“Este lugar nos hace más conscientes del dolor y del horror que los seres humanos somos capaces de infringirnos”, dijo el Papa. “Uno de los anhelos más profundos del corazón humano es el deseo de paz y estabilidad, y la posesión de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva no son la respuesta más acertada a este deseo; es más, parecen continuamente ponerlo a prueba”, sostuvo.
El Pontífice se dirigió directamente a los líderes políticos para explicarles que “las armas nucleares no nos defienden de las amenazas a la seguridad nacional e internacional de nuestro tiempo. Es necesario considerar el impacto catastrófico de un uso desde el punto de vista humanitario y ambiental, renunciando al fortalecimiento de un clima de miedo, desconfianza y hostilidad, impulsado por doctrinas nucleares”.
Luego se planteó que el estado actual del planeta reclama “una reflexión seria sobre cómo todos esos recursos podrían ser utilizados, con referencia a la compleja y difícil implementación de la agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y alcanzar así objetivos como el desarrollo humano integral”. El Papa dijo que es crucial crear herramientas “que aseguren la confianza y el desarrollo mutuo, y contar con líderes que estén a la altura de las circunstancias”.
“Nadie puede ser indiferente ante el dolor sufriente de millones de hombres y mujeres que hoy siguen golpeando a nuestras conciencias; nadie puede ser sordo ante el grito del hermano que desde su herida llama; nadie puede ser ciego ante las ruinas de una cultura incapaz de dialogar”, manifestó.
Se refirió a la cruz bombardeada y a la estatua de Nuestra Señora, recientemente descubiertas en la catedral de Nagasaki que “nos recuerdan el indescriptible horror sufrido en su propia carne por las víctimas y sus familias”. Ante un mundo que “vive la perversa dicotomía de querer defender y garantizar la estabilidad y la paz en base a una falsa seguridad sustentada por una mentalidad de miedo y desconfianza”, el Papa afirmó que esta manera de vivir envenena las relaciones entre pueblos e impide el diálogo.
“La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total”, aseguró Francisco, y agregó que en Nagasaki “serán siempre pocos los intentos de alzar nuestra voz contra la carrera armamentista.
Seguidamente hizo mención a los “recursos valiosos” que podrían utilizarse en beneficio del desarrollo integral de los pueblos y para la protección del ambiente natural. “En el mundo de hoy, en el que millones de niños y familias viven en condiciones infrahumanas, el dinero que se gasta y las fortunas que se ganan en la fabricación, modernización, mantenimiento y venta de armas, cada vez más destructivas, son un atentado continuo que clama al cielo”, señaló el Papa.
“La humanidad aspira a vivir en un mundo en paz, libre de armas nucleares, y convertir este ideal en realidad requiere la participación de todos”, agregó después. “Nuestra respuesta a la amenaza de las armas nucleares debe ser colectiva y concertada, basada en la construcción ardua pero constante de una confianza mutua que rompa la dinámica de desconfianza actualmente prevaleciente”.
Tras recordar la Encíclica Pacem in terris, de San Juan XXIII, en donde solicitaba la prohibición de las armas atómicas, Francisco dijo que “es necesario romper la dinámica de desconfianza que prevalece actualmente, y que hace correr el riesgo de conducir al desmantelamiento de la arquitectura internacional de control de las armas”.
Francisco manifestó que la Iglesia Católica está comprometida con la decisión de promover la paz entre los pueblos y las naciones: “Es un deber al que se siente obligada ante Dios y ante todos los hombres y mujeres de esta tierra”. Por último, el Papa pidió “no cansarnos de trabajar e insistir con celeridad en apoyo a los principales instrumentos jurídicos internacionales de desarme y no proliferación nuclear”.
“En julio pasado, los obispos de Japón lanzaron un llamado para la abolición de las armas nucleares, y cada agosto la Iglesia nipona celebra un encuentro de oración de diez días por la paz”, recordó el Papa y rogó para que “la oración, la búsqueda infatigable en la promoción de acuerdos y la insistencia en el diálogo, sean las ‘armas’ en las que pongamos nuestra confianza y también la fuente de inspiración de los esfuerzos para construir un mundo de justicia y solidaridad que brinde garantías reales para la paz”.
Finalmente, con el rezo de la oración a San Francisco de Asís, pidió unirse en oraciones por la conversión de las conciencias y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y de una fraternidad que sepa reconocer y garantizar las diferencias en la búsqueda de un destino común. “En este lugar de memoria que nos sobrecoge y no puede dejarnos indiferentes, es aún más significativo confiar en Dios, para que nos enseñe a ser instrumentos efectivos de paz y a trabajar también para no cometer los mismos errores del pasado”.+
Publicar un comentario