“Hace muy poco -comenzó diciendo monseñor Aguer- ha salido una Instrucción de la Santa Sede acerca de la cremación o, mejor dicho, habría que decir acerca de qué hace uno con las cenizas de los difuntos. La cremación se ha convertido en un hecho prácticamente universal y el documento insiste en que la Iglesia prefiere la inhumación. Somos hechos de la tierra y a la tierra volvemos”.
“Así ha sido la gran tradición eclesial con todo lo que eso significa tanto en el orden litúrgico como también en el orden afectivo, familiar, social. Pero hoy la cremación se ha hecho algo general, extendido”, añadió.
“Yo distinguiría -explicó el arzobispo platense- entre la cremación de restos después de 30 años de muerto y la cremación de un cadáver del señor que se ha muerto el día anterior. Esto último me parece un horror y es eso lo que la Iglesia no prohíbe pero no acepta como algo que sea verdaderamente cristiano en referencia al misterio de la resurrección de la carne, al hecho de que Jesús fue sepultado. Hay muchas oraciones bellas que se refieren a eso, al hecho de que Jesús fue sepultado. Hay una oración de la Liturgia de las Horas que dice: “Así como tu Hijo descansó en el sepulcro, que nosotros esta noche descansemos”, que nos despertemos mañana por supuesto, pero fíjense la referencia a la sepultura del Señor”. Insisto que una cosa es cremar al muerto al día siguiente y otra cosa es cremar los restos que quedan de una persona que ha muerto muchos años atrás”.
“La cuestión clave -comentó monseñor Aguer- es qué se hace con las cenizas. Aquí, en La Plata, es común que haya gente que arroje las cenizas en la cancha de Estudiantes o en la cancha de Gimnasia y en otras partes ocurre algo semejante. Otros las tiran al mar o en otros lados según la manía de cada uno que sus parientes conocen bien. Y esto es algo inaceptable”.
“En muchas parroquias, iglesias y capillas se han construido cinerarios para que las cenizas de un cristiano, tras la reducción de los restos mortales, puedan reposar en un lugar sagrado y es eso lo que la Iglesia insiste. No se pueden tirar a cualquier parte sino que deben reposar en un lugar sagrado y los cinerarios son una cosa muy bella porque allí se pueden organizar oraciones y misas por los difuntos, puede ir uno a rezar por sus difuntos”.
Siguiendo con su catequesis, monseñor Aguer señaló que “aquí se juega algo que, en el fondo, tiene que ver con el sentido de la vida, de la muerte y del más allá. Se juega algo que tiene que ver con la fe”.
Y agregó: “No estoy acusando a nadie pero es posible que muchas de estas personas que rápidamente deciden “crememos a papá, crememos a mamá” o personas que deciden ‘a mí me creman’, tiene que ver con una falta de percepción de las exigencias completas de la fe y con que no se advierte que nosotros esperamos la resurrección de la carne. Es verdad que eso es algo muy misterioso, sobre cómo se va a arreglar Dios para sacar de esas cenizas el cuerpo resucitado y qué es el cuerpo resucitado no lo sabemos pero nosotros afirmamos en el Credo lo siguiente: “Creo en la resurrección de la carne”. Por eso la Iglesia sigue prefiriendo que al difunto se lo lleve al cementerio”.
“Otra cosa que me llama mucho la atención y que, quizás, es propio de la cultura de hoy. No lo critico pero digo que me llama la atención y es que el velatorio es de 10 a 12 y de 16 a 18. Antes era todo el día o toda la noche. ¿Y qué hacían los parientes del muerto? Lloraban, lo despedían y los amigos venían allí y estaban al lado de ese cuerpo que ya no tiene vida, está inanimado, pero tiene los rasgos de la persona que uno trató y quiso. Esta es otra cosa que me desconcierta”.
Monseñor Aguer sostuvo que “detrás de todo esto se juega si la cultura en la cual estamos inmersos es verdaderamente cristiana o no. O si ya se han impuesto otras ideas, otros valores, otras maneras de ver las cosas”. Y sugirió que los cristianos piensen estos temas e insistió en que “los cinerarios en las iglesias son una buena solución, cuando corresponde… La muerte nos iguala a todos y todos tendremos que atravesar por ese callejón que no sabemos cómo es”.+
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