Hace 30 años murió el primer obispo de Cruz del Eje

Se cumplieron 30 años de la muerte del primer obispo de la diócesis de Cruz del Eje, monseñor Enrique Pechuán Marín, a quien se lo llamaba popularmente como Don Enrique. El homenaje recordatorio se realizó en el marco del jubileo diocesano por los 50 años de la creación de la diócesis, con una celebración eucarística que presidió el 16 de diciembre a las 19.30 el obispo local, monseñor Santiago Olivera, en la parroquia Nuestra Señora del Valle, antigua catedral de la diócesis, donde se encuentran sus restos de monseñor Pechuán Marín. A la celebración asistieron numerosos sacerdotes, diáconos, religiosas y fieles laicos de la diócesis.

Este mismo año, a la memoria del fallecimiento, se recuerdan los 100 años del nacimiento, los 75 años de la ordenación sacerdotal y los 50 de la ordenación episcopal de monseñor Pechuán Marín.


Con motivo del aniversario, el presbítero Luis Orlando Zalazar, fruto del seminario menor que el recordado obispo fundó hace 40 años en la diócesis, escribió el siguiente testimonio.


“Don Enrique”, padre y pastor, cercano y alegre

Es una gracia y alegría poder recordar a monseñor doctor Enrique Pechuán Marín, “Don Enrique”, al cumplirse el 16 de diciembre los 30 años de su Pascua, su partida. Un recuerdo que tiene sus emociones y para mí, en especial, la base de mi vocación sacerdotal. “Don Enrique” fue un padre en quien apoyarse para ser fiel a Jesús Pastor y lo siguió siendo siempre cercano y alegre con sus sacerdotes y seminaristas.


Nació el 3 de diciembre de 1913 en Desamparados, provincia de San Juan, hijo de don Nicasio Pechuán Navarro y Doña Rosalía Marín. Cursó sus estudios, camino al sacerdocio, en los seminarios conciliares de Cuyo y luego en Devoto doctorándose en Filosofía. Su obispo, monseñor José Américo Orzali, en 1933 lo envió al Colegio Pío Latinoamericano de Roma, donde se graduó de Licenciado en Teología y Derecho Canónico. El 16 de abril de 1938 fue ordenado sacerdote en Roma y celebró su primera misa el día de Pascua en las catacumbas de San Calixto.


En San Juan de Cuyo, su diócesis de origen, dictó clases de Teología y Filosofía en el Seminario Mayor, asesoró la Acción Católica, brindó su servicio en la curia eclesiástica como secretario, ejerció como inspector de Educación Católica, secretario canciller y vicario general.


Se interesó mucho por el apostolado en los medios de comunicación social dirigiendo un programa en Radio Colón “Tribuna Radial”, y fue corresponsal de la joven Agencia Informativa Católica Argentina (AICA), de la que fue en 1955 uno de sus propulsores en la Conferencia Episcopal.


Fue canónigo en el Cabildo Eclesiástico de San Juan y luego capellán en el Hospital San Roque apenas sucedido el trágico terremoto del año 1944 que convirtió en ruinas a la ciudad de San Juan.


Participó en el acontecimiento eclesial y pastoral más importante de los últimos años, el Concilio Vaticano II, en el que pronunció una conferencia sobre la Virgen María.


El 12 de agosto de 1963, con la bula pontificia de Pablo VI “Ecclesia Christi”, nació diócesis de Cruz del Eje”. Hacía pocos meses que “Don Enrique” había visitado Roma y celebrado la misa en acción de gracias por sus 25 años sacerdotales junto con sus compañeros de ordenación y seminario. En el archivo se encuentra un registro de su voz respecto a este acontecimiento de su vida, una nota grabada en Radio Vaticano que se conserva en cinta magnetofónica y luego rescatada por digitalización.


“Don Enrique” fue ordenado obispo en su parroquia natal Nuestra Señora de los Desamparados, en la localidad sanjuanina de Rivadavia, el 21 de septiembre de 1963 por el entonces arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Audino Rodríguez y Olmos. Algunos sacerdotes del nuevo presbiterio lo acompañaron y le regalaron el báculo, el cayado de Pastor para servir y pastorear a su nueva comunidad diocesana.


