La actividad comenzó para el Jubileo del año 2000 y desde entonces se realiza ininterrumpidamente cada agosto como una tradicional fiesta de la Iglesia local.
En esta oportunidad, el objetivo se dirigió a trabajar como una verdadera Iglesia, en comunión, desde diferentes áreas pastorales, mostrando su realidad social, a través de los clamores territoriales; guiados por el lema diocesano de este trienio: “Caminamos juntos escuchando la fe de nuestro Pueblo y anunciando a Jesús y su Reino”, que nos ayudó y motivó a reflexionar acerca de nuestra acción pastoral y las realidades que vivimos.
En esta oportunidad, realizaron una procesión por las calles de Merlo, donde los fieles expresaron y escucharon nueve “clamores” del Pueblo: el clamor del hambre; el clamor de las adicciones; el clamor de la violencia hacia la infancia; el clamor de los jóvenes, el clamor de la mujer; el clamor de la discriminación al extranjero; el clamor de la salud; el clamor de los templos cerrados y el clamor de la educación.
De ese modo, expusieron, meditaron y rezaron los dolores que sufre el Pueblo y qué respuesta se les puede dar como Iglesia; también agregaron el clamor de nuestra Madre Tierra, sobre todo en este momento, ante los incendios en la Amazonia.
Luego de la procesión, los fieles ingresaron al predio donde fueron presentados, mediante distintas dinámicas, los “rostros” de los cinco decanatos. Los presentes compartieron un almuerzo, preparado por cocineras de los comedores barriales y servido por distintos grupos Scouts de Merlo y Moreno. Luego disfrutaron un momento festivo con música popular y baile.
Seguidamente realizaron una radio abierta, que concluyó con testimonios relacionados a las actividades que se están haciendo en el territorio de la diócesis con los clamores de la mujer, las adicciones, los jóvenes y la discriminación al extranjero.
El encuentro concluyó con una misa presidida por el presbítero Juan José Olivera, quien invitó a los presentes a estar siempre en torno al altar como “Pueblo de Dios en el que todos tenemos la misma dignidad, somos todos bautizados y, como tales, todos somos hijos e hijas de Dios”.
“Cada Iglesia particular tiene un modo de caminar, y hoy comenzamos a ver y comprender cuál es nuestro modo: el de andar todos juntos, sin pisarnos y con enorme alegría. Este modo suele traer incomodidades, pero debemos caminar así, con un tranco parecido, comprometidos con la presencia de Jesús, acompañando los clamores de nuestros hermanos”, afirmó.
“Ojalá que podamos sentirnos deseosos de poder sanar esos dolores, porque si no lo hacemos, si no damos ese paso, nuestro caminar como Pueblo de Dios se quedará frente a esa puerta estrecha de la que nos habla el Evangelio de hoy, sin poder atravesarla”, concluyó.+
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