Los diáconos no son sacerdotes de segunda, son custodios de la Palabra y la caridad

Los diáconos no son sacerdotes de segunda, son custodios de la Palabra y la caridad

Ciudad del Vaticano (AICA): El papa Francisco continuando con su ciclo de catequesis sobre la evangelización a partir del Libro de los Hechos de los Apóstoles, reflexionó hoy, durante la audiencia general de este miércoles 25 de septiembre, sobre el nacimiento del ministerio de los diáconos que devolvió la armonía entre el servicio de la caridad y de la Palabra.
El papa Francisco continuando con su ciclo de catequesis sobre la evangelización a partir del Libro de los Hechos de los Apóstoles, reflexionó hoy, durante la audiencia general de este miércoles 25 de septiembre, sobre el nacimiento del ministerio de los diáconos que devolvió la armonía entre el servicio de la caridad y de la Palabra.

“Los diáconos se crearon para el servicio. El diácono no es para el altar, es para el servicio. Es el custodio del servicio en la Iglesia. Cuando a un diácono le gusta ir mucho al altar, se equivoca. Ese no es su camino”, explicó el Santo Padre.

En su catequesis, el Papa se refirió a los problemas que afectaron al seno de la primera comunidad cristiana: “Los problemas han existido siempre, desde el inicio”, subrayó.

El principal problema que afectó a aquella comunidad de cristianos, señaló el pontífice, fue “cómo armonizar las diferencias que coexistían en su interior sin que surgieran contrastes y divisiones”.

“La comunidad”, señaló Francisco, “no acogía sólo a los judíos, sino también a griegos, personas provenientes de la diáspora, con culturas y sensibilidades propias. También con otras religiones. Hoy nosotros decimos ‘paganos’, y eran acogidos”.

Esta convivencia generaba “frágiles y precarios equilibrios y, ante la dificultad, surgió la cizaña. ¿Y cuál es la peor de las cizañas que destruye una comunidad? La cizaña de las murmuraciones: los griegos murmuraban por la desatención de la comunidad hacia sus viudas”.

Ante este problema, los apóstoles iniciaron un proceso de discernimiento y “encontraron un modo para subdividir las diferentes obligaciones para un crecimiento sereno del entero cuerpo eclesial y evitar los descuidos tanto en la promoción del Evangelio como en el cuidado de los miembros más pobres”.

Puesto que los apóstoles eran conscientes de que su vocación principal era predicar la Palabra de Dios, decidieron instituir un núcleo de “siete hombres de buena reputación, llenos de Espíritu y de sabiduría”. Esos siete hombres, “después de haber recibido la imposición de las manos, se ocuparían del servicio”.

Se crean así los diáconos, y “esa armonía entre el servicio de la Palabra y el servicio de la caridad representa la levadura que hace crecer el cuerpo eclesial”.

“Los diáconos en la iglesia no son sacerdotes de segunda clase, no. Es otra cosa. Es el custodio del servicio en la Iglesia. Y es precisamente esta armonía entre el servicio a la Palabra y el servicio a la caridad representa la levadura que hace crecer el cuerpo eclesial”, señaló el pontífice.

El Santo Padre agregó que, “el mal de la murmuración no sólo se encontraba dentro de la Iglesia, sino también fuera se alzaban reproches contra los nuevos diáconos, entre los que destacaban Felipe y Esteban. Los enemigos de este último, no teniendo cómo atacarle, lo calumniaron y dieron falso testimonio contra él. Este cáncer diabólico que es la murmuración, que nace de la voluntad de destruir la reputación de una persona, agrede al cuerpo eclesial y lo daña gravemente”.

Cuando conducen a Estaban ante las autoridades, como habían hecho con Jesús y con todos los mártires, señaló el pontífice, él propone una relectura de la historia sagrada centrada en Cristo. “Esteban ante el Sanedrín fue testigo de Cristo, quien ilumina toda la historia de la salvación, y denunció la hipocresía de quienes han perseguido siempre a los profetas enviados por Dios y crucificaron a su propio Hijo. El tribunal decretó su muerte y, como otro Cristo, Esteban la afrontó abandonándose en las manos de Jesús y perdonando a sus agresores”.

Las palabras de Esteban, afirmó el Santo Padre, nos enseñan que no son los lindos discursos los que revelan nuestra identidad como hijos de Dios, sino sólo el abandono de la propia vida en las manos del Padre y el perdón para aquellos que nos ofenden nos hacen ver la calidad de nuestra fe.

“La Iglesia de hoy es rica en mártires, hoy hay más mártires que al inicio de la Iglesia, la Iglesia esta irrigada por su sangre que es ‘semilla de nuevos cristianos’ y asegura el crecimiento y la fecundidad del Pueblo de Dios. Los mártires no son ‘santitos’, sino hombres y mujeres de carne y hueso que -como dice el Apocalipsis- ‘lavaron sus vestidos, blanqueándolos en la sangre del Cordero’. Ellos son los verdaderos vencedores”.

“Pidamos también nosotros al Señor que, mirando a los mártires de ayer y de hoy, aprendamos a vivir una vida plena, acogiendo el martirio de la fidelidad cotidiana al Evangelio y de la conformación a Cristo”, concluyó el Papa. +

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