Inició su servicio episcopal recién el 4 de abril de 1964 debido a su participación en el Concilio Vaticano II. Fue puesto en posesión de su sede episcopal por monseñor Ramón José Castellano, arzobispo de Córdoba, mediante los actos correspondientes y la lectura de su nombramiento por el papa Pablo VI. Inmediatamente eligió al presbítero Amelio Gherra como su vicario general y al presbítero Silvestre López como su secretario.


“Salve, Cruz, única esperanza” fue su lema. Sus sacerdotes y su cercanía (“proximidad”) al pueblo marcaron su camino y opción pastoral.


Providencialmente, y siguiendo una de las opciones pastorales del papa Francisco, los obispos argentinos nos proponen para la pastoral en estos años 2012-2014, llegar a todos (a las “periferias existenciales” al decir de Francisco) con entusiasmo, alegría y cercanía.


“Don Enrique” ya lo sentía así en su primera carta pastoral y se lo pedía a sus sacerdotes: “debéis estar en medio de vuestro pueblo. Imitad en esto a Nuestro Señor Jesucristo que no se contentaba con predicar en el templo, sino que buscaba el ponerse en contacto con toda clase de personas. Y en este acercamiento, procurad estar en íntimo contacto: con los intelectuales aunque parezca un apostolado difícil, predicadles simple y sencillamente la Verdad del Evangelio, buscad ganarlos para Cristo; con los obreros, los necesitados, los pobres, los que sufren, los que necesitan de vuestro apoyo, de vuestro afecto y de vuestra solicitud. Sin dejar de hacer todo lo posible por mejorar su condición social, podemos siempre brindarles el consuelo de nuestra simpatía y de nuestra sonrisa”.


Creo que son palabras que nos devuelven mayor energía y empeño para vivir y caminar en el mismo sentir en la pastoral de hoy, para renovarnos como diocesanos junto a “Don Enrique” y sus obispos sucesores Omar Félix Colomé y Santiago Olivera, en favor de nuestros cincuenta años de historia diocesana.


Entre los recuerdos que tengo de él y desde la última vez que lo vi (en el acto académico de egreso del Instituto Presbítero Juan Vicente Brizuela, de Villa Dolores, pocos días antes de su partida a la Casa de Dios) rescato su perfil pastoral:


-Un Padre amigo de los niños y sus monaguillos (muchos lo ayudábamos en la catedral en la misa “de los niños”). Su gesto paternal, cercano y delicado.


-Un Pastor de alegría simple y humilde autoridad, que llama a apenas adolescentes a conocer a Jesús Pastor en su obra más querida, el Seminario Menor.


-Su religiosidad popular confiada en María y San José que recibió de sus padres y lo demostró en las pequeñas imágenes que cuidan desde el Seminario Menor tanto a sacerdotes como a seminaristas.


-El Rosario, el recuerdo de su madre y sus “tres avemarías” recomendadas en las dificultades de la vida. El ofrecimiento de la “Salve” por las vocaciones al rezar el rosario.


-Ferviente devoto e iniciador de la causa de canonización del Cura Brochero. Causa que él mismo inició en 1974 mediante una reseña de vida redactada por el jesuita padre Pedro Paravano y haber exhumado sus restos y colocarlos en la misma capilla de la Casa de Ejercicios.


“Don Enrique”, padre y pastor, cercano y alegre, partió a la Casa del Padre el 16 de diciembre de 1983, con la gracia especial del Año Santo Extraordinario de la Redención concedido por el beato papa Juan Pablo II, en su casa episcopal de Cruz del Eje. Descansa junto a su iglesia catedral desde donde presidió la comunidad diocesana en la unidad y fidelidad a Jesús, Pastor y Obispo. Sus restos esperan la resurrección en la excatedral y parroquia Nuestra Señora del Valle, en Cruz del Eje.+



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