno mismo en la intimidad profunda y silenciosa de nuestro corazón, centro de la vida y afirmó que para lograrlo hay que saber darse, aportando lo que muchos están necesitando, y que hoy pasa fundamentalmente, por ser mujeres y hombres de alegría, de paz, ternura y misericordia, la que nos trajo el niño Dios, en el pesebre de Belén, al nacer de María.
¡Cuánto nos duele el alma!, ver las imágenes de la televisión de estos días previos a la Navidad, hermanos nuestros, mujeres y hombres, en batalla, enfrentamientos y luchas, lluvia de piedras y balas de goma, gas lacrimógeno, destrucción de edificios, comercios, y la herida cada vez más honda del tejido social argentino, que nos destruye como hermanos y nos aleja, de gozar la dicha de ser hijos todos del mismo Padre Dios, expresó al referirse a los hechos violentos frente al Congreso de la Nación en medio del debate por la reforma previsional.
El obispo rafaelino recordó que el Padre Dios creó el mundo para todos, sin distinción de razas ni de pueblos ni de religión, con igualdad de oportunidades, sin discriminación alguna, haciéndonos con inteligencia, para razonar, discernir, posibilitando el trabajo, la ciencia y la técnica, capaces de sentir.
Por eso duele el amor y cuando te sacrificas por el bien del otro, así como también gozas con creatividad al ver un cuadro, un baile, la sonrisa de un niño, o escuchas una canción, es la belleza del arte, del juego y el deporte; pero sobre todo Dios nos ha dado un corazón, capaz de amar y servir, creando mundos nuevos, culturas nuevas con nuevas historias que son cada una de nuestras vidas, soñadas por amor de Dios, subrayó.
El nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén, como cuando éramos niños, vuelve cada fin de diciembre, con su Misterio de amor, que nos envuelve en la ternura misericordiosa, de un Dios que tiene el atrevimiento de hacerse niño, y esto sigue complicando a los poderosos de este mundo. Su luz nueva que traspasa los siglos, es más fuerte que el humo de las bombas y misiles, y que miles de piedras, arrojadas con rencor y venganza, y hasta es más perdurable que cualquier ley, aun las que puedan dañar a los más necesitados de la sociedad, sostuvo.
Por último, monseñor Fernández le dijo al Niño de Belén: Te necesitamos, nace una vez más en medio nuestro, en las familias, en los que se sienten solos y ayúdanos a ser más hermanos entre nosotros.+
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