El Papa inició su discurso agradeciendo a todos la presencia y deseándoles una Feliz Navidad. Navidad que el Pontífice definió “una fiesta gozosa por excelencia” aunque constató que a menudo, ocupados en otras cosas “al final no hay alegría o si la hay, es muy superficial”.
Francisco se preguntó por qué entonces falta esta alegría y, basándose en la frase de un escritor francés, explicó que “la alegría está ligada a la santidad. Incluso la alegría de la Navidad”.
Dirigiéndose a los niños presentes con sus familias en el Aula Pablo VI les preguntó: “¿quién es feliz en el pesebre?” Y notó que María y José mirando al Niño recién nacido están llenos de alegría, porque recibieron el “Regalo de Dios”. “Están rebosantes de santidad y por lo tanto de alegría” les explicó el Papa.
Recorriendo las estatuillas que conforman el pesebre Francisco se detuvo en los pastorcitos, que están “llenos de alegría” y “también son santos, porque respondieron al anuncio de los ángeles y corrieron a la gruta” para ver al Niño. El Papa señaló una característica de los pastorcitos, que es la “capacidad de sorprenderse, de maravillarse ante los dones de Dios, a sus sorpresas, y el don más grande, la sorpresa más nueva es Jesús”, aseguró.
Mirando siempre al pesebre, el Papa notó la presencia de trabajadores y sus oficios y habló del trabajo, “de nuestro trabajo” dijo, que “siempre tiene una parte de fatiga”. “Pero si cada uno refleja un poco de la santidad de Jesús, un poco es suficiente, un pequeño rayo -una sonrisa, atención, cortesía, una disculpa- entonces todo el ambiente de trabajo se vuelve más "respirable" y se despeja el clima pesado que a veces creamos los hombres y las mujeres con nuestras intimidaciones, nuestros cierres y prejuicios”.
Finalmente, Francisco se refirió a la "santidad de la puerta de al lado" que “existe incluso aquí en el Vaticano”, dijo. “Normalmente son personas que no aparecen, modestas, simples, pero que hacen tanto bien en el trabajo y en las relaciones con los demás”. Y son sobre todo alegres porque están llenos de serenidad interior y capacidad para transmitirla. Serenidad que viene “siempre de Jesús”, explicó Francisco, del “Emanuel, Dios-con-nosotros”, porque “Él es la fuente de nuestra alegría, ya sea personal, en la familia o en el trabajo”.+
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