Luego del rezo de la novena, se llevó a cabo el domingo 25 de agosto la procesión central, encabezada por las imágenes de Nuestra Señora del Rosario del Trono, patrona de la ciudad, el Santo Cristo de la Quebrada, la imagen peregrina de la Virgen de Fátima y San Luis Rey.
La procesión culminó con la renovación de la consagración de la diócesis al Inmaculado Corazón de María.
El obispo diocesano, monseñor Pedro Daniel Martínez Perea, presidió la misa central, concelebrada por el arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Eduardo Lozano; el obispo de San Rafael, monseñor Eduardo María Taussig; el vicario general de la diócesis, monseñor Fernando Spalla; el vicario episcopal para el decanato sur, presbítero Ignacio Daminato y sacerdotes de San Luis.
En su homilía, monseñor Martínez Perea reconoció que a veces pensamos que ser santo es algo inalcanzable y que sólo lo logran aquellos que andan haciendo milagros por allí. En ese sentido, aclaró que no es así y que el ejemplo de eso es San Luis Rey. Él “fue una obra de Dios que se dejó alcanzar por el Creador”, afirmó. “San Luis le dijo sí al Señor y dejó que Dios triunfara en él”.
El obispo dijo además que la visita de la Virgen es una presencia casi sacramental, que realiza aquello que significa y que seguramente San Luis Rey debe haber dicho: “Hoy me han celebrado como nunca porque han traído la imagen de la Virgen peregrina de Fátima”. “¡Que su presencia quede en nosotros!”, deseó.+
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