Francisco a los esposos: “Son los ‘pilares’ de la Iglesia doméstica”

Ciudad del Vaticano (AICA): Reunido con los participantes del curso de formación para la protección del matrimonio y la atención pastoral de las parejas heridas, organizado por la Rota Romana, en la mañana del sábado 30 de noviembre, el papa Francisco les dijo: “Se trata de entrar en la vida de las personas que sufren y tienen sed de serenidad y de felicidad personal y de pareja”.
En la mañana del sábado 30 de noviembre el papa Francisco se reunió con los participantes del curso de formación para la protección del matrimonio y la atención pastoral de las parejas heridas, organizado por la Rota Romana.

El Pontífice repasó los puntos fundamentales vistos durante el curso y les dijo: “Es fácil sentirse atraídos por el segundo elemento”, e insistió en que “las tipologías expuestas no pueden ser tratadas con un enfoque meramente burocrático”. “Se trata de entrar en la vida de las personas que sufren y tienen sed de serenidad y de felicidad personal y de pareja”.

El Papa subrayó que muchas causas psicológicas, físicas, ambientales o culturales suelen ocasionar heridas en el matrimonio. “A veces son causadas por el cierre del corazón humano al amor, por el pecado que nos toca a todos”. Y como consecuencia, insistió: “estas causas cavan profundos y amargos surcos en el corazón de las personas implicadas y heridas sangrantes”, y ante ello la Iglesia no puede “voltear su rostro hacia el otro lado”.

“Por eso la Iglesia, cuando se encuentra con estas realidades de parejas heridas, llora y sufre ante todo con ellas; se acerca con el aceite del consuelo, para calmar y sanar; quiere cargar sobre sí misma el dolor que encuentra”, afirmó Francisco.

Refiriéndose a los procedimientos jurisprudenciales afirmó: “La Iglesia busca siempre el bien de los heridos, busca la verdad de su amor; no tiene otra cosa que sostener su felicidad justa y deseada, que, antes de ser un bien personal al que todos aspiramos humanamente, es un don que Dios reserva para sus hijos y que viene de Él”. Para atender los diferentes casos que se presentan, las partes implicadas “deben confiarse en primer lugar al Espíritu Santo para que, guiados por Él, puedan escuchar con los criterios correctos, ser capaces de examinar, discernir y juzgar”.

Francisco hizo alusión a los ejemplos en el Evangelio sobre el matrimonio cristiano: “Se vive como un camino de fe, como la unión íntima de los esposos que son los ‘pilares’ de la Iglesia doméstica”, indicó Francisco, y agregó: “De este camino en el Espíritu, de su luz que calienta y satisface el corazón humano, nace ese precioso e indispensable ministerio de los esposos en la Iglesia, cada vez más necesario hoy en nuestras comunidades parroquiales y diocesanas”.

El Pontífice sostuvo que “este sacramento no puede ser improvisado”. Por el contrario, “hay que prepararse como novios. No basta con que los novios cristianos se preparen para el matrimonio logrando una buena integración psicológica, afectiva, relacional y planificadora, necesaria también para la estabilidad de su futura unión. También deben alimentar y aumentar progresivamente en sí mismos esa llamada específica a modelarse como esposos cristianos”.

Esta preocupación está presente en Concilio Vaticano II, el Magisterio de la Iglesia y en la Palabra de Dios, que subrayan el objetivo apostólico y misionero inherente al sacramento del matrimonio: “Y es mirando este horizonte que los novios pueden crecer, nutriéndose de la oración, de la Eucaristía y de la reconciliación, de la preocupación sincera por los demás, de la dedicación a los hermanos que encuentran”.
Finalmente, el Papa subrayó la importancia de los esposos en la vida de las Iglesias locales: “La Iglesia, en su estructura parroquial, es concretamente una comunidad de familias llamadas a ser testigos del Evangelio en ese territorio. Es el Espíritu Santo quien hace esta sinergia, y por tanto el Espíritu debe ser invocado, también para este proceso apostólico, que no es fácil, pero no imposible. Animo a los pastores, obispos y sacerdotes a promover, apoyar y acompañar este proceso, para que la Iglesia se renueve, convirtiéndose cada vez más en una red capilar de comunidades de familias que son testigos y misioneros del Evangelio”.+

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